Su novela se ubica en el albor de las nuevas tecnologías de la comunicación y en unos años en que el autor tenía una edad similar a la protagonista. Cree que para formar una verdadera familia no se necesita ni de la sangre, ni de la geografía ni mucho menos de la etnia. Para formar una familia sólo se necesita amor aunque eso, en muchas ocasiones, no baste; él mismo es padre adoptante de un niño de Madagascar. En “Farishta” nos encontramos con una protagonista muy actual que nos va contando sus pensamientos y sentimientos a ritmo de thriller. Con su nueva novela va a la conquista del país, ya que en Cataluña es un autor respetado y conocido y en el resto de la península apenas conocido.
¿Quién es Farishta?
Farishta es una chica afgana que pierde los padres de pequeña y es adopta por un general ruso durante la guerra afgano-soviética. Es una chica que esconde su herida abierta, esa pérdida temprana, bajo una capa de entusiasmo contagioso. Tras perder de nuevo a sus padres adoptivos, Farishta deja atrás su pasado y viaja a París a empezar una nueva vida. Es ahí donde le ofrecen un puesto de trabajo al que no se puede negar.
¿Le ha sido difícil ponerse en la piel de una joven de 18 años y escribir en primera persona?
Sí. No ha sido fácil. Es evidente que antes ya me había puesto en la piel de todo tipo de personajes (desde la vampira del Raval hasta unos ultracuerpos del espacio exterior perdidos por Barcelona), porque al fin y al cabo una de las herramientas de todo escritor es su propia imaginación. Pero que Farishta fuera una protagonista y que nos hablara directamente desde su diario añadía cierta complejidad a su construcción. Por suerte, hice el COU en un colegio de monjas, rodeado de chicas de 18 años de todo tipo. Y además yo era de los pagafantas, de los que ponían el hombro y la oreja. Supongo que Farishta sale de muchas de esas confesiones (ya prescritas, ¡ojo!)
La novela la sitúa en 1993. ¿Ha escogido esta fecha por ser una de las más álgidas en la guerra ruso-afgana?
En realidad no. He escogido la fecha por dos razones: una porque es la última época antes de la hiperconexión actual. Salían los primeros teléfonos móviles, pero aún podías aislarte del mundo, que es lo que le pasa a Farishta. Se queda sola, sin contacto con el exterior. Eso hoy sería imposible. La segunda razón es curricular: viví ese año cuando tenía 15, así que recuerdo perfectamente qué música sonaba, qué estaba de moda y qué pasaba en el mundo. Y lo he podido volcar en la novela.
En "Farishta" trata el tema de la adopción. En su opinión, las adopciones de niños o jóvenes de diferentes países a los padres adoptivos, ¿están abocadas al fracaso?
Por favor, ¡no! ¡En absoluto! Yo mismo soy padre adoptante de un niño de Madagascar y conozco a un buen puñado de familias que han culminado una adopción internacional. Ni la sangre, ni la geografía ni mucho menos la etnia son imprescindibles para formar una familia.
¿Cuáles son, en su opinión, los principales problemas de ser padres?
El principal problema es que cuando consigues encontrar una zona de confort y crees que controlas la situación, tu hijo ya ha cambiado de etapa y tienes que empezar de cero.
En la novela podemos leer las opiniones de los padres adoptivos y de la hija adoptada. ¿Son tan diferentes como parece a primera vista?
La adopción se vive muy diferente desde una perspectiva de alguien que ha llegado a ese punto después de decidir ser padre y pasar muchas veces por un proceso muy doloroso de tratamientos de fertilidad (que incluyen diversas etapas de luto), que desde la perspectiva de un niño (o niña) que aún no tiene una idea formada sobre el mundo y que a duras penas entiende qué es una familia.
¿Cuáles señalaría cómo principales diferencias?
Unos llevan un bagaje lleno de frustraciones y otros tienen todo el mundo por descubrir.
Las opiniones de Farishta aparecen como un diario. ¿Por qué ha adoptado esta forma?
Me permitía que el lector viera y viviera la historia a través de sus ojos. Que la acompañara y que se emocionara con ella. Me permitía dosificar la información, también.
