Días de Nevada de Bernardo Atxaga es una historia hecha de historias, a modo de caja china, que nos muestra cómo cada experiencia que vivimos, cada vínculo creado entre las personas más allá de las distancias temporales y espaciales, cada emoción que nos impacta, cada amenaza que combatimos permanece indeleble. Y nos convierte en lo que somos.
Entre agosto de 2007 y junio de 2008, el narrador de esta historia vivió en Reno. El Centro de Estudios Vascos (CBS) de la Universidad de Nevada le nombró visiting writer: No tenía ni que dar clases ni que investigar, sólo se esperaba de él que escribiera. En ese tiempo, surgió Días de Nevada, un libro mestizo e incalificable que recoge esa experiencia y ese tiempo. En él conviven distintos géneros y registros, desde el más cotidiano hasta el más onírico y sorprendente, al filtrarse sus sueños en el texto.
Cuenta Atxaga que llegó a escribir 180 relatos o fragmentos distintos y que corrigió y seleccionó hasta quedarse con los que aparecen en Días de Nevada. Son 140 piezas por las que desfilan personajes de todo tipo: la familia del narrador, los amigos que conoce en Reno, un campeón vasco de boxeo que entrenó y peleó en Nevada en la primera mitad del siglo XX, un aventurero desaparecido en el desierto cuando intentaba batir un nuevo récord mundial, Obama y Hillary Clinton peleando por hacerse con la candidatura del Partido Demócrata a las elecciones presidenciales, un primo autista del narrador muerto en la juventud, su primer amor o un amigo enfermo al que escribe para contarle cómo es su vida en Nevada.
Atxaga retoma una estructura similar a la de Obabakoak pero esta vez para hablar de una realidad muy distinta. Su mirada se fija en lo más inmediato y su universo narrativo se expande con imágenes del desierto, de las consecuencias de la guerra de Irak o de una cena de Acción de Gracias. Un nuevo mundo se despliega ante el lector, pero la memoria sigue ahí y establece sus propias conexiones. Los caballos salvajes americanos remiten a un caballo electrocutado cuando el narrador era niño o las leyendas en torno a un lago le devuelven el recuerdo de dos amigos suyos de la infancia. De esta forma, el pasado y el País Vasco no quedan atrás ni se olvidan. Al revés: se funden con la nueva realidad.
El paisaje –fundamental como siempre en la obra de Atxaga– es esta vez el de Nevada. La naturaleza resulta con demasiada frecuencia inabarcable y amenazadora. Las arañas venenosas se cuelan en las casas y los osos en el campus. El desierto o las cordillera de Sierra Nevada, que la familia atraviesa camino de San francisco, se encargarán de recordarnos la fragilidad del ser humano.
Por supuesto, hace falta mucho talento para manejar tal cantidad de elementos y de piezas. Mucho más para construir con ellas un libro que atrape al lector y mantenga su interés, que le arrastre y le lleve de una página a la siguiente, o de un fragmento a otro con la mayor naturalidad. Atxaga una vez más lo consigue. Con Días de Nevada su universo narrativo se enriquece. Hace suyo el desierto y modifica la mirada del lector. Consigue que ya nunca más vuelva a ver de la misma manera ese territorio inhóspito, Estados Unidos y la obra del propio Atxaga.
Bernardo Atxaga (Asteasu, Gipuzkoa, 1951) es uno de los creadores de mayor hondura y originalidad en el panorama literario contemporáneo. Licenciado en Ciencias Económicas, desempeñó varios oficios hasta que, a comienzos de los ochenta, consagró su quehacer a la literatura. La brillantez de su tarea fue justamente reconocida cuando su libro Obabakoak (1989) recibió el Premio Euskadi, el Premio de la Crítica, el Prix Millepages y el Premio Nacional de Narrativa. La novela ha sido llevada al cine con el título Obaba. A Obabakoak le siguieron novelas como El hombre solo (1994), que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica de narrativa en euskera, Dos hermanos (1995), Esos cielos (1996), El hijo del acordeonista (2004, Premio Grinzane Cavour, Premio Mondello, Premio Times Literary Supplement Translation Prize y Premio de la Crítica 2003 en su edición en euskera) y Siete casas en Francia (2009, finalista en el Independent Foreign Fiction Prize 2012, finalista en el Oxford Weidenfeld Translation Prize 2012). También es autor de libros de poesía como Poemas & Híbridos, cuya versión italiana obtuvo el Premio Cesare Pavese en 2003. Su obra ha sido traducida a treinta y dos lenguas. Es miembro de la Academia de la Lengua Vasca.
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