El escritor malagueño saltó a la fama con la obtención en 1996 del Premio Herralde y de la Crítica por Las bailarinas muertas, pero fue con El camino de los ingleses, que fue adaptada al cine por el actor Antonio Banderas, cuando su popularidad alcanzó alturas estratosféricas. Nunca se ha dejado atraer por cantos de sirena y ha continuado escribiendo, poco a poco, con una carrera de gran solidez, donde no le falta experimentación como la que desarrolla en la Orden del Finnegans, donde se encuentra entre los miembros fundadores que veneran la novela Ulises de James Joyce y a asistir cada año al Bloomsday. Pese a ello, reconoce que prefiere a Marcel Proust antes que a Joyce, aunque el autor irlandés le interesa muchísimo.
Una historia violenta es una novela muy visual y descriptiva, pero siempre dejando el espacio necesario para que la imaginación del lector rellene huecos, "describo a los personajes con dos o tres trazos o características, nunca de manera completa, así el lector rellenará con sus impresiones la figura de los protagonistas, con ello, estoy intentando hacer más cómplice al lector", explica con expresividad Antonio Soler en la entrevista que mantuvimos.
Casi todas sus novelas y escritos, suele escribirlos en primera persona, lo descrito en el párrafo de arriba sirve también para esta forma suya de escribir. Buscar la complicidad del lector es unos de sus objetivos, pero "también ser más honesto. Soy consciente que la subjetividad está detrás de las historias. El punto de vista del narrador omnisciente, me parece un tanto impostado, ya que la realidad es inabarcable", mantiene y continúa explicando que "el punto de vista de un narrador omnisciente está distorsionado por la realidad. De ahí que prefiera la primera persona para escribir. El yo es la manifestación clara de la subjetividad".
Los protagonistas de Una historia violenta son unos niños de los años sesenta que viven en un barrio periférico de Málaga, casi todo el tiempo permanecen en la calle y, en verano, visitan con asiduidad la playa. Hay chico de clase media-baja y de media-alta. El chico de familia bien, Ernestito Galiana vive envidiando la esencia del protagonista y narrador. Pero éste a su vez, le envidia, a él y a su familia. "Hay un deslumbramiento por el mundo del otro", apunta el escritor malagueño. Un deslumbramiento que va en los dos sentidos, una envidia que va, también, en los dos sentidos, y que sólo al final se romperá por parte del protagonista.
La realidad no deja de ser "una propensión hacia la verdad" y como señala Antonio Soler en la conversación que mantuvimos, "hay que realizar el viaje de la vida para comprenderlo. Aunque el que sea de un modo, lo es desde niño y para toda la vida". Su verdadera motivación para escribir la novela ha sido "reflejar la condición humana de estos niños, ya que actúan con los mismos resortes que los mayores. Intentando establecer una jerarquía".
A todas estas certidumbres ha llegado el autor por medio de la observación, "me mantengo atento y vigilante", reconoce y añade "soy alguien que observa porque no acabo de entender la vida, he tenido una carencia, una falta de adaptación al medio. No tengo una virtud de adaptación, por eso, miro, observo, analizo y actúo", se sincera este escritor y guionista, amigo de Antonio Banderas con el que además de compartir la experiencia de realizar la película El camino de los ingleses, ha tenido otros proyectos que no se han llevado a término, como una película sobre Boabdil.
Su novela Una historia violenta tiene "un componente obsesivo por parte del protagonista. Me fijé, para escribirla, en el célebre Bolero de Ravel. El desarrollo de la novela avanza en círculos que se van agrandando, pero que a su vez van girando sobre un mismo eje que va avanzando de un modo dulce en espiral que se va abriendo al mundo", desvela el novelista sobre el desarrollo obsesivo y recurrente de una novela que atrapa desde el primer momento aún sabiendo lo que va a ocurrir, porque el autor desvela algún acontecimiento futuro y luego hace lo posible para mantener la atención.
También tiene la novela un componente social, "no desde una perspectiva del franquismo sino desde la perspectiva de los poderosos y los débiles; hasta qué punto ejercen su poder de forma tan horripilante los primeros sobre los segundos", apunta. Lo cual hace a la novela que tenga un componente más universal y a la vez actual, porque esa relación se sigue manteniendo casi sin cambios y lo estamos viendo en la situación que vivimos hoy en día. Situación que hace que el escritor se muestre preocupado.
"Además de la depresión económica, también vivimos una depresión moral y anímica que es más grave que la económica. Se han perdido los valores de todo tipo y los poderosos ahogan a los más débiles. Se ha dado un hachazo a la clase media", afirma resuelto con toda razón. Y si algún día salimos de esta depresión, espera que hayamos aprendido algo y que no seamos esos ricos horteras que hemos sido en el pasado.
Otro de los problemas que ve es la educación y la cultura. "Se han cargado las humanidades y no se dan cuenta de que el conocimiento del lenguaje es fundamental, va a dar una mayor inteligencia a las personas y hace que el pensamiento abstracto sea mayor", evalúa inteligentemente y parece mentira que nuestros gobernantes no se hayan dado cuenta de eso y estén haciendo todo lo posible para destruir lo poco bueno que nos queda. De ahí que mire con cierta envidia a países como Francia donde el mundo cultural se protege. Aún recuerda cuando murió el escritor Antonio Tabuchi y él estaba en el país vecino: "por la radio hacían programas en su memoria, recuperaban entrevistas de él, etc". Justo igualito que en España. ¿Por qué no harán caso nuestros dirigentes a personas tan lúcidas como Antonio Soler? Probablemente porque no sepan ni quién es. La incultura está en el ADN de todos ellos.
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