También incluye supuestos documentos sobre la joven. ¿Qué ha querido reflejar con ellos?
Que el lector fuera siempre un paso por delante de Farishta. Que supiera en todo momento algo que ella no sabe (aunque sospecha) y que la sensación de peligro inminente fuera constante.
En la novela, da la impresión que el lector siempre va un poco por delante de la protagonista. ¿Por qué ha adoptado esta técnica?
El viejo truco de la bomba en el bus que describió Hitchcock: puedes colocar una bomba en el bus donde van a ir unos niños y filmar el momento en el que estalla. El impacto es instantáneo. Pero también puedes filmar cómo la bomba hace tic tac y hacer sufrir al espectador durante un rato hasta su estallido. La regla número uno del suspense.
¿En la novela trata el tema de la identidad. ¿Es difícil conciliar personas de diferentes culturas?
Me sorprende esta pregunta. Creo que es evidente que cuanto más compartamos nuestro mundo, más ricos seremos como humanos. Las culturas no son cuartillas inamovibles, son líquidos que se mezclan para formar nuevos brebajes.
Aventuras, novela de espías, novela romántica… ¿En qué género encuadraría su novela?
Hay quien la define como transgénero y hay quien la define como novela híbrido. Ambas etiquetas me gusta.
¿Le gusta escribir novelas de género?
No es que me guste. ¡Es que no sé escribir otra cosa! Reivindico el género, que me lo hace pasar muy bien tanto como lector como como autor. Lo que me cuesta cada vez más es ceñirme a un género en concreto. Si me tengo que pasar al menos dos años escribiendo una novela, no voy a ponerme barreras. De ahí toda esa miscelánea.
En "Farishta" hay saltos en el tiempo y usted se ha definido alguna vez como crononauta. En dónde se situaría usted más en Doctor Who o en el Ministerio del Tiempo.
Ambas son excelentes y compatibles, porque ambas abordan los viajes en el tiempo desde ópticas diferentes. De Doctor Who me gusta el sentido de la maravilla y que lo ha hecho TODO en la ciencia ficción. Ha tocado todos los palos. Aunque quizá como influencia, en mi caso, deje de lado toda la parte extraterrestre. De El Ministerio del Tiempo solo puedo tener buenas palabras. Por fin hay una serie española de género fantástico (no ciencia-ficción) con vocación y factura internacional, hecha con muchísimo amor. Y eso se nota. Quizá mi enfoque de los viajes en el tiempo es algo más científico que en EMdT, por otro lado. Me siento más identificado on (obviamente) “Regreso al futuro”, la serie “Quantum Leap” o una película imprescindible como “Source Code” de Duncan Jones.
¿Qué otras series de este tipo le interesan?
Quantum Leap es un referente clarísimo, con esa ciencia-ficción humanista. Y la más reciente “Travelers”, que aporta algunas ideas nuevas a la temática. Aunque la que se sale, la buena buena buenísimas, la que lo borda, es la serie “12 monos” de Terry Matalas. Difícilmente existe una visión más completa, mimada y divertida de los viajes en el tiempo que la que propone esta serie.
Próximamente se va a estrenar una película basada en una novela suya. ¿Le gustaría ver en la pantalla a "Farishta"?
Creo que Farishta funcionaría mejor como serie que como película, aunque no le haría ascos a ninguna adaptación. El principal problema, como siempre en este país, es el dinero. Como me dijeron una vez los hermanos Pastor: “Marc: ¡escribes novelas muy caras!”
¿Qué les dan en los Mossos d'Esquadra para que salgan tantos novelistas?
Una ventana al mundo.
¿Ha quedado satisfecho con la versión en castellano?
Sí, bastante. No la he leído por completo, porque uno llega ya a las traducciones con cierto hartazgo de releer una y otra vez su propia novela, pero por los mails que me crucé con el traductor y por el proceso de edición que viví con Catedral, creo que han hecho un buen trabajo.
¿Qué proyectos tiene en mente?
Sorprender al lector. No dar nunca lo que uno espera de la siguiente novela. Cambiar. Variar. Viajar en el tiempo con las palabras. Jugar.
Puedes comprar el libro en: