Casi podemos imaginar el tono con aires de superioridad paternalista con que suelen ser pronunciadas. Dos palabras que en apariencia podrían parecer cariñosas e incluso elogiosas, pero que, en general, al ser pronunciadas para referirse a las mujeres, no solo se vacían de contenido, sino que vienen a significar exactamente lo contrario, hasta resultar insultantes: "adorables" porque son dignas de adoración, angelicales, mujeres trastocadas en musas o diosas, no consideradas en términos de igualdad; "criaturas", que carecen de razón, que ni siquiera alcanzan un estatus para ser contempladas como personas, que no tienen entendimiento ni conocimiento, que están más cerca de lo animal o de la infancia.
Es curioso observar cómo esa misma expresión cambia completamente de significado cuando se refiere a niños: "adorables" aparece entonces cargado de ternura y "criaturas" pone de relieve su condición de inmadurez como personas, pero es una inmadurez provisional (se supone que crecerán y alcanzarán el estatus de adultos no dependientes). Ese doble filo del lenguaje sigue hoy, más de un siglo después, en plena vigencia.
Una novela que se lee con fluidez y que nos atrapa desde el principio con su dosificada intriga y la fuerza de sus personajes. Un narrador omnisciente nos relata los hechos en tercera persona, intercalando diálogos que nos sitúan en el centro mismo de la escena, haciéndonos testigos privilegiados de algunos de los momentos más decisivos. La nodriza es el único personaje que no tiene voz, pero a través de su mente viajamos en flashback a sus recuerdos. Su pensamiento nos transporta a otros espacios de su huida y su miseria, creando algo así como una pequeña novela dentro de la novela con su extraña biografía marginal y caótica.
Está dividida en cinco actos, y cada uno de ellos, a su vez, segmentados en pequeñas escenas que facilitan la lectura y le dan dinamismo al contenido. El orden de la narración es casi siempre lineal y cronológico, exceptuando los flashback de la nodriza o algunos saltos en el tiempo que sirven para ponernos en antecedentes (por ejemplo retrocede para contarnos cómo se conocieron Inés y León en Londres). Extraordinario manejo del lenguaje capaz de adaptarse al tono de cada momento, que oscila entre la descripción barroca, la crítica en tono jocoso, la parodia cómica, el drama... Destaca, además, la gran plasticidad de las descripciones.
Dolores Payás, (guionista, traductora, articulista y directora de dos largometrajes (Me llamo Sara y Mejor que nunca)) nos ofrece un ambicioso texto narrativo, cuyos hilos argumentales contienen varias posibilidades de aproximación: parodia de las novelas de folletín, homenaje a las grandes novelas decimonónicas; novela de tesis sobre la condición de la mujer y su lucha por la igualdad; metáfora simbólica sobre el doble filo del progreso... y todo ello con una manera de observar la realidad muy influida por las técnicas cinematográficas, acercando y alejando el objetivo sobre esa realidad, alternando visiones panorámicas y primeros planos.
La autora nos propone ir más allá de lo evidente. La cita de Hannah Arent con la que se abre la novela, nos invita a comprender en un sentido que trasciende la lectura superficial: "Lo importante es entender, y si los demás entienden lo mismo que yo he comprendido, me sentiré satisfecha". Como parodia del género folletinesco, Adorables criaturas caricaturiza a los héroes románticos, a unos prototipos que acaban convirtiéndose en antihéroes marcados por la tragedia. El lujo y el amor no les salvan en esta ocasión de sus destinos trágicos. Lo que parece a simple vista novela romántica, es una auténtica novela denuncia, un alegato feminista, reivindicativo de la dignidad de las mujeres. Y un intento de plasmar algunos momentos decisivos de su lucha por la igualdad.
Dolores Payás nació en la provincia de Barcelona, pero pronto ensanchó horizontes. Durante varios años vivió en México DF. Trabajó como guionista para la televisión y fue pianista acompañante en escuelas de danza clásica y academias de canto para aficionados (en una de ellas hizo una memorable gira con un grupo de mariachis).
Actualmente vive una existencia medio nómada. Reparte su tiempo entre Beijing y Barcelona, con temporadas en Suiza, Inglaterra y Grecia. Payás es autodidacta y sus campos de interés son amplios. Es una apasionada de las lenguas, la literatura y la música. Adora las casas de campo, si son viejas, tanto mejor. En el jardín y la cocina olvida el reloj.
Ha escrito para cine y ha dirigido dos largometrajes. Es traductora, y ocasionalmente publica artículos culturales. Tiene dos hijas y una nieta.
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