Era muy joven cuando en la isla en la cual nací, Cuba, y en la ciudad en la que crecí y me formé, La Habana, cayeron en mis manos las obras: Pedro Páramo y El llano en llamas de Juan Rulfo. Recuerdo que las leí con avidez y sé que marcaron el imaginario de lectora que aún me acompaña.
Confieso que el transcurrir del tiempo traiciona la memoria, y que cuando empecé a soñar la idea de esta selección tuve que volver sobre Pedro Páramo. Ahora, desde la madurez en la que se instala un tiempo reflexivo, Comala caló con mayor profundidad.
Nada nuevo puedo aportar a lo mucho que se ha dicho sobre este excepcional autor al que bastaron dos obras para conseguir la inmortalidad: el más importante narrador mexicano del siglo XX, el precursor de lo real maravilloso, singular en su poética, plenamente vigente en sus textos, una sombra alargada que continúa ejerciendo influencia sobre los autores iberoamericanos. Nada menos que el hombre que habló sobre el silencio.
El centenario de su nacimiento provocó mi deseo como editora de recordarlo de alguna manera. Entonces surgió la idea de esta selección, de pedir a autores de Iberoamérica cuentos inéditos inspirados en Rulfo. Y este es el resultado: veintitrés cuentos, de siete países, cada uno a partir de su peculiar mirada ante una obra que continúa mostrándose misteriosa y fantástica.
Un libro es el empeño de muchos, por eso quiero agradecer en primer lugar a los veintitrés autores su magnífica disposición de colaborar con este afán, sacando, todos ellos, un preciado tiempo para entregarlo en la fecha fijada.
A Liliana Díaz Mindurry por su prólogo, más que prólogo, ensayo, sobre este libro, en el que cada cuento tiene su particular valoración. Una contribución en más de un sentido. Sin su ayuda este libro no sería el que es.
A Francisco Garzón Céspedes por su introducción poética; a Edgar Borges, Marifé Santiago Bolaños y Froilán Escobar, por hacer posible la presencia de algunos de los autores que aparecen en esta selección.
A los autores que forman parte del catálogo de Huso que se entusiasmaron con este proyecto y aquí están.
A Irene Muñoz Serrulla, la correctora, por la paciencia que ha tenido conmigo en el proceso de edición.
A Diana Balboa, pintora amiga, por haber creado una obra para la cubierta de este libro.
A Roberto Carril Bustamante, por el hermoso diseño de la colección.
A Rulfo no he querido rendirle homenaje sino celebrar su existencia y su legado cien años después.
Solo deseo que este libro: Rulfo. Cien años después. Veintitrés autores lo celebran, cubra las expectativas que el lector, a quien, finalmente, va dirigido, tiene de una nueva creación. Que consiga transportarlo a ese territorio mágico, presente en la obra de Rulfo, y en cada cuento que se incluye en esta selección.
Deseo, finalmente, que provoque alegría leerlo porque como dijera Rulfo: “Nadie anda en busca de tristezas”.
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