Cada vez está más extendida la opinión de que nuestra biología determina lo que somos. Que tener el gen de la diabetes, o del cáncer, o de la obesidad nos hace más propensos a padecer cada una de esas patologías. Los medios de comunicación, ávidos de titulares, favorecen esa tendencia. Al fin y al cabo, si los genes son culpables de la adicción al tabaco, de la torpeza al volante o de la alopecia eso hace inevitable que fumemos, abollemos más nuestro coche o seamos calvos, y no hay nada que podamos hacer al respecto, ¿verdad?
En realidad, sí que lo hay. Tal como demuestra Jörg Blech, los últimos descubrimientos científicos ponen de manifiesto precisamente lo contrario: somos responsables de nuestros genes. Nosotros, y lo que nos ocurre a lo largo de la vida. El afecto recibido durante la infancia, lo que comemos, si hacemos ejercicio o cultivamos el intelecto son cuestiones que determinan lo que somos, afirma Blech, en mayor grado que la herencia genética.
Las sustancias adictivas y la contaminación, pero también las experiencias, los sentimientos y las relaciones, dejan huellas biológicas en las neuronas y determinan cómo se encuentran nuestras psiques. Del mismo modo, las personas que realizan ejercicio, comen fruta y verdura en abundancia, no fuman y consumen alcohol con moderación prolongan su vida una media de catorce años.
De este modo, podemos ver cómo nuestra existencia no está tan predeterminada como pensábamos y como muchos quieren hacernos creer y quienes son conscientes de ello han comenzado a moverse por el mejor camino para explotar todo su potencial y decidir cómo quieren que sea su vida.
En definitiva, estamos ante un ensayo ilustrativo y ameno que nos enseña que no somos marionetas manejadas por nuestro genotipo, ya que, aunque en parte los genes sí nos controlan, nosotros también podemos controlarlos a ellos.
Críticas
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