Jesús Ferrero llega a nuestra cita tocado con un sombrero de ala ancha, vestido con ropa de tonos oscuros, que no negros. Parece traer el halo de misterio de su protagonista pero con un toque de los años cuarenta, deliberadamente, ella misógina y andrógina, él más serio y ecléctico. En la conversación quiere que todos los términos queden claros, que no dejemos nada al azar, como él mismo hace con sus novelas.
"Me gusta construir mucho mis personajes", nos dice nada más comenzar a hablar. Quiere que quede claro. Esta nueva novela negra es la segunda que escribe de temática negra, pero no la última, porque quiere ir compaginando en su literatura, sus obras características y la novela negra. De hecho, ya está inmerso en una tercera aventura de Ágata Blanc, que esta vez se desarrollará en París y que será bastante diferente a lo que hemos ido conociendo en las dos primeras entregas. Pretende que aún siendo Ágata la protagonista, aparezca poco, "sólo para rematar la trama", nos adelanta el autor.
"La noche se llama Olalla" es "una narración coral", con 5 ó 6 protagonistas que se van repartiendo el protagonismo. Comienza la narración en primera persona, con el diario de Olalla, una joven veinteañera que morirá en extrañas circunstancias. "El año 2012 fue un año especialmente violento, sobre todo el verano. Así, empecé a escribir un diario en donde anotaba todas las desgracias que iban sucediendo, algo parecido a lo que hace Olalla, pero el mío más reflexivo", cuenta Jesús Ferrero. En ese diario escribía cosas de su propia vida que no cabían en la novela, El de Olalla es más femenino y con elementos sentimentales de la pasión amorosa que sentía por Julio, ya se sabe lo que ocurre en un primer año de romance y con un extraño presentimiento de que iba a morir. "Mis amigos que han muerto jóvenes, en algún momento de su vida presintieron que iban a morir", recuerda.
Esa visión coral "hace que la historia tenga una visión más panorámica", apunta con rigor. Pero, para el autor, las claves del desarrollo de la novela son dos: "Me he basado en dos sólidos principios. Por una parte, he seguido la máxima de Nicolás Maquiavelo: deja que las cosas sucias las hagan los otros y por la otra, he seguido la estrategia china del El arte de la guerra de Sun Tzu: intenta ganar la guerra sin plantear una sola batalla", nos descubre el escritor zamorano, afincado en Madrid.
Con estos dos principios, entendemos todos los resortes que se emplean en la novela y las elipsis que contienen y por qué cita a Sartre y su pensamiento de por qué es concebible respetar a los verdugos y no despreciarlos. Porque el leit motiv de la novela es la venganza, la que pergeña Julio, el novio de Olalla, y que Ágata sigue de cerca y no interviene. Para Julio, "la venganza se puede entender como una salida para soportarse a sí mismo", explica y continúa diciendo "él establece las claves de su venganza en un presunto diálogo con su novia, un diálogo un tanto paranoico".
"Utilizo varios registros en la novela que le dan otro aire, a mi entender, y mucha agilidad a la narración", opina. Para ello, utiliza todos esos protagonistas que son muy diferentes entre ellos. "Los tres amigos que perpetran el crimen son personas de diferentes ideologías, pero unidas por un mismo fin. Uno es de extrema derecha, el otro de la izquierda exquisita y el último de la extrema izquierda. Todos tienen ese halo oscuro que les une y que lo hacen de manera inconsciente", apunta.
A Jesús Ferrero le gusta trazar bien a sus personajes, con los tres amigos delimita muy bien sus características. Uno de ellos, el profesor, sentirá remordimientos por lo sucedido. A otro lo retrata totalmente amoral y al último muy pusilánime. A estos malvados, por decirlo de cierta manera, los mima literariamente, "cuando escribo una novela presto la misma atención a los malvados que a los que no lo son tanto. Entre otras razones porque los malvados no lo son tanto y los buenos, igual", analiza.
Si una característica define a La noche se llama Olalla es la diferencia. "He querido desde el principio que Ágata sea distinta, amante de la antropología y la sociología, quería una protagonista que se saliese de los cánones del detective típico sin rebajar para nada el lenguaje y el tratamiento de la trama", describe. Ágata sigue haciendo las labores típicas del investigador, las vigilancias dentro del coche suelen ser largas y tediosas, pero ella utiliza métodos que bordean la ley: no le importa allanar un domicilio si con ello consigue las pruebas necesarias. También ha querido darle una nacionalidad un tanto difusa. Española viviendo en París que se siente igual de segura en Madrid que en París y una sexualidad andrógina, bisexual, "esto te da posibilidades para todos los lados", reconoce.
Pero ante todo, lo que ha querido es hacer una "novela muy del presente", muy actual, ya que se desarrolla en el año 2012, como ya hemos apuntado. La novela se encuadra en Madrid y en su periferia, "es la nueva ciudad que se está formando y que va surgiendo poco a poco", señala y añade que "los escenarios van supeditados a la acción, van surgiendo según los pida".
Y como siempre lo hace de manera muy visual y cinematográfica, no por ello es guionista de películas de reconocido prestigio, tanto en España como en Francia. Pese a ello, "no quiero que la novela parezca un guión. Una novela se puede parecer a una película, pero nunca a un guión", enfatiza de manera vehemente, aunque reconoce que le entusiasma el género cinematográfico, sobre todo, las películas B movie de los años cincuenta.
En cuanto al futuro de la literatura, lo sigue viendo de manera optimista, aunque cree que "la librería, tal y como la conocemos, va a desaparecer. Lo que nunca va a desaparecer es el libro, que es una herramienta muy bien concebida, ya que es un artefacto con el que puedes mantener prácticas muy amables y es muy amoroso", afirma. Para su futuro nos adelanta que no piensa demorar tanto tiempo, como esta vez, entre una novela negra y otra. Por si acaso, se lo recordaremos.
Puede comprar el libro en: