Los que creíamos que los gobiernos de Zapatero no lo podían hacer peor, nos hemos equivocado de medio a medio. El, hasta ahora, único gobierno de Mariano Rajoy, tenía una larga perspectiva de cumplir la legislatura. Con la espantada de Jaime Mayor Oreja, al presidente del gobierno no le ha quedado más remedio que buscar a uno de los pocos de sus ministros que tienen cierta popularidad y lo ha encontrado en Miguel Arias Cañete, sí, aquel ministro que se come los yogures caducados.
En la actualidad ningún político consigue el aprobado, según el último estudio del CIS publicado el pasado mes de febrero. Los ministros del PP van de lo penoso a lo lamentable y en cualquier democracia europea casi todos habrían tenido que dimitir por escándalos o por incompetencia. Sólo se salvarían la Vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría y la ministra Ana Pastor, las dos mejores, de largo, del gobierno del PP. Sólo se podrían salvar, en cierta medida, Soria y García Margallo, los demás, son para llorar.
Y de casi todos ellos habla la autora Cristina Pardo en su libro y a todos les encuentra, magistralmente, sus puntos débiles y sus muchas equivocaciones. Casi todos han metido la pata en uno u otro tema. Unos más que otros, como el que cometió el ministro del Interior Jorge Fernández Díaz al dar por hecha una redada policial en un despacho de abogados de presos etarras cuando aún no se había realizado. Esa enorme metedura de pata se saldó con la dimisión de su jefe de prensa, cuando todo el mundo sabe que sin la autorización del ministro nunca se hubiese difundido dicha nota de prensa.
Si hay un tema en el que suspende el gobierno y el partido que lo sustenta es en el tema de comunicación. Aquí la calificación se acerca escandalosamente al cero patatero de Zapatero. Cristina Pardo nos da tantos ejemplos que la lectura del libro nos deja la mandíbula desencajada de tanto reírnos. No sólo no comunican, sino que cuando lo hacen es un desastre. En lo que sí son auténticos especialistas es en no contestar a las preguntas y en poner trabas a las que se puedan hacer. La autora es una víctima de ese hacer informativo.
Son muchos los ejemplos que pone sobre cómo no se puede preguntar. La autora tiene toda la razón del mundo. Cada vez se ponen más trabas los periodistas para poder realizar su trabajo. En los Consejos de Ministros se escatiman las preguntas hasta sólo dos y hay que consensuarlas entre todos los periodistas asistentes, lo cual ha dado lugar en alguna ocasión a escándalos morrocotudos.
Estas trabas no son nuevas. Ya en los gobiernos de Zapatero y Aznar se dieron, pero no tanto como se hace en estos momentos. Zapatero, pese a su simpatía, admitía pocas preguntas y Aznar, si podía, no respondía a ninguna. Recuerdo una ocasión en la que me tuve que desplazar hasta Valladolid, cuando era presidente de la Junta, para intentar recoger algunas declaraciones sobre su posible nombramiento como presidente de su partido en lugar de Manuel Fraga. Fue radicalmente imposible, pese a que sus allegados dicen que es un personaje simpático, que cuenta unos chistes verdes divertidísimos en las cacerías a las que asiste, porque a él le gustan las cacerías.
En los tiempos en los que yo cubrí diversas ruedas de prensa tras el Consejo de Ministros, cuando eran portavoces del gobierno, Javier Solana y, después, Rosa Conde, nunca se ponía límite a las preguntas. Entonces sí era el propio portavoz quien te señalaba con el dedo para que hicieses la pregunta. Hubo muchas ocasiones en que se terminaban las ruedas de prensa diciendo: Bueno, si ya no hay más preguntas… ¡Qué tiempos!
Ahora parece que hay que mendigarlas. Todo esto, lo refleja Cristina Pardo de manera fidedigna y con gracia. Porque el libro tiene como cualidades que es divertido, real, ecuánime y valiente. Cristina no se arredra ante nada y ante nadie, capacidad que apreciamos en su justa medida. Por sus páginas desfilan todos los casos de corrupción del PP en estos últimos años, todas las meteduras de pata de sus portavoces y todos sus incumplimientos de programa. Si es que han cumplido alguno, por mucho que se eche la culpa a la situación heredada.
Con un lenguaje claro, conciso y muy periodístico, Cristina Pardo nos hace en Los años que vivimos PPeligrosamente, una crónica precisa de estos dos últimos años, donde el humor es lo más significativo. Un libro caliente sobre los acontecimientos que están pasando y si la tijera que está dejando a tantos compañeros sin trabajo, sobre todo a los críticos, la deja a ella en el paro, Cristina puede perfectamente encontrar trabajo como monologuista. Los dos ejemplos que nos da son realmente brillantes, divertidos y ácidos. ¡Hasta llegó a meterse con ella un partido nacionalista al que no había criticado! Si es mejor que hablen de ti aunque sea mal, el PP es, en esta ocasión, todo un abusón.
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