La villa de Esles, posee un conjunto urbano muy reseñable, con numerosos caseríos de indianos, también es destacable el cementerio altomedieval alrededor de la ermita de San Vicente, donde en el siglo IX fue fundado el monasterio de San Vicente de Fístole. Pero para un bohemio literario como el que firma este artículo, lo que más me gustó del valle fue la librería de viejo de Alastair Carmichael, viajero británico que decidió establecerse en el valle de Cayón, quizá porque le recordase bastante a su fría y húmeda tierra.
Después de hacerse con una vieja casa pasiega, Alastair Carmichael fue montando una curiosa librería con rarezas bibliográficas que suele vender por Internet, pero la gracia no es comprar los libros a distancia. La gracia es desplazarse hasta la pedanía de Lloreda de Cayón para ver una de las más bonitas y originales librerías de nuestra península.
Si no sabe bien la dirección, lo más seguro es que el curioso se pierda es un pequeño pueblo en el que es muy difícil perderse. Casi no se encuentran signos que indiquen que en esa localidad cántabra de 426 almas –datos actualizados- hay una librería de viejo de lo más activa en internet. Sólo en el cristal de la puerta de entrada podremos ver que dentro de ese caserón montañés se encuentra una librería de viejo que tiene una de las pocas linotipias que quedan fuera de los museos, sólo por eso merece la pena la visita a la librería. Si además unimos que Alastair es un magnifico conversador y posee un fondo editorial de lo más exigente, la visita es de obligado cumplimiento para cualquier bibliófilo o amante a la literatura.
En la sala donde guarda, como oro en paño, la linotipia, nos encontramos los muchos cajones de diferentes tipos que se usan en la misma. Tipos de todos los tamaños y numeración, perfectamente conservados, nos encontramos en esos cajones estrechos y alargados diseñados para contener tipos de imprenta. No me puedo resistir la curiosidad y le pregunto a Carmichael: ¿Todavía funciona?
-Por supuesto, sólo que yo soy muy lento componiendo los tipos- reconoce el librero británico con gran amabilidad.
¡Y no me extraña! Porque en uno de los diplomas que cubren sus interesantes paredes me encuentro con uno que pone: Alastair Carmichael Librero & tipógrafo autodidacto. Si bien guarda la consonancia de género en nuestra piel de toro solemos denominar autodidacta al que aprende sólo y no autodidacto. Él aprendió solo una profesión ya casi desaparecida pero que habría que seguir manteniendo viva y no sólo en estos confines montañeses. “Yo soy muy lento componiendo los tipos pero me entretiene hacerlo”, me confiesa con un fuerte acento inglés en las que arrastra las eses como un carretero de esta tierra los bueyes del carro.
Entre sus anaqueles nos hemos encontrado libros actuales que vende como ofertas, una buena colección de libros sobre nuestra Segunda República y la guerra civil, entre ellos, los cuatro volúmenes de la historia de la República de Joaquín Arrarás, “Mis recuerdos” de Largo Caballero y otros libros más. También podemos encontrar muchos libros sobre antropología, etnología y costumbres cántabras que el propietario de la librería ha ido recopilando con mucho mimo. Libros descatalogados como los del historiador
Fernando Gomarín están en sus vitrinas, sino se los han llevado ya.
Pero si de alguna colección está orgulloso
Alastair Carmichael es la de los libros eróticos, hechos a mano en Cuba durante el régimen de Fidel Castro. Los libros que me muestra son de una originalidad exquisita. Algunos de ellos con relieves tan destacados como muñequitas tridimensionales de trapo que saltan al abrir las páginas. Hablando de estos libros, se tiraría horas nuestro librero de Lloreda.
Cualquier entendido o aficionado a los libros podría tirarse horas en las dos plantas y varios salones de esta librería. Salones que dan para hacer buenas tertulias literarias o contar viejos cuentos montañeses. Son muchos los rincones con encanto, como esa librería circular que tiene en uno de los pasillos o esas escaleras que crujen con nuestro peso y parecen que van a desencolarse. En sus cuartos parece que el tiempo discurre más despacio. Está librería es una pequeña máquina del tiempo en la que podemos trasladarnos a diferentes momentos de nuestra historia. Siempre de la mano de nuestro buen amigo
Alaistair Carmichael, el guardián de los libros viejos.