El protagonista de la novela es un niño de unos diez años, asombrado de la vida que le toca vivir en un suburbio de Málaga. El barrio donde reside es uno de los muchos de clase media baja que poblaban las ciudades españolas en esos años que crecieron al calor de las edificaciones sociales del sindicato único del régimen franquista. Esas casas que fueron levantadas en aquellos años, se fueron muriendo de aluminosis según se fue desintegrando el forjado fascista que las sustentó. Todo gracias a una corrupción generalizada que construía edificios que se caían o enfermaban.
Esos barrios periféricos nacieron enfermos y se poblaron de emigrantes que llegaban de diminutas aldeas buscando una prosperidad hurtada a sus lugares de procedencia. Esas personas no entendieron, hasta bien pasados los años, el mundo al que habían llegado. Se colocaron en fábricas y en trabajos donde la cualificación profesional casi no era necesaria. Trabajadores manuales que se limitaban a cumplir las más estrafalarias indicaciones de trabajo.
El protagonista, del que nunca sabremos el nombre y que a su vez es el narrador de Una historia violenta es una víctima del tiempo en que nació. Sus padres, de extracción humilde, él camionero y ella, de profesión sus labores, conformaban uno de tantos matrimonios que se esforzaban por cuidar a sus hijos y darles la mayor educación posible. El narrador mira perplejo todo lo que le rodea, no sólo a su familia, sino a sus amigos y sus vecinos. Es, al fin y al cabo, un observador tan pertinaz como la sequía de aquellos años.
El narrador es, a su vez, la víctima. La víctima de uno de sus mejores amigos. En aquella época, como en ésta, las amistades infantiles se formaban en tríos. El trío dinámico de esa amistad lo componían Ernestito Galiana, Mauri y el narrador. El primero era el hijo de un nuevo rico que tanto afloró en aquella época; los otros dos eran de extracción más humilde e, incluso, lumpen en el caso de Mauri. En esa relación saltó uno de los sentimientos más odiados, la envidia. Los celos que sentía Ernestito del protagonista y a la inversa, aunque éste sentía más admiración que envidia..
Una historia violenta es una novela muy visual y descriptiva. Pero Antonio Soler se cuida mucho de dejar un espacio necesario para que el lector rellene con su imaginación los huecos que dejan las descripciones de los personajes y de las situaciones. Siempre mide con precisión el autor los huecos que deja para que la historia no se le escape de las manos, con ello consigue que el lector se convierta en un cómplice del escritor.
La novela está dividida en tres partes, que son cada uno de los hechos violentos que le suceden al narrador por parte de Ernestito Galiana, chaval voluminoso de carácter excéntrico con el mal de la envidia corroyéndole las entrañas. El primer acto no deja de ser, en cierta forma, nimio; el segundo es un poco más importante, pero el tercero tendrá consecuencias fatales. El no haber sabido atajar a tiempo un hecho trivial puede traer episodios fatales. Es como el aleteo de una mariposa en el confín opuesto del planeta.
Antonio Soler escribe como es habitual en él, con maestría y honestidad. Sus novelas suelen ser largas reflexiones de un narrador que es testigo de lo que le rodea. En esta ocasión es el retrato de una clase social que vive en los arrabales de una gran ciudad y los protagonistas son niños que no terminan de entender el mundo que les rodea, pero que intentan por todos los medios hacerlo.
La editorial Galaxia Gutenberg ha hecho con Antonio Soler un gran fichaje. Añade a su larga lista de escritores uno que se encuentra entre los mejores del país. Un escritor que lleva años escribiendo novelas sensacionales y que ha conseguido, con ésta, la mejor novela social del año.
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