Un libro siempre emana de una idea. Y no solo un libro, cualquier manifestación artística. Si no tienes una idea, no hay nada que hacer. Y a José Luis Moreno Malagón, autor de "El caso del secuestro de Rajoy y Rubalcaba", le vino la idea de secuestrar a Rajoy. Y afirma que seguro que no fue el único en este país que ha pensado esto.
Y se puso a ello. Pero, a medida que lo iba escribiendo, se metió por medio Rubalcaba. Dos mejor que uno. El problema era que había imaginado un zulo solo para Rajoy e iba a ser insuficiente para los dos. Pero, ¿no nos han metido ellos en una espiral de recortes y estrecheces? Así que ambos prueban un poco de su propia medicina en este espacio tan recortado.
Aunque, lo que acaban de leer hasta ahora les sugiera lo contrario, el autor no ha querido meter demasiada política en esta novela, ya que opina que estamos ya todos hartos de política. Por este motivo, sobre todo ha querido escribir una historia divertida, ya que últimamente solo se publican libros serios y cree que la gente necesita divertirse un poco para olvidarse, aunque solo sea por unas horas, de las penurias por las que la mayoría estamos pasando. Y esta novela pretende eso: divertir.
Los principales objetivos de José Luis Moreno Malagón al escribir esta historia han sido dos: El primero de ellos, resaltar el aspecto humano de estos dos políticos, a los que la mayoría de la gente de este país tiene ojeriza de una u otra forma, ya que él está seguro de que, lejos de la imagen teatral y ensayada que ambos exhiben en la tribuna, en su vida cotidiana son personas como cualquier otra, con familias a las que quieren, con sus aficiones, sus vicios y sus manías. Por eso los ha metido en un zulo estrechísimo y les ha obligado a que pasen allí más de un mes, codo con codo, oliendo su aliento, su sudor y sus pedos. Les ha obligado a hablarse, a mirarse a la cara, a conocerse, cosas que si hubieran hecho en la vida real, posiblemente este país no se encontraría en la situación que todos conocemos.
El segundo de sus objetivos es aportar un granito de arena para que se les caiga la cara de vergüenza, si es que les queda vergüenza. Les ha situado en una España utópica, pero con una Utopía que ellos podrían hacer realidad si quisieran. Pero no les sale. Viven constreñidos en su minúsculo y cerrado punto de vista, obligados, tal vez, por las directrices obsoletas de partidos políticos y de ideologías caducas. Ellos dos, que han llegado a ocupar puestos de poder, que han tenido la sartén por el mango, podrían haber hecho grandes cosas por este país. Todo su afán y todo su tiempo lo gastan en arremeter continuamente uno contra otro, en mantener sus acolchados sillones y sus millones de votos, ya vacíos de significado.
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