Según Nonídez el libro pertenece a una trilogía del cual éste es su segundo volumen, “buscando documentación para el primero, me topé con esta serie de asesinatos de niños producidos en Madrid. Me pareció tan interesante que comencé a escribir esta novela que en un principio se iba a titular Perro de ley”, contó el escritor.
En la actualidad ésta, con la siguiente novela y quién sabe si en un futuro, acometerá la escritura de la primera que será una novela de batallas que empezaría en Córdoba y terminaría en Bailén. Pero lo que al autor le ha subyugado es el Madrid decimonónico, de las gentes que vivían en esta gran población manchega que era Madrid, cada vez más grande; del hambre que pasaban, en palabras del autor, “coger el ambiente del pueblo y cómo los grandes personajes se relacionaban con el pueblo”.
Por la novela desfilan personajes históricos como Larra, Zorrilla o los hermanos Bécquer, pero también obispos, monjas de clausura, policías trepas, ministros sin escrúpulos, doctores traficantes de drogas y toda la ralea de personas dedicadas a oficios populares. Sin olvidar los protagonistas de la sanjurjada contra Isabel II y sus líos de faldas, o mejor dicho, de la facilidad con que se subía las enaguas y los desvelos que esto producía al ministro de Gobernación y los policías encargados de resolver de la mejor manera posible sus devaneos al intentar protegerla de amantes chulescos y pendencieros.
La forma de escribir de Nonídez es culta pero no cultista, rebusca en los autores del XIX expresiones y palabras para conseguir un lenguaje de la época, de unas palabras que van cayendo en desuso pero que conocemos muy bien. Para Nonídez muchos novelistas históricos están falseando las novelas porque los personajes no hablan como se hablaba en aquel entonces y no piensan y sienten como pensaban y sentían. Ahí tenemos series de televisión, por llamarlas de algún modo, como Hispania o Águila Roja, donde cualquier parecido con la realidad de entonces es mera coincidencia. Un auténtico despropósito con errores garrafales en la ambientación y en el modo de expresarse de los protagonistas.
Como afirma el novelista, “es importante recuperar parte del léxico que se va perdiendo, lamentablemente, poco a poco”. Además el autor señala que “hay que ser humildes para reconocer que la novela te aporta tanto a ti, como tú a la novela”, es una forma sincera de entender hacia dónde tendría que ir el mundo literario y la novela histórica, en particular.
Presentó la novela David Panadero, miembro del comité seleccionador del premio Francisco García Pavón, que definió la novela como “una gran aventura decimonónica, muy apegada al Madrid de aquella época”, pero que no se le aprecia un didactismo y se decide más por la aventura. “El autor no intenta hacer un manual de historia”, señala Panadero, “se acerca a los personajes con un aire romántico y trágico”, añade.
Para el editor de la obra, Jesús Égido, responsable de la editorial El Rey Lear, “el libro es un preciosidad que merece la pena ser leído, ya que la novela se está achabacanando y, por ejemplo, grandes escritores como Eduardo Mendoza sólo escriben tonterías” sentenció el editor, con toda la razón del mundo, para concluir el acto de presentación.
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