"Islandia era como Alemania del Este. Todo gris, siempre llovía, todo estaba muy controlado, excesivamente controlado por unos señores vestidos de gris. Sólo había una cosa de todo, un árbol, un niño, un restaurante, etc. Pero en la década de los ochenta todo cambió y se enriqueció, nos volvimos más viajeros hasta que el uno de marzo del ochenta y nueve se legalizó la cerveza. Y esto fue nuestra caída del muro de Berlín. La caída del muro de la Cerveza", así explica el escritor nacido en Reykiavik la metamorfosis kafkiana que se produjo en su país, en el que gracias a la cerveza, se llenó de vida, se llenó de gente por todas partes haciendo que la nación se despertase tras siglos de languidez. "El efecto de la cerveza" hizo que a partir de ese momento el tiempo pasase más deprisa.
La protagonista de La mujer a 1000º es una anciana que vive solitaria en un garaje, enganchada a Internet y con una granada en la mano. "La vida de esta mujer ha sido una guerra constante, una lucha permanente y en parte se debe a la Segunda Guerra Mundial, que aunque no luchase en ella, sí la afectó en todos los ámbitos", dice el novelista islandés. Y le afecta de tal manera que una de sus amigas, una hija de un nazi que dirigió un campo de concentración la enseñó a masturbarse, "me gustaba la idea de que una nazi lo hiciese, qué mejor que ella", agrega con la retranca que debe ser típica del humor islandés y que a nosotros no nos deja precisamente fríos.
El libro, escrito en primera persona por la anciana, es una clase magistral de romper tópicos y mover conciencias. "Lo hice adrede. En mis otras novelas el protagonista era un hombre que valoraba a las mujeres en función de su aspecto. Se reía de las mujeres. En este libro quería hacer exactamente lo contrario. Reírme de los hombres, hacerlos parecer estúpidos desde el punto de vista de las mujeres", razona.
A la protagonista de la novela, no llegó a conocerla personalmente, sólo pudo hablar con ella por teléfono una hora y media. Cuando quiso ponerse en contacto con ella para contar su vida, se enteró de que había fallecido. Se documentó todo lo que pudo y se puso en el papel de esa anciana. "Cuando empecé a escribir no sabía muy bien por dónde iba a ir la novela y cómo tratarla a ella, que me parecía muy masculina. Fui utilizando cosas de la vida real, pero también inventadas, como la anécdota de The Beatles en Hamburgo. Ahí no quise que se convirtiese en un Forrest Gump y cambié de registro", matiza el escritor.
La protagonista es un personaje que ha gustado en el mundo femenino, probablemente porque las mujeres son las principales consumidoras de ficción, entorno al 70% según datos de las distintas editoriales. "Pero el libro ha generado polémica en Islandia, sobre todo por parte de la familia del primer presidente de Islandia del que era nieta", apunta sonriente y relajado el escrito,r que se encuentra en España a gusto, mitad por el clima mitad por la calidez con la que le han tratado.
Sin embargo, en otros países no ha ocurrido lo mismo. "La novela no ha sido traducida al inglés", anuncia, quizá porque los describe de forma poco afortunada. "Los ingleses están en todas las guerras con los estadounidenses. Pero los culpables de todas estas guerras son los americanos. El mejor ejército que tienen los británicos es la BBC, porque siempre están informando de todas las guerras y de ahí que los ingleses parezcan como una parte neutral y por eso no se les culpa de nada y se salen siempre con la suya. Por eso, en el libro soy muy crítico con ellos", desvela Hallgrímur Helgason, que en su juventud vivió en Estados Unidos y no consiguió que pronunciasen bien su nombre en todo el tiempo que estuvo allí.
También se muestra así con los daneses. "Tenemos una relación complicada con Dinamarca. Fueron nuestros amos por 600 años y los islandeses tenemos la sensación de que no nos trataron bien. Ni siquiera se acordaban de nosotros, no les importábamos y se olvidaron de nosotros", puntualiza el escritor. De ahí que cuando las tropas británicas ocuparon Islandia no se les hizo frente, ahora eso sí, hubo algunos jóvenes que se fueron a luchar al bando alemán, como el padre de la protagonista. "Ahora la relación es amistosa, pero continúa habiendo una cierta hipersensibilidad, quizá motivada por el complejo de inferioridad que tenemos hacia los daneses. Se refleja en que al fútbol nunca hemos sido capaces de ganarlos", señala con un tono divertido y futbolero.
Casi igual de crítico se muestra con los compatriotas. "Hace cuatro años un aire nuevo inundó nuestra política. Pero, nadie es perfecto, han vuelto a ganar las derechas, las que nos llevaron a la crisis bancaria. La gente se ha sentido insegura y ha tenido nostalgia de lo antiguo. Por eso han vuelto a votarles, porque estaban cansados de hablar de la crisis. Lo mismo les ocurrió a los rusos una vez que desapareció la Unión Soviética, a los cuatro años volvieron a votar a los comunistas", con este comentario, desentraña el sentimiento de los ciudadanos tanto de su país como de otros y se nota el fino analista político que es. Sobre todo, crítico.
"Uno de los esterotipos de Islandia es el hecho de que el idioma no ha cambiado en 1000 años porque no se hablaba casi, se leían las sagas por las noches. Ahora eso ha cambiado y se habla mucho, ahora hay muchas emisiones de radio donde solo se habla y habla con mucha verborrea", cuenta el escritor del sombrero de panamá y un cráneo afeitado que le debe producir un frío terrible en su tierra.
Sin embargo, se muestra muy indulgente con la Unión Europea y con el Fondo Monetario Internacional (FMI). "Gracias a ellos obtuvimos préstamos que nos están ayudando a salir de la crisis", apunta. De ahí que los islandeses sean partidarios de entrar en la Unión Europea con todas sus consecuencias. Esto les vendría bien, a su parecer, porque el pueblo islandés "es muy cabezota. Nos cuesta cambiar y modificar nuestra conducta", añade.
La mujer a 1000º es un repaso lúcido a los últimos setenta años de su historia, a la vista de una anciana con mala leche que va recordando su vida y la de sus conciudadanos. Algunos de estos recuerdos parten de la realidad, pero otros de la conexión que tiene la protagonista con las redes sociales. "Internet se ha vuelto esencial. Nos permite estar en contacto con personas de todo el mundo. Cualquier libro sobre la vida actual que no mencione Internet es algo absurdo", puntualiza.
Hallgrímur Helgason ha escrito una bella y ácida postal de su país. Con una gran humanidad y un sentido crítico ha contado la historia de "la mujer más repugnante que haya vivido jamás". En contraposición, de su madre no guarda apenas recuerdos porque, como escribe, "quien no guarda recuerdos de su madre es que ha tenido una buena madre". Como a él, a mí me ocurre lo mismo. En nuestro próximo encuentro nos prometemos tomarnos una cerveza a la salud de nuestras madres y a la caída del muro de Berlín y ¿por qué no? a la caída del muro de la cerveza.
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