Como recuerda el escritor, crítico de arte y colaborador de TURIA, Enrique Andrés Ruiz, “en todo caso y hasta que Freijo Gallery recopiló y expuso una pequeña parte de su archivo en Madrid en 2011 (positivada por José Manuel Castro Prieto), su faceta artística más desconocida fue la desarrollada en México a partir de los últimos años cuarenta en el ámbito de la fotografía. Amigo y compañero de excursiones de Juan Rulfo —también excelente fotógrafo— por el campo mexicano, “Balbuena”, como le decían allí, realizó precisas y misteriosas fotografías de objetos, parajes, árboles, cielos y luces que por algún lado evocan las formas inquietantes del realismo mágico que como pintor había conocido en su juventud”.
Transcurridos seis años de la única exposición realizada en España, en la galería Freijo Gallery de Madrid, ahora la revista TURIA ha seleccionado una serie de once fotografías en blanco y negro que enriquecen gráficamente su sumario. Son instantáneas que ponen de relieve la magnífica y poco conocida labor que Roberto Fernández Balbuena llevó a cabo como fotógrafo.
La pasión por la fotografía de Roberto Fernández Balbuena comienza cuando adquiere una cámara Hasselblad y con ella toma cientos de imágenes que han permanecido ocultas hasta hace poco tiempo. Son negativos de 6 x 6, que forman un testimonio muy singular de la visión de un arquitecto y pintor que, a los 50 años, descubre la magia de la fotografía. Esta actividad se convertiría en su cuaderno de apuntes, creando composiciones con objetos cotidianos, llenos de intimidad, donde la gama de grises y la luz dotan de un atractivo extraordinario a estas obras. También fotografió Balbuena árboles milenarios, cactus, edificios y jardines. Cables de luz, esquinas y nubes. Nubes llenas de nostalgia.
Por otra parte, la revista TURIA quiere agradecer la amabilidad y disposición de Angustias Freijo y Freijo Gallery of Fine Arts para que su nuevo número incluya una muestra representativa de las fotografías de Roberto Fernández Balbuena. Un conjunto de imágenes que constituyen el mejor homenaje a su personalidad creadora y un evocador recuerdo de su amigo Juan Rulfo en el centenario de su nacimiento.
PINTOR, ARQUITECTO Y SUBDIRECTOR DEL MUSEO DEL PRADO
Roberto Fernández Balbuena nace en Madrid en 1890. Pintor y arquitecto español que cultivó el retrato y el paisaje, fue socio de honor de los Salones de Otoño de Madrid. Presidente de la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, desde 1936, y delegado del Ministerio de Instrucción Pública. Subdirector del Museo del Prado en 1938 bajo la dirección de Pablo Picasso, en realidad terminaría ejerciendo de director en funciones ya que Picasso nunca llegó a tomar posesión del cargo.
Realizó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y en la Oficial de Arquitectura de Madrid. Posteriormente amplió su formación en Roma como pensionado. Comenzó a trabajar como arquitecto junto a su hermano Gonzalo. Remitió sus obras a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y fue premiado con la tercera medalla en 1924 y con la segunda en la edición de 1926, por el lienzo propiedad del Museo del Prado, En el claustro.
Según indica Juan Manuel Bonet en su “Diccionario de las vanguardias en España”, Roberto Fernández Balbuena “practicó una figuración post-cubista y post-Vázquez Díaz, tímidamente renovadora. Entre sus cuadros destacan “Mesa de café”, fechado en 1927 y algunos bodegones cercanos al realismo mágico”. El Museo Centro Nacional de Arte Reina Sofía posee en sus colecciones varias obras pictóricas de Fernández Balbuena.
Durante la guerra civil española, el gobierno de la República le nombra comisario para la Exposición Universal de Nueva York de 1939 y agregado cultural de la Embajada española en Suecia. Al finalizar la guerra, organizó desde Francia y junto a José Bergamín, la acogida de los intelectuales, creadores y profesionales españoles que se han visto obligados a tomar el camino del exilio. Será México el país más generoso en acoger las demandas de asilo de los afines a la causa de la República. Y allí se instaló también Fernández Balbuena, contrayendo matrimonio con la pintora, también exiliada y a la que había conocido ya en España, Elvira Gascón.
En México llevó a cabo tareas docentes y ejerció la arquitectura. Todo ello sin olvidar una intensa dedicación a la pintura. No en vano, para el centenario de su nacimiento se celebró en el museo del Palacio de Bellas Artes de México una gran exposición homenaje de su obra. Uno de sus amigos, el escritor mexicano Juan José Arreola, dijo de Roberto Fernández Balbuena que “era intransigente con lo que no podía aceptar y era profundamente sincero”. Y sobre su obra artística aseguró que “a Roberto le gustaba que la luz besara cada una de las superficies del cuadro. Su paleta era realmente iridiscente: azules, verdes y morados que eran como cada una de las escamas de los tejos de luz de las alas de las mariposas”.
Otro de sus grandes amigos, Antonio Sáenz de la Calzada lo definió como “ese espíritu colmado de inquietudes y entusiasmo, dotado de una aguda y finísima sensibilidad siempre alerta y estremecida, que lo mantenía casi continuamente en vilo”.
INCANSABLE FOTÓGRAFO DE LO COTIDIANO
Ahora, la divulgación que TURIA realiza de la sugerente obra fotográfica de Roberto Fernández Balbuena nos confirma hasta qué punto resulta cierta la afirmación de Sebastiâo Salgado de que “un fotógrafo es, literalmente, alguien que dibuja con la luz, alguien que escribe y reescribe el mundo con luces y sombras”.
Si Juan Rulfo es un ejemplo indiscutible de escritor fotógrafo, Roberto Fernández Balbuena lo es de incansable retratista de lo cotidiano. Compañeros ambos de excursiones que tenían como atractivo fotografiar el campo mexicano, “de alguna manera los dos, mano a mano escribían, construían, fotografiaban su futuro”, según anota Angustias Freijo en el magnífico catálogo de la exposición que le dedicó a Fernández Balbuena”
En ese mismo texto se nos dirá, con buen criterio, que “su cámara y la compañía de Juan Rulfo en esas excursiones al campo mexicano, supusieron una producción de imágenes de árboles, de cortezas, de sombras, de bodegones… de México, de costumbrismo y de magia, que fueron la gloria de esos años”.