Esa forma de escribir del escritor de la generación del 98 impregna la novela, como también lo hace Pio Baroja y su El árbol de la ciencia o Miguel de Unamuno. Si el Marqués de Bradomín de las Sonatas de Valle-Inclán era “feo, católico y sentimental”, como solía escribir él formando una trinidad de adjetivos, Luis García Montero define su literatura como “honrada, útil y emocional”, otra serie trina de adjetivos.
El escritor granadino ha volcado en Alguien dice tu nombre sus experiencias vitales, pero las ha situado en una generación justo anterior a él ya que en el verano de 1963, tenía cinco infantiles años y el protagonista y narrador de la historia era un joven de diecisiete años, por aquel entonces el Granada F. C. había bajado a la segunda división futbolística para desconsuelo de los habitantes de la capital del antiguo reino nazarí. “Es una generación anterior a la mía, con ello he querido dar una perspectiva más madura”, comenta el autor.
“La novela es una reivindicación de la literatura que ennoblece la vida con las palabras”, afirma el poeta. Para él, los nombres son fundamentales e, incluso, el carácter de las personas tiene mucho que ver con el nombre que eligen los padres para sus hijos. Baste recordar que el protagonista se llama León y que es un joven de 17 años que decide pasar trabajando en una editorial el verano vendiendo enciclopedias. Allí aprende las técnicas de vendedor, una de ellas, llamar a los clientes por su nombre, pero también aprende a relacionarse con la política en la clandestinidad.
Aquellos comienzos de los años sesenta tienen muchos puntos en común con los tiempos que estamos viviendo. “Son épocas de indiferencia en las que se quieren hacer invisibles las cosas positivas de la vida”, señala Luis García Montero en la entrevista que mantuvimos en una gris tarde primaveral. Ha escogido esa época porque ya se preveía la apertura que iba a venir. Las turistas, en Granada denominadas las francesas, recorrían las calles de nuestras ciudades y las arenas de nuestras playas como un aire purificador.
Es en ese ambiente donde León comienza una etapa hacia la madurez. Una etapa donde el aprendiz de escritor que quiere ser, observa la realidad, “comienza un aprendizaje de la escritura que es también de la vida con un acercamiento a la política y al amor” avanza el autor granadino. Ese proceso de aprendizaje se mezcla con la transformación que comienza a haber en un país que parecía frenado ante el futuro, “es imposible la transformación de la historia si no se transforma la vida cotidiana y nuestra propia vida privada”, analiza el autor de Alguien dice tu nombre.
Aquel año de 1963 fue extraordinario para la ciudad andaluza, además del descenso del equipo de fútbol, en aquel año se produjeron lluvias torrenciales que inundaron parcialmente la ciudad; ese acontecimiento hizo que el entonces caudillo Francisco Franco visitase la ciudad. “Un acontecimiento inusual que me valió para dar contrapunto a Lorca, que utilizaba el calor y la sequía para describir el subdesarrollo y la pobreza de la ciudad”. El tiempo pasaba pero seguía el mismo subdesarrollo. Sin embargo en ese año, en radio Granada algo estaba sucediendo, el cantante de la ciudad Mike Ríos, acompañado de los Relámpagos, sonaba a todas horas con canciones como Popotitos, El ritmo de la lluvia o el twist del reloj. Un Miguel Ríos más maduro permanecía cerca de nosotros mientras se realizaba la entrevista.
A esa sordidez provinciana, Luis García Montero quería también contraponer el cosmopolitismo de París, “un punto de referencia cultural. Allí viví la oposición, en el exilio y era una referencia en literatura y en música”, apunta el novelista. Por ello, dos de los protagonistas de la novela vivieron largas temporadas en la ciudad de la luz, Vicente Fernández y Consuelo Astorga, la secretaria de la editorial que le enseñará los caminos del amor a un joven León al que casi doblaba en edad.
“La conciencia de la literatura está unida a la vida”, explica el novelista, para él, el yo biográfico no se puede confundir con el literario y vivir la historia en primera persona no es sinónimo de que sea autobiográfica. Aunque sí tiene muchos puntos de común lo que cuenta con su biografía: “Ese sentido de la admiración a un maestro se da en las dos parcelas, tanto en la ficción como en la realidad. Son los maestros los que te llegan a influir de tal manera que puede que te hagan cambiar la simple vocación para convertirla en un oficio”, evoca de modo pausado.
“Hay que crear conciencias humanas para mejorar el mundo y dignificar las vidas”
Esas perspectivas autobiográficas que hay en la novela tienen su sentido si se mantienen las distancias. “La literatura tiene mucho que con el imaginario moral, sobre todo cuando te pones en el papel de los demás, algo que te da la educación humanista: crear conciencias humanas para mejorar el mundo y dignificar las vidas”, así se expresa el escritor sobre la creación literaria y se queja de dos males del mundo moderno que están haciendo perder el gusto por la literatura: con el empobrecimiento del lenguaje se está perdiendo la riqueza del mundo y la prisa se está convirtiendo en un dogma.
Ahora que se cumplen 35 años desde la publicación de su primer libro, es hora de hacer balance literario. Ese balance incluye a la literatura como símbolo del contrato social que debe existir entre lector y escritor, de ahí que su máxima preferida en el proceso creador sea “la voluntad de no repetirme. Por eso soy un escritor lento en poesía, me impongo la lentitud si no tengo algo nuevo que contar”. Máxima de un escritor que es honesto por los cuatro costados.
Es esa una forma de apostar por el futuro, pero esa apuesta le lleva a querer desbrozar los caminos del pasado. Alguien dice tu nombre es, también, una apuesta por el pasado, un homenaje al camino recorrido que ha ido dejando a muchas personas en el trayecto. En ese camino hemos ido recogiendo el conocimiento profundo del ser humano, de la condición humana, “lo cual hace que nos ayude a comprendernos a nosotros mismos”, reflexiona el escritor.
Su próximo libro será un poemario en el que lleva varios años trabajando. Cree que su narrativa sigue en una fase de mejoramiento y tiene la seguridad que en esta última las tramas narrativas le han salido mejor que en la anterior. “Yo siento la misma emoción leyendo novela que poesía. Cada vez me es más difícil escoger entre un género u otro”, analiza. Eso se nota en su forma de escribir, que dentro de su sencillez, se va expandiendo hacia niveles muy líricos y cada día más elaborados.
Cuando se le requiere para que defina lo que debe ser un escritor, no duda en señalar que “el primer compromiso que ha de tener es la independencia y el segundo con la literatura”. Ese compromiso tiene que ver con la vocación y llega a afirmar que “no suelo distinguir entre la dimensión social y creativa de la literatura”. De ahí que admire a un escritor ideológicamente radicalmente opuesto a él como Mario Vargas Llosa, “un escritor militante que defiende sus ideas hasta las últimas consecuencia”, corrobora.
En sus novelas, reivindica el realismo y la pasión por narrar, algo que comparte con su pareja Almudena Grandes. Cuando habla de ellas se le desborda el alma y aunque reconoce que convivir dos escritores juntos tiene sus dificultades, el amor lo puede todo. Por eso para despedirse, concluye diciendo “es muy difícil el amor sin la admiración”.
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