Para algunos super-humanos, la jornada comenzó tempranito con un baño en las aguas gélidas del Cantábrico: era una apuesta, y al parecer ganaron los escritores uruguayos -según me contaron, porque yo a esas horas y con esas temperaturas estaba refugiada en el hotel, escondida entre mantas y suplicando al caprichoso dios que se esconde entre las nubes que soplara un poco y se dignara a dispersarlas unas horas-.
El dios me escuchó: las nubes se alejaron, y fue un día maravilloso, de brisa cálida y sol. Al llegar al recinto de la Semana Negra, a media tarde, vi miles de pompas de jabón tornasoladas volando en un cielo tan azul como el de Madrid.
Me gustó enormemente la presentación del libro de Laura Fernández "La niña zombie", que compré y será mi próxima lectura; me atrajo por la forma desenfadada y cruda, divertidísima, de retratar el traumático período de la adolescencia. La presentó brillantemente Elia Barceló, celebridad de la Semana Negra, que nos habló al día siguiente sobre su libro "Hijos del clan rojo": no lo he leído pero me dio la impresión de ser un derroche de imaginación, aguda psicología y una trama apasionante.
También fue interesante conocer al autor francés (en España, traducido por la editorial Destino) Franck Thilliez, que reflexionó sobre las peculiaridades de la novela negra como género, en particular de la dificultad de crear un personaje original e impactante. Al ser ingeniero, científico de formación, habló de la novela como de un "experimento" para desvelar las disfunciones de nuestra sociedad y mostrar la existencia del principio metafísico del Mal. Para el autor no existen "buenos" y "malos", y sólo una tenue línea separa la normalidad de los actos de atrocidad más inconcebibles: cualquiera puede, en algún momento, traspasar esa frontera invisible, tal vez sin darse cuenta. El Mal nos rodea y parece extenderse como un virus contagioso que le puede ser inoculado a cualquier persona, pues en ciertos entornos, como en las guerras, se vuelve una epidemia general.
Me impresionó el afable carisma de Petros Márkaris, el famoso escritor griego de novelas policiacas, que con vehemencia y un acento francés sugerente nos habló de la crisis, del papel que en ella deben desempeñar los intelectuales para ofrecer alternativas ante la desesperanza general, ya que "si un pueblo quiere luchar, tiene que buscar las herramientas para hacerlo". Afirmó que desde el 2010 la crisis ha sido su única preocupación. Todos creían que sería breve, mientras él intuía desde el principio que había venido para quedarse, por lo que empezó a escribir una trilogía, a sabiendas de que la crisis sería más duradera que el proceso de escritura. Habló de la catástrofe que está suponiendo, del error de los políticos de tratar a Grecia como si fuera un caso aislado. Y de cómo una "simple" crisis ha ido deshaciendo el camino recorrido de la unificación europea. Porque la crisis, al cabo del tiempo, pasará, pero el odio permanecerá enquistado muchos años. Según él, citando las últimas palabras de Jean Monnet, el proyecto europeo no debía haber nacido de la unión económica (el Mercado Común) sino de la unión política y social. En Europa está creciendo la disparidad entre los Estados del norte y los del sur. Según Márkaris, nuestra crisis europea proviene de la ruptura del equilibrio entre Francia y Alemania, al igual que el neoliberalismo surgió de las cenizas de la lucha entre capitalismo y comunismo.
Asistí a todos los actos que protagonizó Márkaris. El domingo, Félix de la Concha fue pintando ante nosotros su retrato mientras conseguía hacerle preguntas originales, preguntas que no le hubieran hecho en la rueda de prensa ni en la presentación: así, Márkaris nos habló de sus orígenes armenios y de cómo se hicieron griegos sus antepasados por obra y gracia de una historia de amor, cuando el hijo de un rico armenio de Estambul decidió casarse con la sobrina de su criada griega, y al ser desheredado por su padre, eligió ser griego él y todos sus descendientes. Nos habló de Atenas, de lo que implica, allí o en Estambul, pertenecer a una minoría. Nos habló de los sucesos en Turquía, de la situación de las cultas minorías laicas del país musulmán, de los errores de Europa al gestionar la crisis. Félix de la Concha le hizo también preguntas sobre sus distintas facetas -como guionista de cine, dramaturgo, traductor de clásicos y prestigiosos autores contemporáneos y, ahora, escritor-. Márkaris habló de las influencias entre cada una de estas facetas y de cómo transfiere técnicas de una a otra (por ejemplo, la del plano-secuencia cinematográfico a la novela). Afirmó que nunca le había interesado la narrativa, y que de hecho sólo se lanzó en ella cuando "conoció" a su personaje, el ya famoso comisario Kostas Jarito pues, según el autor,el personaje "le cuenta" la historia. Mientras charlaban ambos artistas, pintor y escritor, el retrato se iba "pintando solo" ante nosotros, al hilo de la conversación, aparentemente sin esfuerzo. ¡Y Márkaris se mostró muy satisfecho con el resultado, exclamando jovial que en él veía a una persona que, "a pesar de ser hombre, le resultaba atractiva"!
Tal vez la gran sensación fuera el show de "Mongolia", con la carpa más llena. Risas estrepitosas, aplausos sin fin, chillidos ensordecedores de júbilo. Descubrí "Mongolia" en el Tren Negro. Es una revista de papel (sí: nos explicaron que ellos AMAN el papel, les "pone", y por eso fabrican revistas, folletos, libros y hasta pasaportes). "Mongolia", que se autodefine como "revista satírica sin mensaje alguno", es un proyecto delirante e iconoclasta, que arremete sin piedad pero con humor desternillante contra todos los valores establecidos, prejuicios, convenciones huecas, injusticas y abusos de nuestra sociedad, con un claro tinte ideológico "rojo materialista ateo". Fantásticas burradas, tan alejadas de lo políticamente correcto y de las formas de cortesía habituales que es difícil no partirse de risa. No hay institución que se salve, estos jóvenes brillantes y temerarios no dejan títere con cabeza. Independientemente de las creencias y tendencias de cada uno, son ocurrentes, refrescantes, y dan puñaladas certeras con grandes dosis de verdad. Compré su "Libro Rojo". Actualmente están arrasando en las redes sociales. Tienen cuenta en Facebook y Twitter, con un número siempre creciente de seguidores.
La noche en Gijón fue digna de la mejor película negra. Cuando terminaron las actividades en el recinto de la Semana Negra, pasadas las diez de la noche, se levantó la niebla. Nos dispusimos a buscar un lugar donde cenar, pero la niebla se cernió sobre nosotros, cada vez más espesa, y perdimos el sentido de la orientación. Tras el poderoso sol de la tarde, el agua del mar pareció evaporarse y flotar a nuestro alrededor formandovelos de humo salado. ¿Gijón? Era imposible reconocer la bella ciudad asturiana. Era una tierra de nadie. La niebla se tragaba los edificios y las siluetas humanas se diluían en la nada, y de la nada, desde cualquier esquina invisible, podía acechar un monstruo. Un vampiro. O un muerto viviente. Algún híbrido de Elia Barceló...
Un paseo sin brújula por calles de repente fantasmagóricas, acompañada por el hombre más oscuro de la Semana Negra, Silvio Galizzi encarnando a Vlad Tepes, su personaje, un vampiro que ya ha protagonizado varios filmes en Uruguay - aunque espero haberle convencido de que rueden los próximos en las nieblas de Gijón. Mañana os contaré más sobre él y el personaje con el que se confunde en sus películas.
Novela negra