En el año 1614, hará el año que viene cuatrocientos años, una embajada japonesa llegó a España dirigida por el samurai Hasekura Tsunenaga con la intención de llegar a Roma para ver al Papa y pedir protección para los católicos japoneses. En el siglo XVI, San Francisco Javier cristianizó algunas tierras de Japón, China y, sobre todo, India. En el subcontinente asiático todavía quedan muchas iglesias católicas fundadas por el santo navarro.
En el siglo XVII, los católicos de esas tierras, siempre en minoría, sufrieron presiones para abandonar su religión. La legación japonesa emprendió un largo viaje para que el Santo Padre les protegiese. La respuesta no debió ser la esperada porque a la vuelta de la entrevista, muchos japoneses católicos decidieron quedarse en Coria del Río, rico puerto en el Guadalquivir. Uno de estos descendientes es el conocido arbitro internacional Japón Sevilla. Basándose en esta historia, Francisco Narla decidió contarla, pero a su manera, uniendo dos militares, uno japonés, otro español, el uno samurai, el otro soldado de los Tercios de Flandes, la mayor maquinaria bélica de aquellos momentos.
"En España no somos amantes de reconocer lo bueno que hemos tenido en el pasado, incluso en el presente", afirma el escritor lucense y continúa diciendo "parece que nos tenemos que arrepentir de nuestro pasado", cuando los españoles se portaron infinitamente mejor que los belgas en el Congo, donde hicieron un genocidio en toda regla, por ejemplo, o los británicos o franceses en América, que masacraron a todas las tribus indígenas, por no hablar de los holandesas o alemanes en África. Los españoles fueron los únicos que se mezclaron con los habitantes de las tierras que conquistaron. Sin embargo, como dice el autor, parece que nos avergonzamos de nuestro pasado y que "sólo nos atrae la picaresca".
Aún diciendo sobre nuestro pasado lo que dice con toda la razón, no deja por ello de reconocer los errores que se cometieron. "España inventó la inflación, gracias a las minas de plata de América y los mercados de las sedas o de la naranja. Fue un espacio regado por la codicia de muchos lo que ha conformado a España tal y como es ahora", apunta certeramente, pero también reconoce el acierto que, para él, es llevar la cristiandad a todos los confines del planeta, "además, fuimos mucho más benevolentes que ingleses o franceses", repite.
Rònin es una gruesa novela histórica de casi 900 páginas, "pero el borrador inicial se iba a las 8000 páginas", reconoce el autor. Otra opción que barajó fue hacer una trilogía pero cree que "la historia debe ser completa. No me gusta jugar con el lector. Hay que ser honrado con ellos y darles una historia completa. Si no siento que estoy estafando al lector al dividir la obra en varias entregas", puntualiza.
El proceso de creación de esta extensa obra, le ha llevado casi ocho meses de documentación y año y medio de escritura. También es consciente de la dificultad que tienen estas obras tan extensas para ser traducidas a diferentes idiomas. "El coste de una traducción de estas obras tan extensas en cuantioso y sale muy oneroso para el editor extranjero", explica vehementemente.
Lo que más le llama la atención a Francisco Narla es la historia por encima de los personajes, aunque en esta ocasión ha querido enfrentar a dos personajes distintos pero que tienen puntos de semejanza. El samurái azotado por el viento y el militar español curtido en las campañas de Flandes. Dos personajes en principio antagónicos: uno lucha por el honor, el otro por el dinero. Terminan uniendo sus destinos y trabando una amistad épica.
Aparte del hecho insólito de la llegada de unos japoneses a España, el novelista siente una gran amor por la cultura japonesa a la que conoce bastante bien gracias a su trabajo como comandante de aviones en una compañía aérea. "Es difícil de entender la cultura japonesa. Yo sólo soy una persona fascinada por su cultura, debido al cierre de fronteras que se produjo hace dos siglos y medio", señala. Pese a esas dificultades, al escritor gallego se le nota su conocimiento. Los capítulos del libro los denomina magari, que es el turno del juego del go, una versión mucho más compleja que nuestro juego de ajedrez y que supone la representación militar de una batalla dentro del tablero.
"Todos los hechos que se reflejan en el libro son históricos. Aunque hay personajes que lo son y otros inventados", nos desvela. El viaje de los protagonistas es un viaje que bien pudiera haber sucedido. "La acción no sólo transcurre en España, Madrid y Sevilla, sino que también sucede en la Filipinas de la época colonial, Acapulco, México, Veracruz y, por supuesto en Japón", cuenta.
Para él, una novela tiene que tener muchas historias dentro para que sea realmente completa. "Hay amor, sexo, venganza, aventuras, peleas y una personajes que vayan evolucionando y empaticen con el lector, sin olvidar el sentimiento y la emoción", opina. Francisco Narla escoge para sus obras un narrador omnisciente, ya que opina que "el uso de la primera persona tiene que estar hecho con mucho acierto para que no resulte chirriante y la longitud de la obra tiene que ser la justa. Cada historia te pide su longitud". Francisco Narla tiene tanto que contar que sus obras no pueden ser cortas y en ellas nos sumerge en unos mundos desconocidos, por lo lejano, que los hace accesibles. Estamos seguros de que seguirá buscando hechos insólitos para contárnoslos en próximas obras.
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