“Los días de la peste” no es una novela sencilla, tanto en su fondo como en la forma. Es una novela coral en un espacio agobiante e inquietante que tiene unas treinta voces distintas que se expresan tanto en primera como en tercera persona. “La forma de la novela tiene que estar muy conectada con el tema que se trata”, afirma al comenzar la conversación que mantuvimos en la cafetería de un hotel madrileño.
Edmundo Paz Soldán, además de escritor, es profesor de literatura latinoamericana en la Universidad neoyorkina de Cornell. Es, por tanto, un gran conocedor de la literatura de su continente, algo que refleja en sus textos. La influencia de Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez están presentes en su creación de un espacio original. Ese espacio carcelario que ha creado, La Casona, está basado en la cárcel de San Pedro de La Paz, pero va más allá. La creación de la atmósfera es fundamental para el desarrollo de su desasosegante novela.
“En las cárceles sudamericanas hay mucho hacinamiento. Eso me dio la idea de la novela que me pareció que le iba bien muchas voces narrativas y una proliferación de miradas entre ellas. La primera versión del libro tenía otras 150 páginas más y otros siete narradores, me pareció excesivo y decidí suprimir dichas páginas. Para la estructura de la novela, preferí crear una trama central con otras periféricas para no atosigar tanto al lector”, expone de manera fluida y con la pasión de los escritores que saben lo que se traen entre manos. También quiso que las voces de los personajes fuesen diferentes unas de otras. “Busqué las peculiaridades del lenguaje de cada uno para que el estilo no fuese homogéneo”, subraya y añade “cada forma de entender el mundo es una forma de lenguaje”. Este es uno de los grandes logros de su novela.
La forma de escribir de Edmundo Paz Soldán es muy original. No le gusta tomar notas sobre lo que va a escribir. “En la escritura soy muy intuitivo. Me gusta que mi literatura tenga un espacio de libertad”, analiza. “Soy un escritor de esquema, cuando me pongo a escribir sólo tengo el esqueleto de lo que quiero narrar”, apunta, lo cual hace que a la hora de recordar algo sobre lo que quiere hablar tergiverse el detalle, lo que puede resultar más interesante. También reconoce que para dar la versión definitiva del libro ha tenido que hacer varias versiones. “Menos mal que tengo varios amigos que me encauzan en ese trabajo”, reconoce.
Le gusta a Paz Soldán escribir tanto cuentos como novelas. “Es muy difícil competir con la intensidad del cuento, pero la construcción de un mundo que se realiza en una novela tiene otro tipo de implicación. Es un trabajo menos intenso, pero más continuado que tiene grandes virtudes, como armar toda la estructura narrativa”, explica con tono decidido el escritor boliviano al que se le nota, cada vez más, el oficio de escritor.
“Los días de la peste” tiene una estructura muy definida. Son siete bloques de unas cincuenta páginas cada uno que aunque “no sea muy científico, si procuro guardar una cierta simetría a la hora de la aparición de las distintas voces”, razona con pulcritud. Aún así, prefiere tener antes un espacio sobre el que narrar que una historia; el de la cárcel es el espacio que ha querido tratar. Un espacio que más parece un barrio amurallado que una cárcel como conocemos nosotros. Un lugar que es un microcosmos de la sociedad donde se dan las corruptelas y los negocios típicos de la misma.
“A una escala microcósmica funciona el poder en la cárcel igual que en la sociedad. Puede existir la Constitución, pero no se acata. En la cárcel todo está sujeto a negociación con la autoridad”, sostiene. En la novela vemos las tretas del débil para negociar con el poder y éste es permeable a esas características. “Como ciudadanos nos quejamos de las grandes corrupciones pero existen otras pequeñas en las que todos estamos inmersos. No están desconectadas unas de otras. Si no llegamos a las grandes corrupciones es porque no somos tentados. Así he preferido fijarme en las corrupciones cotidianas”, puntualiza.
Otro tema que toca la novela es la proliferación de ciertos cultos paganos, que en la novela están representados por Ma Estrella. “Somos responsable y creadores de nuestros dioses. Estos dioses reflejan nuestra escala de valores que tienen ciertos impulsos siniestros”, señala el escritor boliviano. Lo cual está muy unido a las ganas de sobrevivir de todos los presos. “Tratan de construir una comunidad para protegerse entre ellos”, añade.
El estilo de la novela es muy ágil y dinámico. “El mundo carcelario es muy difícil de narrar y era complicado encontrar un ritmo narrativo rápido y violento. La cárcel es sobre todo acción de ahí que encontrar la cadencia adecuada fuese, en cierta forma, complicado. Las primeras páginas son más lentas que el resto, pero luego, creo, el ritmo es más vertiginoso y acorde con lo que quería contar. Con un tono urgente, ya que en la cárcel no hay tiempo que perder”, apunta.
Para terminar, tocamos dos temas interesantes. Uno es el estilo narrativo del escritor. “En los últimos libros me había vuelto un tanto purista con el lenguaje, ahora me he dado cuenta que el lenguaje funciona a partir de la contaminación, de los encuentros culturales. Los poetas se han dado cuenta de esto antes que los novelistas. Y han creado su propio lenguaje”, opina. El otro tema es la proliferación de nuevas editoriales independientes a ambos lados del océano que están manteniendo muy alta la calidad de la literatura y que están luchando contra esas editoriales que sólo pretenden ventas, como la antigua editorial de Edmundo Paz Soldán.
Puedes comprar el libro en: