En “El eco de los disparos” incluía unos pequeños relatos relacionados con la violencia en Euskadi. Es precisamente aquel relato “Los barbudos”, lo que parece dar origen a la novela "Mejor la ausencia". “Los relatos los escribí para mí, mientras reflexionaba sobre el ensayo, no tenía muy claro si incorporarlos, más tarde, los lectores me dijeron que se había quedado con ganas de leer más relatos”, dice Edurne Portela en la entrevista que mantuvimos en las oficinas de Disueño Comunicación.
“Me gustó tanto, después de probar, que decidí explorar esta vía”, reconoce risueña pero es perfectamente consciente que ha sido el ensayo la que la ha llevado hasta donde está. “Escribir el ensayo me ha dado la suficiente seguridad para escribir la novela”, apunta. Pero no todo han sido facilidades, en la primera versión de su novela había escogido un narrador omnisciente que, después de escribir un montón de páginas, se dio cuenta que no funcionaba. “No era esa la historia que quería contar”, puntualiza.
Uno de los principales logros de “Mejor la ausencia” sino el mayor de todos es dar con una voz perfectamente reconocible. Una niña que va creciendo desde la infancia a la adolescencia y va cambiando, lógicamente, su forma de expresarse y escribir. “Para conseguir la voz de Amaia tuve que hacer un trabajo de introspección para saber todo lo que podía entender y comunicar una niña de esa edad. No hice investigación, me situé en la memoria de mi infancia y recordé el mundo afectivo que puede tener con esa edad. Los muchos porqués que suelen preguntar sin parar los niños”, explica Edurne Portela.
“Me metí mucho en el personaje, yo quería entender que esta niña dulce y sensible cómo reaccionaba a todo lo que va pasado en su familia y en el entorno social en el que vivía y cómo cambiada ella a raíz del contexto en el que vivía”, expone minuciosamente la escritora de Santurtzi, localidad vizcaína donde se desenvuelve la mayor parte de la trama de la novela aunque no se cita.
En la novela, el conflicto vasco queda en segundo plano. Lo que la interesa a Edurne es explorar cómo influye ese conflicto en las personas que viven y crecen con esa violencia latente. “Ese ambiente hostil, cambia la vida y el comportamiento de todos los que viven allí. Quería explorar e indagar las consecuencias del conflicto en una familia. El resultado es que la novela tiene más preguntas que respuestas”, evalúa con precisión.
Pero no se queda sólo en el conflicto, hay otros muchos temas que trata la novela como el paro, la drogadicción, la contaminación ambiental o la geografía depauperada de aquellos años 80. “Es parte fundamental del contexto en que se vivía. No fueron sólo los años del plomo también fueron unos años grises”, comenta.
La violencia en la familia es el otro gran tema que trata en la novela. “No es únicamente exclusiva de este contexto, es un problema endémico pero hay que reconocer que en una situación como la que se ha vivido en esos años es más fácil que entre en un hogar”, expresa con acierto la autora de “Mejor la ausencia”. De ahí que crea Edurne que está situación se pueda extrapolar a cualquier lugar de mundo, siendo como es un tema universal.
En la novela no entra “en comportamientos personales pero sí en muchas personas- sobre todo jóvenes- que se fueron de Euskadi asfixiados por el ambiente muy crispado que había, en la Universidad de Lejona el ambiente era realmente muy agobiante”, describe Edurne que se fue a estudiar, primero a Pamplona y, posteriormente, a la Universidad de Chapel Hill en Carolina del Norte, donde obtuvo el doctorado en Literatura Hispánica.
Aunque no la gusta denominarlo así, cree que estamos en un proceso de normalización en Euskadi. “Hay muchísimo trabajo por hacer. Necesitamos un proceso que contribuya a la convivencia. Reparar el daño causado a las víctimas, resolver los casos de torturas y acabar con la dispersión de presos”, razona con serenidad y agudeza.
El título de la novela se le ocurrió cuando estaba a la mitad. “Lo he puesto en relación al padre y por ella misma”, cuenta. También quiere dejar claro que los padres de Amaia no tienen nada que ver con los suyos y con los amigos pasa exactamente lo mismo. “Eso sí, he cogido rasgos de mis amigas y alguno de sus nombres”, comenta divertida. El resultado cree que es satisfactorio. “Estoy muy contenta con el texto, la edición y la editorial. Siempre tengo algunas dudas sobre lo que he escrito y a día de hoy no sé si escribiré alguna novela más sobre mi tierra”, concluye Edurne Portela. Imagino con los lectores la pedirán que siga escribiendo sobre Euskadi porque a día de hoy quedan muchas cosas por contar.
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