Rosa Huertas es una especialista en ganar premios literarios para público adolescente. “Llevo doce libros publicados y me gusta presentarlos a premios literarios porque así me aseguro que mis obras se leen”, nos dice durante la entrevista que mantuvimos. En esta ocasión presentó “La sonrisa de los peces de piedra” al premio Anaya y acompañó el texto con una ilustración que preparó el ilustrador Javier Olivares sobre la Movida, con un estilo muy de los años ochenta y del gran Ceesepe, y Canción para Julia, una composición del joven músico Santiago Isla. Con esos mimbres era muy difícil que el premio se le pudiese escapar. Además, la autora consigue recrear de manera fehaciente y emotiva esos años ochenta que muy pocos, por no decir nadie, ha tratado como se merece, pese a ser una época realmente mítica.
“En los ochenta todos queríamos ser artistas”, afirma Rosa Huertas sin asomo de dudas. La generación anterior se dedicó a la política, la posterior a los negocios y las personas que pertenecieron a la generación perdida de los ochenta, como bien nos explicó Antonio Orejudo, querían ser cantantes, directores de cine, pintores, actores, escritores, fotógrafos, etc. Artistas, al fin y al cabo.
Escribo la entrevista mientras escucho la banda sonora de la novela. Veinte canciones seleccionadas por la autora madrileña que me traen recuerdos de aquellos tiempos y pienso que ¡cuántos de esos protagonistas que quisieron ser artistas y lo consiguieron se quedaron por el camino! Eduardo Benavente, Antonio Vega, Carlos G. Berlanga, Enrique Urquijo, Germán Copini o Joe Borsani, promotor del mítico Rock-Ola y productor de Fernando Márquez “El Zurdo”, autor de la sensacional “Para ti” de Paraíso o del mismo Germán Coppini. Ex marido de la cantante argentina Rubi, la de los Casinos, para quien los hermanos Ariel Rot de Tequila y Cecilia Roth, musa de Almodóvar, compusieron increíbles canciones pop. Muchos recuerdos me han venido a la memoria leyendo el libro de Rosa Huertas, de lectura absolutamente obligada para conocer esa época.
La novela está escrita en primera persona por un joven de dieciséis años. Hay dos voces en el libro, la suya y la de su madre. “Fue un reto muy grande, cuando hay dos primeras personas en la novela no pueden sonar igual. Tenía que marcar las diferencias”, explica Rosa Huertas y reconoce que “me cuesta más adoptar la voz del joven Jaime ya que cuenta la parte histórica de la Movida y los conflictos de los adolecentes. Hacer esa parte es complicada porque la voz de Jaime no puede sonar como la de un catedrático”.
A Rosa Huertas la gusta escribir para adolescentes. Todas sus novelas las ha escrito pensando en ellos. Se la nota su vocación de profesora de lengua y literatura, labor que desarrolla en un instituto madrileño, al que hace referencia en su novela. “Escribo para jóvenes y adolescentes que no son, precisamente, descerebrados. Escribo para hacerles crecer”, apunta.
“La sonrisa de los peces de piedra” la pueden leer tanto los jóvenes como los adultos, de hecho los protagonistas son los adultos, recurso que utiliza en varias de sus obras. “El recurso para llegar al lector juvenil es hablarle como adulto. Es literatura de frontera”, expone. La autora da muchas vueltas a sus novelas hasta que queda satisfecha. “Hay que ofrecer un compromiso de calidad a los lectores”, sentencia. Quizá por eso gusten sus obras a los profesores de instituto que prescriben sus novelas a los alumnos para leer como un doctor prescribe un antibiótico.
En la novela va intercalando las dos voces, la de Jaime y la de su madre. “Así consigo que la intriga vaya en aumento según avanza la trama”, nos descubre así uno de los secretos de su narrativa. También nos cuenta cómo se le ocurrió la trama de la novela. “Hace unos tres años en el cementerio de Cartagena descubrí una tumba que estaba llena de cáscaras de pipa, a partir de ahí comencé, con mi madre que estaba conmigo, a elucubrar por qué habría tanta cáscaras en esa tumba”, recuerda. Y de esas cáscaras de pipas de calabaza surgió la novela que escribiría ese mismo año y que tuvo en la nevera durante dos años para presentarla al Premio Anaya de Literatura Juvenil de este año.
Rosa Huertas, se ha basado, para alguno de sus personajes, en personas que conoce, amigos, compañeros de trabajo, etc. Ha tenido bastantes dificultades para documentarse. “Hay poca bibliografía sobre la Movida. En Internet no hay prácticamente nada. Sí, he conseguido testimonios de personas que vivieron algunos acontecimientos que narro. Para mí, fue una época muy importante. En aquellos tiempos vivíamos en la inconsciencia. Algo que me di cuenta tiempo después. Por eso, quería contar esa época para que los chavales de ahora supieran las luces y las sombras que hubo”, analiza.
La novela discurre por algunos de los locales de moda de los ochenta. La Vía Láctea, el Pentagrama o Penta, como se le denominaba coloquialmente, en el barrio de Malasaña, El Sol o la sala de conciertos Rock-Ola son los escenarios escogidos por la autora, además del cementerio de San Isidro o la plaza de Barceló. “En esos sitios se mezclaba gente de todo tipo y de diferentes capas sociales. En esos tiempos éramos un poco extremos. A mí me gustaba la gente rara, todavía me siguen gustando. No tengo ni una amiga que no se salga de lo habitual. Éramos muy frívolos”, confiesa. Rosa Huertas.
Sobre la actualidad, opina que estamos viviendo unos tiempos muy convulsos. “La gente está anestesiada. La cultura no interesa, parece que el fútbol es lo más importante del mundo. Para mí es más importante la cultura y el estar a gusto con una misma”, describe con precisión. A los responsables políticos no les interesa la cultura. No les interesa que la gente piense por sí misma, de ahí que hayan ido eliminando asignaturas fundamentales para la formación de las personas como la filosofía, la música o la historia, por no decir el latín o el griego.
“Ahora los chavales nacidos en el siglo XXI apenas leen, son youtubers u otras cosas más raras todavía. Los nacidos en el siglo XX son diferentes, todavía leen. Escribí el libro para que ellos pudiesen conocer la época de los ochenta, que les picase la curiosidad por esos tiempos. Espero haberlo conseguido”, concluye la escritora. Yo creo que lo ha conseguido y no sólo a ellos, también a los que vivimos aquellos tiempos que todavía añoramos.
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