Madrid, otoño de 1614. El marqués de Hornacho encuentra a Gonzalo Escondrillo, su archivero, asesinado en la biblioteca de su palacio con la cabeza colgando del cuerpo por un minúsculo hilo de carne. Gonzalo era la persona encargada de llevar al día los asuntos relacionados con el Gabinete de las Maravillas, un lugar que pretendía ofrecer todas las maravillas del mundo al alcance de la mano. El cadáver de Gonzalo ha aparecido con un cuerno incrustado en la sien izquierda, una excusa perfecta para que el hidalgo Isidoro de Montemayor entre en la cámara secreta del marqués como reemplazo temporal del anterior archivero y sí pueda descubrir qué paso en realidad en una época en la que los vacíos de la justicia, en asuntos prácticamente imposibles de resolver y sin pruebas claras, eran notorios.
El acierto de esta novela consiste, más que en desvelar el misterio que se nos expone en la entrada furtiva de un misterioso personaje en el Gabinete de las maravillas, en la agradable ambientación de un tiempo al que nos transporta completamente: el siglo de Oro. Como ha sucedido con otras obras del autor, lo que resulta más atractivo son las descripciones cotidianas entre las que destacan hábitos, remedios -más milagrosos que medicinales-, costumbres diversas de acuerdo a las distintas clases sociales y, por supuesto, las minuciosas ideas que movían en sus más profundos recodos a los laberintos mentales del siglo XVII.
A la excelente descripción del ambiente y la época en la que transcurre la acción hay que sumarle las espléndidas representaciones de los objetos que tan recelosamente se custodian en el críptico Gabinete de las maravillas: sólo por esas páginas donde se nos describen las antiguas reliquias, los tenebrosos monstruos, los libros raros, los huevos de pájaros exóticos, el cuerno del unicornio o los esqueletos de Adán y de Eva ya sería recomendable la lectura de esta novela. Todo lo que podamos imaginar está en el gabinete.
Centrémonos ahora en la investigación. Toda la trama discurre por esta principal línea argumental, es magistral el modo en que la historia nos lleva sin aparentemente quererlo por las habitaciones del marqués debido a una serie de datos que no tienen un claro sentido al inicio de la novela. La forma en que se desarrolla la investigación con los medios del siglo XVII está muy lograda. El predominio de los instintos y pruebas físicas es notorio a cada paso de la investigación. Sin documentos o materiales físicos no se va a ninguna parte.
En definitiva, fiel a sus condiciones narrativas, Mateo-Sagasta se ha esmerado hasta el detalle tanto en la descripción de la atmósfera del Gabinete de las maravillas como en la descripción de Madrid en el Siglo de Oro de la literatura, a lo que hay que añadir la viveza de los personajes y el ingenio del desenlace. Una novela brillante.
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