Este libro recoge en su título realidades concretas y representativas de fenómenos de masas que permeabilizaron la dictadura franquista. Han sido símbolos de pugnas contra la represión sexual, el racismo y la xenofobia. Signos de transformaciones sociales que impactaron en la sociedad española.
Una historia de historias. Tanto de gentes anónimas como de los principales protagonistas de esos años (creadores y empresarios). El autor refleja testimonios directos de las figuras más importantes. Los hechos más relevantes son puestos en perspectiva y se evalúa su influencia e impacto en términos económicos y, sobre todo, emocionales.
Adrian Vogel dio el salto de la prensa (fue miembro fundador de la revista Ozono) y la radio musical (las primeras FMs rock de Madrid, 99.5 y Onda 2, y el Para Vosotros Jóvenes de Carlos Tena) a la industria discográfica. Desde finales de los setenta ha trabajado en Madrid, Nueva York y París para Gong, Epic/CBS/Sony, Polydor, RCA/Zafiro, Edel, Nuevos Medios y dos compañías propias (Compadres y DMM). También fundó dos editoriales musicales. Ha dirigido los contenidos de diversas webs. Desde 2007 tiene el blog pop El Mundano, el canal El Mundano TV en youtube e imparte clases, conferencias y participa en seminarios. En 2016 ha empezado a colaborar con la Universidad Carlos III de Madrid.
Fragmentos
Y el centro de mando de la operación «vanguardia» del Régimen estaba en Madrid. Pero la modernidad no estaba en los compositores por los que se apostó. La revolución venía desde Los Estudiantes, Los Pekenikes, Los Brincos, Los Sonor (embrión de Los Bravos), dos exSonor como Manolo Díaz y Luis Eduardo Aute (de paso fugaz), Micky y los Tonys (donde estaba Fernando Argenta, hijo de Ataulfo, el primer director que tuvo la Orquesta Nacional), etc. Era un cambio al menos tan drástico como el que proponían De Pablo, Halffter o Marco, contaminados por el poder político del que dependían. Y desde luego el rock suponía una transformación más profunda y tuvo mayor arraigo. Nuestros atonales eran fríos, vacíos la mayoría de las veces, sin soul. La nueva música joven era exactamente lo contrario.
Las mujeres que no seguían los dictados de la Iglesia de Roma impusieron sus criterios. Ganaron batalla tras batalla: el bikini, los pantalones, el topless, la minifalda, los escotes, el tanga, las transparencias... Las mujeres vencieron de manera espectacular la guerra a la Iglesia católica. ¡Su derrota más sonada e importante desde Lutero! Y las españolas empezaron a descoser el franquismo sociológico. El debate estaba servido.
Lo cierto es que Bernabéu, conservador, tenía poco aprecio por Franco. Se sentía usado. Detestaba que «expropiasen» el estadio para las Demostraciones Sindicales del 1 de mayo (1958-1975) o montasen partidos, sin que el club percibiese un duro. Se dejaba ver junto al dictador lo imprescindible (finales de Copa del Generalísimo que jugase el Madrid en el Bernabéu o las recepciones en El Pardo por las Copas de Europa). Su presencia era «requerida» todos los primeros de mayo. Como no aparecía, empezaron a mandarle a «los señores» para acompañarle al palco. Las excusas dieron paso a la huida a Santa Pola. Ahí también fueron a buscarle. Recuerdo haber pasado un par de puentes de la Fiesta de San José Obrero (o Artesano) en su casa de Santa Pola, mientras se refugiaba con doña María en la nuestra de Madrid. Era su pequeña venganza.
Franco, aconsejado por Carrero Blanco y Alonso Vega, anuló el viaje. España quedaba eliminada automáticamente. Arias Salgado prohibió la difusión de la noticia. La Federación intentó varios arreglos. Ninguno prosperó. Los soviéticos se cerraron en banda y exigieron una sanción ejemplar para los españoles. De paso quedaba fuera de la competición el rival más peligroso en su camino hacia el título. Y conseguían el pase a semifinales sin jugar. Sorprende la rendición de los militares españoles sin presentar batalla. Un error garrafal, como se comprobaría cuatro años después. Desacierto agravado por la victoria de la URSS 2-1 sobre Yugoslavia en la final disputada en el Parque de los Príncipes parisino. El franquismo posibilitó el triunfo del enemigo con su «ataque de pánico».
Los Teen Tops fueron los últimos en formarse y los que más pegaron. Hicieron historia. No porque fuesen los primeros en grabar o escribir rock en español. Crearon un palabro: el «rocanroleando» de «La Plaga». Ahí nacen el verbo «rocanrolear» y el adjetivo «rocanrolera, -ro», este último aceptado por la RAE. El hallazgo lingüístico es atribuido a Armando Martínez, el batería del grupo.
