“Soy un desastre sentimental. Me canso de todo. Mi madre cuenta que cuando le estaba chupando la teta izquierda no le quitaba el ojo a la derecha y, antes de que se vaciara la mama, me ponía a llorar porque quería de la otra. No estaba aún saciado de la leche de un pecho y ya estaba echando las manos al otro”. Así se describe a sí mismo Miguel, el protagonista de Los días felices. Esa actitud (esa “tara”, dice él) que le hace desear lo que no tiene ha marcado su relación con el mundo y especialmente su relación con las mujeres. Pero tras esta primera reflexión, inmediatamente reconoce que hay una mujer en la que lleva 20 años pensando. Se llama Claudia y ayer le llamó a las cuatro y siete minutos de la tarde. Hace exactamente 24 horas.
La novela transcurre durante esas 24 horas que Miguel y Claudia pasan juntos después de mucho tiempo sin verse (que corresponden al presente) intercaladas, a modo feedback, por cinco capítulos que corresponden al día de cumpleaños de Miguel (15 de diciembre) cada 5 años. El primer capítulo describe el día que cumplió 20 años -el día en el que conoció a Claudia-, y el último cuando cumplió 40 años -porque Claudia y él han vuelto a verse justo unos meses después.
El día que Miguel cumplió 20 años era viernes. Como la mayoría de los chicos de su edad, Miguel se levantó y se fue a la facultad junto a su mejor amigo, Pecu. Ambos residen desde pequeños en una urbanización ubicada en Cambria, una colonia a las afueras de la ciudad. Miguel vive en el tercer piso, junto a sus padres (Magda y Ricardo) y su hermano; y Pecu vive en el ático con su padre, Leopoldo. Cuando llegan a la facultad, en lugar de ir a clase se quedan en la cantina de Mateo jugando al mus. Es 15 de diciembre, las vacaciones están al caer, y como todos los viernes, la cantina se llena de estudiantes que piden a Mateo un bocata para comer y fuman y beben cerveza durante toda la tarde. También se pasa por allí Claudia, a quien Miguel vio por primera vez unos días antes de empezar el curso apuntando las asignaturas en Secretaría, pero con quien nunca ha hablado. Para sorpresa de Miguel, Pecu y Claudia sí se conocen, así que se presentan y Miguel la invita a la fiesta de cumpleaños que van a celebrar por la noche en el ático de Leopoldo.
A los 25 años, Miguel se despierta en una buhardilla en pleno centro de la ciudad. Pecu lleva un año estudiando en Austin, Estados Unidos, y regresa ese día (15 de diciembre) para estar en el cumpleaños de Miguel y pasar las navidades en Cambria. Durante los meses en los que Pecu ha estado en el extranjero han cambiado muchas cosas en la vida de Miguel: ya no vive con sus padres, ha comenzado a trabajar de becario en una gestoría y de vez en cuando sale con Ruth, una chica con la que no quiere establecer ningún compromiso. Actualmente no tiene ningún contacto con Claudia, que llegó a convertirse en
su mejor amiga durante los años de universidad, pero sólo recordar su nombre le araña la garganta.
Cuando cumple 30 años, Miguel vive con Sofía en una casa luminosa con jardín y piscina. Ha vuelto a Cambria, aunque se había prometido a sí mismo que nunca viviría en una urbanización de las afueras porque era mucho más excitante el centro de la ciudad. Ha conseguido dejar la gestoría de Don Felipe, donde trabajó durante años por un sueldo miserable, y ahora trabaja en una consultora internacional llamada Ambrosi&Sheeps, que acaba de ficharle y donde todavía anda un poco perdido. También anda perdido sentimentalmente, porque aunque lleva un tiempo con su chica, no sabe si está de verdad enamorado de ella.
El día de su 35 cumpleaños, a Miguel le despierta el llanto de su hija Daniela, que le fastidia el sueño una noche sí y otra también. Miguel se encarga de llevarla todas las mañanas a la guardería, antes de ir a la oficina. Su jornada vital es tan intensa que apenas tiene tiempo para nada. Por la tarde, Sofía y él acuden a una reunión de la escuela de primaria para la función navideña; y después van a celebrar el cumpleaños a la casa de los padres de Miguel. Alrededor de su tarta, donde antes se juntaban todos los amigos en fiestas en las que sonaba la música a todo trapo, ahora están sus padres y su hermano con sus hijos; Sofía y su hija Daniela, y Pecu, padrino de la niña.
A los 40 años, Miguel se plantea muchas cosas. Se pregunta quién es y cómo ha sido su vida hasta entonces. Recuerda los días felices sabiendo que no volverán y empieza, por primera vez, a valorar el tiempo presente.
Mara Torres (Madrid, 1974) es licenciada en Periodismo por la UCM. En 2006, completó sus estudios de posgrado y obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados en el departamento de Lengua y Literatura. En 2008 comenzó estudios de Literatura Comparada en la Facultad de Filología de la UCM.
Ha desarrollado su trayectoria profesional en la Cadena Ser, donde dirigió el programa Hablar por hablar entre 2001 y 2006, convirtiéndose en líder de las noches radiofónicas. De ahí pasó a TVE para presentar La 2 noticias, que acumula más de ciento cincuenta galardones y se ha convertido en el informativo más premiado de España. Mara Torres ha obtenido, entre otros reconocimientos, la Antena de Oro, el Micrófono de Plata y el Premio E-award a la Personalidad del Año en e-Show Barcelona 2014. En 2004 publicó el libro Hablar por hablar. Historias de madrugada, y en 2006, Sin ti. Cuatro miradas desde la
ausencia (finalista del IV Premio Setenil al Mejor Libro de Relatos), ambos de no ficción. Su novela La vida imaginaria fue finalista del Premio Planeta 2012.
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