A largo de las más de quinientas páginas de este volumen el ensayista va derribando la teoría de la invasión musulmana de la península Ibérica en el siglo VIII.
Así, entre otras tesis, Olagüe defiende la imposibilidad de una conquista debido al pequeño número de invasores, y la escasez de medios.
Unos condicionantes que hacían imposible el realizar grandes operaciones militares, ya sea a través del mar o del desierto, y, aún menos, derrotar a tantos pueblos en tan poco tiempo.
Y es que, según su teoría, si los ejércitos árabes hubieran invadido España en 711, hubieran traído con ellos los principios arquitectónicos y artísticos que se extendían por aquel entonces en Oriente.
Un hecho que a su juicio no ocurrió, ya que, entre otros elementos ornamentales, el arco de herradura ya existía antes de la invasión. No venía de oriente como así lo ratifican los historiadores ortodoxos.
“Y no sólo eso”, afirma Olagüe, sino que “los conquistadores hubieran impuesto esos principios arquitectónicos y artísticos de modo autoritario y de ello quedarían muestra y prueba en las paredes de la Mezquita de Córdoba”.
“Testimonios de todo género nos enseñarían que habrían cumplido su función religiosa al servicio del islam desde el comienzo de la invasión, no desde la mitad del siglo IX”, asevera Olagüe.
“Si Andalucía hubiera sido invadida en el S.VIII por los árabes, no revestiría la Mezquita de Córdoba las formas arquitectónicas que todos admiramos. Nuevos conceptos llegados más tarde de Oriente no hubieran fermentado la masa de las ideas entonces en hervor, como la levadura que levanta el amasijo. Hubiera sido la civilización árabe la masa, no la levadura. Hasta Occidente se hubiera extendido su propia contextura. No hubiera florecido una cultura nueva en la España del sur”, concluye el autor.
En definitiva La revolución islámica en Occidente es un libro, osado, lúcido y polémico, que se ha convertido en un clásico y que resulta fundamental para comprender la historia de la Edad Media española en general y la de Al Ándalus en particular.
Ignacio Olagüe (San Sebastián, 1903-1974). Estudió Derecho en las universidades de Valladolid y Madrid. De 1924 a 1936 trabajó en el laboratorio de paleontología del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, siendo discípulo de José Royo.
Perteneció a la junta directiva de la Real Sociedad Española de Historia Natural de Madrid y participó en coloquios internacionales.
En 1929 fundó el primer cineclub español y una galería de arte en Madrid, junto a Ernesto Giménez Caballero. Desde los años 50, viajó y publicó en Francia.
Fue vicepresidente de la Sociedad Internacional para el estudio comparado de las civilizaciones. Entre otras obras escribió La decadencia española y Diario (de a bordo) del navegante Juan de la Cosa.
Puedes comprar el libro en: