Ángel Gil Cheza vive en las dos trincheras de la literatura. Por una parte, es profesor de un taller literario y aconseja a otros autores a mejorar sus obras y, por la otra, él mismo es escritor. Y un escritor muy bueno, que comienza su camino con una sensacional novela. Una novela que tiene lo que debe de tener y es ángel. Suponemos que él se ha dado a sí mismo los consejos necesarios para que la novela quede redonda y suponemos que se habrá hecho caso, ya que le ha quedado muy bien.
El hombre que arreglaba las bicicletas es una novela sorprendentemente bien escrita, donde el escritor ha hecho una trabajo de concreción maestro. No sobra ni falta nada y trata un tema inaudito a la vez que sentimental. Un escritor muere y deja a una antigua novia suya una cabaña donde él arreglaba bicicletas a sus amigos cerca de la playa o eso creíamos.
Comienza con la búsqueda de una rubicunda irlandesa que vivió cierto tiempo en Barcelona y se enamoró de un valenciano que desaparece misteriosamente de la noche a la mañana. En la búsqueda aparecen varias Endas Berger, pero sólo una será la que vivió un idilio con el escritor de novela negra que deja ese misterioso testamento. La lectura del mismo hace juntar a las tres mujeres de su vida. Su mujer legítima, la hija de ambos y Enda Berger.
La primera sorpresa es que el nombre que le puso a su hija era precisamente ese, Enda. La sorpresa no puede ser más mayúscula para su esposa. Ese testamento une a tres personas muy diferentes que podrán llegar a odiarse pero que si no fuese por las circunstancias en que se han conocido podrían llegar a ser buenas amigas.
En el espacio cerrado de la casa de la playa del escritor y su mujer viven unos días que son una recreación de sus propias vidas. Se ponen en cuestión sus vidas mismas pasando del llanto a la risa. Pero los acontecimientos de la vida desequilibrada de la hija rompen esa atmósfera en varias ocasiones. Aquí la dureza y la crítica social se hace presente con un dramatismo impactante y regenerador. Esos acontecimientos motivan cambios en todos los protagonistas del libro, incluido el fiel abogado y amigo del escritor.
La forma en que aborda el desarrollo de la novela el escritor levantino es circular y recurrente, según va avanzando la trama, se va también avanzando en los recuerdos que se van poniendo encima de la mesa con una parsimonia aplastante, de manera muy lírica, donde la metáfora sobrevuela toda la narración, con un color cálido y húmedo, propio del mediterráneo.
Las descripciones de los personajes nos las va realizando, también, de manera lenta y con trazos escuetos pero definitivos. Poco a poco nos vamos haciendo una idea de los protagonistas, pero sin prisas.
“Las certezas se desvanecen”, dice uno de los protagonistas. Y ese es el leit motiv de la novela, ya no nos quedan certezas, porque nada es como creemos o hemos pensado. Es como cada vez que nos enamoramos, que es un nuevo romance en el que nos volvemos a comportar como niños de 13 años. Seguimos siendo niños, nos cuesta madurar, hasta que la realidad se nos viene encima y entonces maduramos de golpe.
Ángel Gil Cheza escribe como un poeta que nunca escribió un solo verso. Lo hace con contundencia y dureza cuando la trama lo requiere y con delicadeza y lirismo cuando la trama se lo pide. Su novela engancha y su lectura es rápida, porque te atrapa desde el comienzo. Con varios vuelcos magistrales y con un final espectacular e inesperado. Es una novela que se podría definir como un thriller sentimental. Desde luego, mejor no podría haber comenzado su carrera.
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