En la entrevista, este consultor de empresas y emprendedor desarrolla sus métodos para adecuar los procesos de aprendizaje, gestión del cambio y formación a los nuevos tiempos. Su opinión tendrá que ser tenida en cuenta para reformar un sistema que está haciendo aguas por todas partes.
¿Qué le llevó a escribir Aprender es hacer?
Desde que me empecé a interesar por los temas del aprendizaje y la educación, me di cuenta de que los descubrimientos y los modelos sobre los que se construían los nuevos enfoques que me interesaban, estaban totalmente fuera del conocimiento de las personas, tanto profanas en el tema, la mayoría de ciudadanos, como profesionales, los propios profesores. Y que la educación se fundamenta en una serie de creencias, sin ninguna evidencia empírica que las soporte. Esta dicotomía de modelos mentales, el “tradicional”, ampliamente extendido, y los nuevos conceptos derivados de las cognitive science, muy poco divulgados, hacen prácticamente imposible el debate, sereno y racional, que el problema merece. Por ello escribí el libro, para poder dar divulgación, de una forma clara y sencilla, a estos modelos que nos han de permitir reinventar la educación y a la vez poner de manifiesto las falsas creencias que hoy dominan el sistema.
¿Cuál cree que es el principal problema del sistema educativo actual?
Los problemas son muchos, pero como dice Roger Schank se pueden reducir a dos: Lo que enseñamos, es decir, el contenido, y cómo lo enseñamos, o sea, el proceso. Enseñamos de una forma muy ineficiente cosas que no son de ninguna utilidad. Sé que esta afirmación saca de quicio a muchos profesores, pero es la verdad.
¿Por qué nadie quiere darse cuenta de que una parte importante de la enseñanza es completamente inservible en cuanto a su aplicación a la vida real?
Es lo que sucede con las “creencias”. Cuando estamos metidos en un sistema que desde los tres años nos machaca con contenidos teóricos que hemos de memorizar, y nos recompensa cuando aprobamos un examen, nos resulta muy difícil pensar “fuera del sistema”. Incluso las personas con buena voluntad para intentar mejorar las cosas son incapaces de salirse de estas creencias y solo saben discutir si una hora más de matemáticas es mejor que otra de filosofía o de historia, sin plantearse el por qué, en primer lugar, enseñamos estas materias y no hacemos otras cosas diferentes con otros métodos distintos.
¿Salen los alumnos preparados de las universidades?
Es evidente que no. Aunque esta afirmación requiere matices. Hay carreras muy exigentes, ridículamente exigentes, que lo que hacen es seleccionar a los alumnos más inteligentes, aquellos capaces de superar las absurdas pruebas de esfuerzo a que les someten. Entonces, las mejores empresas del mundo “cazan” este talento y les importa poco lo que realmente sepan, ya que si son muchachos con una gran inteligencia, voluntad, capacidad de esfuerzo y ambición, ya se ocuparán de que aprendan lo que requieren sus negocios. ¿Pero qué sucede con los demás, con los que son menos inteligentes o no tienen el entorno familiar adecuado para poder rendir al máximo? ¿Y con las facultades menos exigentes, que son la mayoría? Pues que desperdician una enrome cantidad de energía y tenemos 1 millón de licenciados en paro. Un buen sistema educativo debería tener como objetivo que todos los muchachos, sin excepción, salieran más inteligentes de lo que han entrado. Y ello es perfectamente posible.
¿Cree que los profesores están concienciados acerca de este problema?
Algunos sí y otros no, pero en general veo que el stablishment educativo no tiene ninguna presión significativa para cambiar las cosas con la radicalidad que se requiere.
¿Cómo definiría la relación profesor-alumno en las universidades? ¿Podría decirse que el alumno es sólo un número?
Una vez un profesor, muy activo en su campo de investigación, que es a lo que aspiran la mayoría de profesores, me la describió de una forma muy concreta. “Tenemos un pacto, les pedimos que no nos molesten demasiado y, a cambio, con poco esfuerzo, les damos un aprobado”
¿Por qué las “soluciones” que se están proponiendo no consiguen mejorar el sistema?
No veo que se pongan muchas soluciones, además las que se ponen no tienen ningún fundamento para que funcionen, son más de lo mismo, con otros nombres.
¿Cree que alguna de ellas se ha probado como realmente eficaz?
Le puedo decir que la que propongo en mi libro, el story centered curriculum, funciona muy bien y se ha probado con éxito con un número significativo de estudiantes que están felices y contentos con lo mucho que han aprendido y con los empleos que han encontrado. El reto que tenemos ahora es que sea un modelo escalable.
¿Cómo hemos llegado a esta situación en relación con la enseñanza?
Por un lado está el conjunto de “creencias” que matan la innovación. Me refiero a la idea de que la educación se basa en asignaturas, clases magistrales, estudio y exámenes. Si no se cambia esto, no hay posibilidad de avanzar. Por otro están las leyes, que regulan hasta lo inimaginable y los intereses corporativos de los profesores, muchos de los cuales son funcionarios. El sistema educativo, tal y como lo conocemos hoy, está petrificado.
¿Qué opinión le merece el plan Bolonia?
Me parecen buenas ideas muy mal ejecutadas y sometidas por los intereses particulares de cada estamento educativo.
¿Por qué hay cada vez más abandono escolar?
Porque lo que se hace en las aulas es irrelevante e inútil y los chicos lo saben. No quiero con esto decir que es mejor estar por la calle jugando al billar que yendo a clase, pero si no conseguimos que lo que sucede en el aula sea de interés para ellos, seguirá habiendo abandono. Y lo peor del caso es que este abandono sucede mayoritariamente en las clases menos privilegiadas de la sociedad, obviamente en las que la historia o la filosofía son todavía mucho menos relevantes, condenando a estos chicos a un incierto futuro en la sociedad del conocimiento.
¿Podría contarnos alguna de las medidas que usted propone para mejorar la educación y la docencia?
Están, creo, bien explicadas en mi libro. No son medidas aisladas, sino un cambio completo de sistema. Necesito las 250 páginas de libro para que el lector interesado pueda hacerse una idea rigurosa de lo que proponemos.
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