Mario Escobar vuelve a enfrentar a sus investigadores a nuevos misterios históricos
Su nueva obra es el canto del cisne de su protagonista, pero se va resolviendo un nuevo caso, tan complicado y original como todos los que ha protagonizado y se va calladamente, quedamente, sin un final épico que nos hubiese gustado más porque el protagonista se lo merece. Con él hemos recorrido cuatro continentes, con él nos hemos emocionado, con él nos hemos enterado de enigmas históricos ocultos que ha ido desvelando, con él hemos disfrutado de aventuras en lugares exóticos y, por supuesto, con sus dos amigos.
En El testamento del diablo vuelven a aparecer viejos amigos de los protagonistas como Winston Churchill, personaje que sale en varias de sus novelas, o Carl Gustav Jung, del que se habla en El mesías ario. Pero también aparecen los protagonistas más señalados de la revolución rusa. Lenin, Stalin y Trotsky con otros personajes ficticios que nos dan una idea muy aproximada de lo que ocurrió a comienzos de 1917 en San Petersburgo.
Como siempre, Mario Escobar monta un thriller histórico donde la emoción va in crescendo. La trama gira en dos direcciones; una, el viaje de Lenin desde Zúrich a San Petersburgo y las vicisitudes que le ocurren y que se resuelven gracias a la intervención de nuestros héroes y, otra, la búsqueda del manuscrito llamado "Los protocolos de los sabios de Sion" que múltiples manos se quieren hacer con él, para desmontar una trama en que los judíos se quieren hacer con el control y el gobierno del mundo.
Con estos ingredientes, el desarrollo de la novela se forja en capítulos breves, más bien son escenas cinematográficas que capítulos, donde casi todos ellos terminan en suspense, con algún truculento suceso que nos dejan con la intriga para el próximo paso, y así poco a poco la trama va enganchándonos desde los primeros capítulos. El planteamiento de la obra es breve, las escenas pasan rápidamente y la emoción nos inunda con un guión que no da respiro.
Las características de su obra se reflejan en su nueva novela. Precisión, concisión, descripciones milimétricas, tanto físicas como psicológicas y, sobre todo, acción. Escobar no concibe la literatura si no hay acción y misterio. Son sus dos principales bazas para atraer al lector que busca una literatura cercana al cine. Lo audiovisual predomina en la nueva era que nos ha tocado vivir; como el audio es imposible de reproducir en un libro, lo visual es la principal baza de sus novelas.
Estamos pues ante una obra moderna, actual; una obra donde lo preciso predomina, donde no encontramos largas descripciones sino aceradas acciones que nos van dando sobresalto tras sobresalto continuamente. Sólo se detiene en unos diálogos más depurados, más elaborados, que nos van dando las claves de lo que piensan los protagonistas. Sus diálogos nos dicen mucho de la psicología e idiosincrasia de los actores de esta novela.
Así, poco a poco, Hércules Guzmán Fox, haciendo gala de su fina inteligencia, resuelve su último caso, no el más complicado, pero sí el más diabólico, porque las fuerzas del mal están presentes en el libro. Unas fuerzas en las que no cree, todo lo contrario que Lincoln, que con y su formación religiosa, su padre pastor evangélico, da el contrapunto al protagonista. El autor suele dar dos visiones de todos los acontecimientos para que el lector decida, hay un cierto afán pedagógico en sus obras, tanto histórico como religioso.
Estamos, pues, ante una obra que tiene todas las virtudes de sus anteriores obras y sus defectos. A algunos les gustará, a otros no, pero a todos entretendrá. Se va el investigador español más original y leído. Se va al Olimpo de los héroes donde se le recordará. Y ahora, ¿qué nuevos desafíos emprenderá Mario Escobar? No es fácil de responder, la respuesta la tiene solo él. Estaremos atentos a sus nuevos retos, seguro que no nos defraudará.
Crítica literaria
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