El soldado italiano Raffaele Cameroni es un fascista seguidor de Benito Mussolini. Abandona a su familia para conseguir dinero y poder vivir con dignidad. En 1937 llega a España como voluntario en el bando franquista. Tras varias vicisitudes es herido en el frente y en el hospital donde es ingresado conoce a una atractiva enfermera de la que se enamora y con la que, posteriormente, decide casarse abandonando así a su familia en un miserable pueblo del centro de Italia.
Cameroni, con mucho trabajo, hace fortuna en España al mando de una pequeña empresa que fabrica pasta. Una vez casado tiene tres hijos varones que serán el hilo conductor de la novela. Tras ellos, tres mentalidades distintas: el pequeño de ellos es retrasado mental, pero no tonto, ya que sus sentimientos juegan un papel importante a lo largo del recorrido de la narración. Rafael, Juan y Francisco, los hijos, van sufriendo encuentros y desencuentros a lo largo de la obra que hacen ir dando los vaivenes cotidianos de una vida en provincias, a veces asfixiante, sobre todo para Rafael, que busca su espacio vital removiendo las raíces de su padre en Italia y descubriendo el oscuro secreto que éste se trajo a la guerra.
La narración va dando saltos a lo largo de esos más de cincuenta años que ocupa la trama que termina aproximadamente en 1994, una vez concluida la transición a la democracia en España con la instalación en el poder del PSOE. En 1937 los italianos llegan a España y son esperados como auténticos salvadores de una patria donde los principios católicos eran atacados todos los días. Estos fascistas, algunos por convicción, otros por necesidad, venían, algunos de ellos, de la guerra de Abisinia, pero ésta no era España, aquí la guerra se libraba de manera cruenta e ideológica.
Lo que ellos creían que iba a ser un paseo militar se convirtió en un sonoro fracaso en la batalla de Guadalajara y los que creían ser los salvadores se convirtieron en una lacra, sobre todo en las conocidas compañías mixtas que exacerbaban las rencillas entre los militares de ambos países, sólo redimidos por la conquista de Santander.
Raffaele Cameroni, tras salvar de los falangistas al padre de su futura mujer, decide quedarse en España y casarse con ella. La novela va narrando la vida de aquellos años, saltando a los acontecimientos más importantes que ocurren a la familia. Los sucesos que les acontecen en 1943 y 1949 narran la más cruda posguerra sin concesiones, donde el hambre y la represión se podían palpar por las calles en la miseria y la falta de libertad. Eran los grilletes que los españoles llevaban atados a los tobillos.
En los años cincuenta el estraperlo y las cartillas de racionamiento empezaron a pasar de moda y la vida fue siendo un poco más cruel. Se instauraron en el poder las familias que habían hecho fortuna en el mercado negro, muchas de las cuales lo hicieron a la sombra y vigilancia de los pequeños jerarcas falangistas de provincias. En 1954, tras diez años de cautiverio en la Unión Soviética, llegaron al puerto de Barcelona los 200 supervivientes de la División Azul que fueron confinados en el gulag soviético. Los pasajes de esta narración son conmovedores y dan fiel reflejo de cómo se vivía en aquellos años, en un alarde de recreación histórica de pasajes olvidados pero fieles a una historia cada vez más olvidada.
Los sesenta son los años de la adolescencia del protagonista Juan, nieto de Raffaele, hilo conductor con su abuelo de la novela. Son los años de la separación de sus abuelos, en los que su abuela recrimina a su marido por qué arrojó a la basura los dientes de leche de sus hijos, que dan titulo al libro: una metáfora de querer olvidar los recuerdos no deseados del pasado.
Martínez de Pisón sabe reflejar con pluma diestra los avatares de una época triste, melancólica, que se va abriendo a la ilusión y a la felicidad, no exenta de dolor. Con descripciones sorprendentemente duras da fiel reflejo de esa evolución que sufrió España. Su estilo es diáfano y sencillo, sabe dónde y cuándo hacer hincapié para que la narración mantenga un pulso narrativo vivo y los quiebros que da el relato nos muestran el por qué piensan como lo hacen los personajes y sus motivaciones.
La novela está escrita en tercera persona, un narrador omnisciente con un estilo que nos recuerda a José Luis Sanpedro. Martínez de Pisón se está convirtiendo en un narrador esencial para comprender la forma de ser y pensar de los españoles actuales. Melancólico, en ocasiones, sentimental en muchos pasajes, pero con sólidos conocimientos de la historia más reciente, este libro se merece que se le preste más atención porque el autor conoce nuestra idiosincrasia y la refleja de manera eficaz y muy bien escrita.
Ignacio Martínez de Pisón es un escritor aragonés nacido en 1960 en Zaragoza. Es hijo de militar. Se licenció en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza y en Filología Italiana por la Universidad de Barcelona, ciudad en la que vive desde 1982. Su producción novelística es muy amplia desde que en 1984 publicó La ternura del dragón, destacando Carreteras secundarias (1996) y Enterrar a los muertos (2005).
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