Las libreras y yo llevábamos dos semanas esperando este día. Aunque por Berbiriana han pasado ya muchos y grandes autores Vilas nos hacía especial ilusión, porque es uno de esos escritores que dejan huella. Posee una voz que parece enredarse en nuestros pensamientos y entablar con nosotros un diálogo a veces muy personal, otras delirante, siempre intenso y emocionante, porque la escritura de Vilas es en último término una celebración de la vida, con sus victorias y sus derrotas, con su épica y su drama. La exaltación del amor, entendido como la admiración por lo humano, nosotros, estos pobres seres que deambulamos perdidos por la vida, y la solidaridad con el fracaso, con el derrumbamiento, con el hundimiento implícito también en este acontecimiento único que nos traemos entre manos, existir. Lou Reed era español y América son dos obras de narrativa, pero la mirada poética de Vilas planea sobre ellas dotándolas de una frescura y una ironía electrizantes.
En uno de los capítulos de América Vilas, en referencia a un encuentro con algunos escritores españoles en Iowa, escribe: “Los tres están vivos, conviene decir esto porque todo el mundo piensa que el estado natural de los escritores es estar muertos”. Y así parece tantas veces, porque seguimos empeñados en celebrar los éxitos de quienes ya no pueden disfrutarlo, en despreciar el presente, en reservar nuestros elogios para quienes no podrán escucharlos. El mundo de los libros se está volviendo cada vez más pequeño, más marginal. Los medios de comunicación apenas recogen noticias sobre cultura que no tengan que ver con algún actor famoso o escritor superventas, espectáculos de masas o programas de televisión. Vilas estuvo aquí, uno de los poetas ¡vivos! más importante de nuestro país, un escritor con una larga y prestigiosa carrera literaria a sus espaldas y, sin embargo, los medios locales no mostraron el menor interés por su visita. Por suerte, los lectores y las libreras de esta ciudad siempre responden, y fue una fiesta.
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