Terezín, la ciudad natal del protagonista de Por el país del frío, sirvió durante la Segunda Guerra Mundial como campo de concentración de judíos del Este; desde allí, la Gestapo los enviaba a los campos de exterminio. Las autoridades locales checas han decidido enterrar este recuerdo del terror, destruyendo la ciudad y manteniendo un monumento conmemorativo.
Pero el protagonista de esta novela, que pertenece a la última generación de habitantes de Terezín, ha convivido desde niño con esos restos del horror nazi: viejos barracones repletos de catres, objetos de los asesinados, notas manuscritas de los enviados a los campos de exterminio. Para él, borrar del mapa Terezín es también eliminar su infancia, su vida. Con la ayuda del tío Lebo, un testigo directo de aquellos tiempos, decide luchar por conservar la ciudad tal y como está, aunque para ello tengan que recurrir a métodos de financiación no del todo ortodoxos. Y durante un tiempo tienen éxito: una muchedumbre de curiosos, la mayoría parientes de las víctimas que pasaron sus últimos días hacinadas en la ciudad, peregrinan hasta Terezín buscando respuestas. Y Lebo está dispuesto a dárselas.
Por el país del frío, en un brillante ejercicio de reflexión sobre la historia europea del siglo XX, narra los hechos que acaecieron a un personaje convertido, por accidente, en un experto en museos del horror que inicia un viaje como guardián de la memoria de Europa del Este. Así, esta novela nos mostrará hechos de una brutalidad incomparable que acaecieron en estas regiones europeas y que han quedado relegados al olvido incluso en los mismos países en los que tuvieron lugar.
De este modo, Jàchym Topol nos cuenta cómo, en números relativos, la población de Bielorrusia fue de las más esquilmadas, con alrededor de cuatro millones de muertos, siendo su población al inicio de la Segunda Guerra Mundial de diez millones de personas (bastante menos que muchos otros territorios del este de Europa) o cómo, en algunas ocasiones, no eran los alemanes los que se dedicaban a ejecutar a poblaciones enteras, sino que eran habitantes del mismo país quienes lo hacían, algo que en toda Europa ha quedado olvidado. De este modo, con escenas de semejante crueldad y salvajismo, el autor de esta novela consigue anclarse a nuestra alma y destruir muchas de las ideas preconcebidas que poseíamos antes de comenzar a leer esta novela.
Pero no sólo se centra en la guerra, sino también en los hechos ocurridos durante el gobierno comunista y sus políticas de sovietización forzadas, las cuales también costaron un gran número de vidas y reprimieron a todos aquéllos que sacaban a relucir el pasado e intentaban mostrarlo tal y como había sido a toda la población que quisiera escucharles.
En definitiva, mediante un tono cáustico y extremadamente afilado, Por el país del frío es una gran novela que, además de relatar numerosos hechos de la historia de Europa que quedaron relegados al olvido, cuestiona la gestión tan cínica e irresponsable que se ha realizado acerca del pasado.
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