Las Hermanas Alcaide, conocidas como las tres mozas de Andalucía antes de ser cuarteto, dieron un toque de atención con «Sevillana Rock And Roll» en 1957 (Hispavox). Con esta composición lograron varios hitos: cantar el primer rock ‘n’ roll –por muy sui generis que fuese– compuesto en España y fusionar lo autóctono con lo nuevo.
La primera orquesta femenina madrileña, Las Rodri Sisters, posteriormente Orquesta Cinderella, incluyó un par de rock ‘n’ roll en su repertorio desde finales de 1956. De las tres hermanas Rodríguez no continuó Lina (madre de la escritora Ana Davies). Conchi tocaba la batería y probablemente sea la primera mujer baterista que hubo en España.
La valoración que debe hacerse del Dúo Dinámico va más allá de la música. Aportaron una nueva imagen, fresca y diferente. Conectaron con una generación que anhelaba espacios de libertad y encontraban en el Dúo Dinámico y sus canciones una vía de escape. Sus éxitos supusieron el despegue de una industria discográfica que apoyó y estimuló la rebelión juvenil.
El barrio del Poble Sec era un sitio especial en la Barcelona de los cincuenta y los sesenta, musicalmente hablando. Ahí nacieron o vivieron Joan Manuel Serrat, Sisa, miembros de Los Mustang, Los Cheyenes, Los Salvajes, Carles Benavent y La Salseta del Poble Sec. Y sobre todo estaba El Pinar, una explanada medio cubierta que guardaba coches durante la semana. Y los domingos, mañana y tarde, había actuaciones con grupos.
Joan Manuel Serrat metió a Antonio Machado y Miguel Hernández en la casa de todos los españoles: tal fue el tremendo impacto de sus dos discos dedicados a ambos poetas, especialmente al primero de ellos. Eran símbolos antifranquistas: Machado fallecido en el exilio y Hernández fusilado por los golpistas. Dos glorias de la poesía nacional que no se estudiaban en la enseñanza pública, pero que, gracias a Serrat, fueron popularizados hasta límites insospechados. La música popular volvía a ser correa de transmisión cultural y social a través del disco, el producto cultural financiado por las «malignas» compañías discográficas.
En Madrid cundía la sensación que en Barcelona se lo montaban mejor y que ser la capital del régimen era un hándicap muy duro de soportar. Los teníamos encima.
La gira de La Noche Roja que Miguel Ríos montó en 1978, con el patrocinio de la marca de vaqueros Red Box, es el termómetro de por dónde se movía entonces el rock: el cartel lo encabezaban Iceberg, Triana y Miguel Ríos. Guadalquivir era la banda de Miguel y actuaba como grupo presentando su primer álbum (EMI). Completaba Salvador (Polydor, producido por Julián Ruiz). Era la primera vez que se montaba en España una gira de un festival itinerante con un equipo de sonido y luces, con rayo láser traído de Inglaterra (una leyenda urbana dice que era parte del usado por Pink Floyd en su recién terminada gira). Presentaba Vicente Romero, cuyo poder de convocatoria desde las ondas fue importante para el éxito de público de la gira. Como lo fue el patrocinador que posibilitó que Miguel Ríos se lanzase a la piscina y pudiese organizar el tinglado.
Nunca antes en la historia cultural de la humanidad la presencia femenina había sido tan abrumadora. Ni siquiera en el cine. No sólo eran artistas –cantantes en su mayoría, seguidas de guitarristas, abundantes en el country y el folk–: la explosión de las girl groups facilitó la paulatina entrada de chicas jóvenes con formación en el cerrado círculo de músicos de sesiones de grabación, en momentos en los que cada vez se grababa más.
La presencia femenina en la industria musical ha sido importante. Se puede argumentar que escasa, ¿pero acaso era mayor en otros sectores durante la dictadura? […] Y no tomo en cuenta a artistas ni autoras. ¿El total es pequeño? Depende. Porque en comparación con el estado de cosas del país, serían muchas. Su (mínima) presencia en cargos directivos en empresas «normales» es inferior a la que sí se daba en las relacionadas con la música. […] ¿Cuántas ejecutivas había en las firmas españolas hasta bien entrados los ochenta? En discográficas, editoriales y management había y hay unas cuantas: directoras generales de discográficas y editoriales, de A&R, de marketing, de promoción, jefas de producto, de exportación, RRHH/jefas de personal, empresarias/propietarias de agencias de representación, editoriales y discográficas. Es un rango bastante amplio de posiciones y responsabilidades.
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