En la entrevista, la escritora madrileña nos desvela las motivaciones que la llevaron a escribir este libro, de nuevo en la editorial Playa de Ákaba, que tan bien conoce, y nos avanza sus próximos proyectos en rigurosa exclusiva.
“Conozco tus secretos” contiene veinte relatos. ¿Qué criterios consideró para hacer la selección?
Elegí relatos unidos por el hilo conductor de la oscuridad del ser humano. Me interesaba mucho dar a conocer esa parte de la sociedad que está ahí, que existe, y a la que la mayoría de nosotros retiramos la mirada.
¿En cuánto tiempo ha escrito estos relatos?
Hay relatos que escribí con trece años y hay otros que con 37. Al ser una recopilación, cada uno de ellos tiene una edad diferente, una forma distinta de ver la vida y de concebir la escritura.
¿Tiene más relatos que no ha utilizado en este libro?
Sí. Sin ir más lejos, he escrito uno recientemente para un libro solidario cuyos fondos irán destinados a la recuperación de los daños provocados por el incendio de Doñana.
Su primer libro es una novela negra. ¿Qué similitudes guarda con este nuevo libro?
Muchas. La cara oculta de la personalidad es importante para mí, el disfraz que esconde cada persona y que solo se quita al llegar a casa, cuando nadie puede verla y sabe que su intimidad está ilusoriamente protegida entre cuatro paredes. Ese secretismo, que yo observo desde una mirilla, está íntimamente ligado a Equinoccio. De hecho, uno de los relatos, titulado Rumores, es un guiño al satanismo como filosofía de vida.
Sus relatos están escritos desde una perspectiva negra. ¿Es el género negro el que más le gusta para expresarse?
Creo que es fundamental el género negro para denunciar esa parte de la sociedad que incluye hienas disfrazadas con piel de cordero. La violencia de género, el acoso escolar, la xenofobia, el conformismo, el desempleo, son aspectos importantes a los que no debemos cerrar la puerta. Todo lo contrario. Hemos de enfrentarnos a ellos para superarlos.
¿Es la novela negra el más realista de los géneros literarios actuales?
Depende de lo que entendamos por Novela Negra. Yo comparto la teoría de que la novela negra no necesariamente tiene que desarrollarse en los bajos fondos, con un detective fumador que lleva sombrero y gabardina y rompe corazones. La novela negra incluye denuncia. Una descripción de la realidad criminalística en cualquiera de sus versiones. No se trata de que sea más realista que los géneros literarios actuales. Sencillamente, se sirve del misterio y la investigación para describir una sociedad sucia.
Trata temas de mucha actualidad que son lacras de nuestra sociedad como la pederastia, la xenofobia o la violencia de género. ¿Por qué escribe sobre estos temas?
Porque si salen en televisión, en un telediario, lo normal es que el espectador cambie de canal o se regodee en la basura. Pero, en cualquier caso, lo olvida con la siguiente noticia. La literatura tiene el poder de situar al espectador en el escenario, hacerle sentir, oler, tocar con sus propias manos la situación narrada, involucrarse, ser partícipe de la escena. Eso es más importante. Eso hay que enseñarlo.
¿Es la denuncia social uno de los motores de su escritura?
No me atrevería a generalizar, pero no conozco novela que no presente algún tipo de denuncia. Incluso las novelas románticas de Megan Maxwell hoy en día tratan a las mujeres desde una perspectiva feminista, o la propia ciencia ficción, a través de novelas como El manipulador de sueños (Eduardo S. Aznar) luchan por una sociedad mejor narrando posibles sociedades futuras de valores destrozados.
También trata temas más cotidianos como la religión o el tabaco. ¿Qué le hizo fijarse en ambas cuestiones?
La religión es un tema que me gusta tratar. De niña fui a un colegio estricto, de religiosas, femenino. Allí me enseñaron unos valores con los que no estoy en absoluto de acuerdo hoy en día, y es importante para mí reflejarlo. Tengo una fotografía que estuve mucho tiempo pensando en enviar al National Geographic en la que un grupo de religiosas que se dirigen al Vaticano, pasan por delante de un mendigo que tiene un gran tumor en la frente y está arrodillado pidiendo limosna. Ellas le miran de reojo y siguen su camino.
El tema del tabaco, es otro cantar. El creativo Rony Begood hizo un canal titulado Treinta días para dejar de fumar y me pidió un texto. Me pareció oportuno simbolizar al cigarrillo como un amigo íntimo, personal e intransferible.
¿Están, de alguna manera, sus cuentos entrelazados?
Sí. Todos tienen secretos que esconden las personas. De esos que solo imaginas, pero que no puedes ver.
¿Cómo definiría a los personajes de sus relatos?
Víctimas. Son víctimas que no pueden salir de su entorno. Víctimas atrapadas.
¿Saca sus personajes de la vida cotidiana o los crea en su imaginación?
Son personajes reales que usan máscaras, que se disfrazan para parecer seres humanos pero que en realidad son seres abyectos. Podrían ser nuestros vecinos. Podría ser nuestra familia. Podríamos ser nosotros mismos.
Para usted, ¿qué es escribir?
Escribir es lo que soy. Rosario Curiel lo denomina muy bien: Escrivivir.
¿Cómo cree que se expresa mejor, con la novela o con el relato?
Me sirvo de todo lo que encuentro para desahogarme, incluso de la poesía (aunque no estoy satisfecha con mi técnica lírica).
¿Qué voces utiliza en sus cuentos?
Procuro que siempre usen la tercera persona, el narrador omnisciente que sabe dónde están, entra en sus pensamientos y puede predecir su futuro.
Su próximo libro en qué género se encuadrará?
Mi próximo libro, que saldrá a finales de año, será otra novela negra. Una segunda parte de Equinoccio, un segundo caso de Anastasio Rojo y Verónica, desarrollado en un lugar que perfectamente podría identificarse como la UIMP cántabra.
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