En el número 271 del 15 de mayo de 1891 de “El Socialista” se incluyó un artículo que llevaba por título “Victoria”. El PSOE se felicitaba por lo que era, sin lugar a dudas, un éxito en uno de los lugares emblemáticos del socialismo, Bizkaia. El artículo calificaba esa victoria de brillantísima. A pesar de los esfuerzos que pudieran haber hecho las fuerzas políticas dinásticas y republicanas (“partidos burgueses”, en la terminología socialista del momento) los socialistas confiaban en este éxito, precisamente por el alto número de obreros afines a la causa. Pero los resultados habían superados las expectativas porque se pensaba que se conseguirían uno o dos concejales, y habían sido, al final, cuatro, más la elección del quinto concejal en San Salvador del Valle.
Este éxito electoral animaba al PSOE a considerar que Bizkaia estaba ganada para la causa socialista, y se pensaba que era una brecha que se abría ante el dominio de los “señores y patronos”, para que “pase por ella el ejército proletario y se haga dueño del poder político”.
“El Socialista” se hacía eco de la opinión vertida por el corresponsal de “El Imparcial” en Bilbao, que había afirmado que en Bizkaia había muy pocos socialistas. Era un ejemplo de lo que se consideraban embustes que habían intentado minusvalorar el empuje socialista.
El artículo terminaba con exclamaciones de júbilo:
“¡Bien por la Agrupación socialista bilbaína
¡Bien por los mineros de Vizcaya!
¡Bien por los que han sido los primeros en hacer morder el polvo en el terreno electoral á los representantes de los explotadores!
¡Adelante!
¡Viva el Partido Socialista Obrero!”
En el siguiente número de “El Socialista”, es decir, el correspondiente al día 22 de mayo de 1891, se realizaba un análisis más minucioso de los resultados electorales. Al parecer, los candidatos socialistas eran los que más votos habían conseguido en su conjunto; un total de 775 sufragios. El resto de las fuerzas políticas habían quedado de la siguiente manera: 672 los republicanos, 592 los católicos-fueristas, los liberales habrían obtenido 504, y 303 los carlistas. Si a los 772 votos socialistas se unían los de los candidatos del Partido que no habían conseguido acta de concejal, se llegaba a un total de 843. Si se comparaba este resultado con el obtenido en las elecciones a Cortes de febrero, y que habían arrojado 437, el progreso parecía evidente.
A la hora de explicar este indudable éxito electoral podemos hacernos algunas preguntas: ¿un menor fraude en las municipales frente a las generales?, ¿una mayor implicación de los socialistas vizcaínos en el municipalismo?, ¿los obreros veían más cercano el municipio que las Cortes de Madrid, y por eso apostaron por sus representantes? Lo que estaba claro es que los socialistas habían sido la principal fuerza política a la hora de movilizar a sus posibles votantes en unas elecciones con elevada abstención, ya que habían votado 2.000 electores de los 10.000 con derecho a voto en Bilbao. En esos momentos, además, y debe apuntarse como un factor clave que nos ayuda a explicar el auge socialista, existía un clima de confrontación intensa entre los socialistas y la patronal con distintas huelgas en la primavera de 1891, represión policial y detenciones, especialmente en relación con el Primero de Mayo, lo que pudo movilizar más los trabajadores a la hora de acudir a las urnas.
Pero la legislación electoral de este momento de la Restauración exigía una condición para acceder a este cargo municipal. Había que ser propietario y pagar contribución. Tenemos que tener en cuenta que aquella elección se produjo por sufragio universal masculino gracias al cambio legislativo impulsado por los liberales de Sagasta el año anterior frente a la postura conservadora. Pero si esto supuso un claro avance democrático, a pesar de que el caciquismo siguió siendo tan o más fuerte que en el pasado, especialmente en el ámbito rural, se mantuvo una condición censitaria en el requisito para acceder al cargo electo. Así pues, los socialistas elegidos no pudieron ser nombrados concejales porque eran obreros. La única excepción fue Manuel Orte y Andrés porque pagaba una modesta contribución por un negocio de carbón.