«Tenía un amor y ya no lo tengo», nos explica Màxim, narrador y protagonista de La parte escondida del iceberg. Se acaba de mudar a París para escribir una novela que se le resiste e intenta recomponer su vida tras una ruptura sentimental. Sin embargo, el recuerdo del amor acecha en las plazas, las calles y los cafés, se aferra a todas partes y se niega a abandonar la ciudad por la que pasearon.
La escritura surge entonces como una forma de memoria y, también, como un modo de combatir el dolor. En su caso, la creación literaria le sirve para purgar los pecados –reales e imaginados– y por eso, paradójicamente, a medida que (le) escribe, su presencia va diluyéndose.
Mientras nos narra su presente, Màxim reflexiona sobre el pasado: la familia, la memoria y la construcción de la propia vida a partir de los recuerdos que conservamos y los que manipulamos. Y paseamos con él por París, una ciudad que no se acaba nunca y que nos describe con el detalle del amante, una completa geografía de sus lugares favoritos y su capacidad emocional.
En La parte escondida del iceberg, Màxim Huerta realiza un original ejercicio narrativo. Nos propone una novela autobiográfica o, mejor aún, una autoficción, según la definición hecha, en 1977, por Serge Doubrovsky, escritor y crítico literario francés nacido en el noveno distrito –arrondissement– de Paris, en el que –¿por casualidad?– vive el protagonista/narrador durante una buena parte del relato. Desde su/ nuestro presente, Màxim escribe a su amor perdido y se lo cuenta al lector.
Marcado por la historia real de Jill Price, una mujer con una memoria autobiográfica fotográfica –«no goza de la paz que da el olvido»–, y siguiendo los pasos de Hemingway por París, Màxim conjura sus fantasmas e invoca a los personajes que admira y que recorrieron las calles que él pisa ahora.
La noche que Màxim conoció a su amor, supo que, tarde o temprano tendría que olvidarlo. Poseía esa belleza joven y el físico rotundo que provoca unos segundos de silencio cuando entra en cualquier lugar. Además, quería abrirse camino en el mundo de la moda y de la interpretación. Así que siempre le quedó la duda de por qué una persona así se unió a un hombre como él. Los celos –sus celos– aparecieron con destructiva regularidad.
En el presente, los episodios del pasado reaparecen en un doloroso ejercicio de memoria. «No goza de la paz que da el olvido», nos dice de Jill Price, una mujer con memoria fotográfica que le sirve para hilar los pensamientos sobre lo que sucedió en su relación: ¿quién empezó a distanciarse de quién?
Los recuerdos del viaje que realizaron juntos a París –en el gélido mes de enero de 2007– se inmiscuyen en este nuevo periodo de su vida en el que se ha mudado a la capital francesa para escribir una novela que se le resiste. Tiene ya todas las notas para empezar a componer la trama; ha organizado también los personajes, las ciudades y el desarrollo final de la historia de un joven aprendiz del taller de Gepetto, hacedor de marionetas. Pinocho es su cuento favorito y pretende recrearlo en otro relato con los mismos mimbres.
Sin embargo, la certidumbre de la presencia de su antigua pareja en París – «según Google Maps estás a unos kilómetros de mí»– lo lleva a abandonar al hacedor de marionetas y lo sumerge en otra novela, «una novela voluntaria», mientras vuelve una y otra vez a aquel mes de enero de 2007. París le dio la medida de sus diferencias: «Yo disfruto del paseo, tú buscas llegar a un lugar».
El relato de ese amor y de la posterior ruptura no es lineal. Se intercala con otros pensamientos, con otras reflexiones sobre distintos episodios de la vida del autor/narrador/protagonista.
Màxim nos habla de su infancia y juventud. De la relación con su madre, Clara, «una mujer que ha vivido pendiente de los demás y poco de ella misma». Con ella paseó por París; recuerda, en especial, el momento en el que, sentados en la terraza de Chez Francis, en la place de l’Alma, miraban la vida, observando a la gente, curando heridas viejas, en paz, calmados, tranquilos, «en ese infinito que se crea a veces entre dos personas, amordazadas por la felicidad del no pasa nada por fin. Queriéndose».
Conocemos también la historia de sus abuelos maternos –«la genética Hernández»–. La abuela Irene soñó con escribir y anotó su vida en unas libretas que su hija todavía conserva. El abuelo Victoriano era transportista y, desde Utiel, recorría las aldeas abasteciendo de comida a los ultramarinos rurales.
En el presente –el presente del narrador y del lector–, Màxim nos explica su estancia en París. Nos habla de sus recorridos por la ciudad, siguiendo los pasos del Hemingway de París era una fiesta –A Moveable Feast– o, mejor dicho, los pasos de Vila-Matas tras las huellas de Hemingway. Nos invita a entrar en cafés y restaurantes emblemáticos, nos lleva a la librería Shakespeare and Company y recupera escenarios y personajes de Una tienda en París (2012).
Mientras asistimos a los progresos de la nueva novela, con reflexiones sobre la escritura, conocemos a Manu, un amigo en cuyo piso se aloja un tiempo, y a varias mujeres muy especiales. Lo dejamos ahí, el autor se reserva el derecho a no explicarnos todo.
Màxim Huerta (Utiel, Valencia, 1971) es escritor y periodista. Premio Primavera de Novela 2014 con La noche soñada. Se licenció en Ciencias de la Información en la Universidad San Pablo-CEU, de Valencia, y obtuvo un Master en Diseño Gráfico e Ilustración Editorial por el Instituto Europeo de Diseño, de Madrid.
Se inició periodísticamente en los micrófonos de Radio 5, de Radio Nacional de España, en Utiel y Radio Buñol. Trabajó en prensa comarcal y fue jefe de política en el periódico Valencia 7 Días y colaborador del diario Las Provincias, en Valencia. En 1997 se incorporó a Canal 9, donde trabajó como redactor, enviado especial, editor y presentador de informativos.
En 1999 pasó a formar parte de Telecinco; primero en la Comunidad Valenciana y, más adelante, en la redacción central de informativos. En enero de 2005 entró en el magazine matinal El Programa de AR como copresentador. Ha permanecido en él once años, en los que, entre otras cosas, ha moderado debates políticos y sociales y ha sido enviado especial a eventos importantes.
Además, Màxim Huerta ha presentado La Noche Temática de Los Juegos de Rol, también en Telecinco, y ha formado parte del equipo de Queremos hablar, de Ana García Lozano en Punto Radio. Ha escrito una columna mensual en la revista Vanidad y ha colaborado en El Periódico. Actualmente lo hace en El Español y en Viajes National Geographic.
Ha escrito seis novelas –Que sea la última vez…, El Susurro de la caracola, Una tienda en París, La noche soñada (Premio Primavera de Novela 2014), No me dejes (Ne me quitte pas) y La parte escondida del iceberg– y las obras teatrales Más Sofocos, junto al director Juan Luis Iborra, y Me quedo muerta, para Microteatro Madrid.
Es Miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión.
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