María Solar nos transporta a comienzos del siglo XVIII con un lenguaje ágil y atractivo, mostrándonos una odisea que merece la pena ser conocida y, por supuesto, leída. La escritora de Santiago de Compostela aporta un nuevo punto de vista a la historia, fijándose en personajes prácticamente olvidados de una gran humanidad. En la entrevista nos desvela sus motivaciones para escribir el libro y algunas claves de la novela.
¿Cómo surgió el escribir la novela “Los niños de la viruela”?
Era una deuda pendiente. La primera vez que escuché esta historia fue en la facultad de Biología estudiando las vacunas, allí nos explicaron la Expedición Balmis como una breve introducción histórica. Pero años después, cuando mi vida había ya dado el giro hacia el periodismo y trabajaba en la Televisión de Galicia, conocí la investigación de dos colegas de profesión, Antonio López y Joaquín Pedrido, quienes habían recuperado los nombres, edades reales y algunos datos de aquellos niños casi olvidados. Hicimos un reportaje en el que grabamos a tres niños, una era mi hija Aldara, con sus enormes ojos verdes. No conozco a nadie que no se emocionara al ver aquella carita y sobre ella impresa la lista de los nombres y edades de los niños de Balmis. Entonces entendí, que a aquellos niños había que ponerles piel, carne, y sentimientos como los tuvieron en su día. Era mi deuda con ellos.
¿Cómo calificaría su nueva novela, cómo novela histórica o juvenil?
Son dos cosas distintas y no excluyentes. Es una ficción histórica para un público crossover, es decir, juvenil y adulto.
¿Fue su intención dirigirla a todo tipo de lector?
Para mi los libros sean infantiles, juveniles o de adultos, tienen en realidad un suelo de edad para poder comprenderlo, pero no un techo. Esto no es nuevo, colecciones como Las tres edades de Siruela donde he publicado, se presentan como de 9 a 99 años. Yo trabajo con niveles de lectura en todos mis libros, un joven leerá una historia y un adulto encontrará otras claves para él. Los niños de la viruela puede leerlo cualquier persona desde los 14 años.
Usted escribe tanto para público juvenil como adulto. ¿Se siente igual de a gusto escribiendo para ambos tipos de público?
Si. El público lo fija la historia. Cuando quiero contar algo me encuentro con la madurez que se precisa para entenderlo y disfrutarlo, que puede ser desde niños, jóvenes, o ser una historia que precise de cierta experiencia vital y sea para público adulto.
¿Va seguir escribiendo para niños o va a dar el paso definitivo hacia la literatura de adultos?
Seguiré escribiendo para adultos y para niños y jóvenes, porque no hay “un paso” de una literatura a otra, ni un escalón, ni nada por el estilo. Hay libros infantiles muy superiores a algunas novelas de adultos, y también hay libros infantiles que no debieran haberse publicado. La literatura es buena o mala, independientemente de la edad del lector. No es más fácil ni menos prestigiosa na infantojuvenil. Por eso el paso es hacer la siguiente novela bien hecha, sea para el público que sea. Es el auténtico desafío para el autor.
Escritores como Almudena de Arteaga o Javier Moro han tratado en sus obras a la expedición Balmis. ¿Qué cree que aporta su novela diferente a ellos?
Son muy diferentes pese a narrar el mismo hecho. Mi enfoque temporal, espacial, de protagonistas es diferente. Ellos han narrado la odisea del viaje, una historia de amor – ficcionada - entre la única mujer del barco y uno de los médicos, yo me he centrado más en las personas, en los niños y la sociedad de la época, situándolo en la llegada de Balmis al hospicio de A Coruña en 1803. Creo que he hecho una novela más de personajes, de emociones y sentimientos. Luego en otro orden de cosas, la novela de Javier Moro y la mía, por ser más recientes, hemos podido incorporar nuevos datos más precisos en relación sobre todo con los niños.
"Somos un pueblo de escasa memoria"
Durante el siglo XIX se produjeron en España varias expediciones científicas de gran trascendencia, sin embargo, no son muy conocidas. ¿A qué cree que se debe nuestra desidia por los temas científicos?
Creo que tenemos una dramática grieta entre las ciencias y las letras que nos pasa factura en muchos órdenes de la vida, también en la literatura. Eso, unido a que somos un pueblo de escasa memoria, y muy poco dado a reconocer los éxitos, hace que no hayamos llevado a la literatura, a los cines, e incluso a los libros de texto muchos hitos científicos que deberíamos conocer.
Tanto en sus escritos como en televisión se ha mostrado muy interesada por los temas científicos. ¿Qué le atrae de ellos?
Yo tengo una formación extraña pero de la que estoy orgullosa, soy de ciencias y letras, licenciada en Biología y Periodismo, y creo que al final los autores nos llevamos nuestras filias y fobias a los libros. A veces me gusta salpicar las tramas con alguna cuestión científica más o menos evidente, desde perros verdes porque han tragado biliverdina a hacer de los insectos cotidianos, como las moscas, las protagonistas de un libro infantil. Es divertido.
En la novela tiene especial protagonismo, además de Francisco Javier Balmis, el doctor Posse Roybanes. ¿Qué destacaría de él cómo persona?
Es un personaje real, absolutamente olvidado por la historia. Un hombre que me ha encantado recuperar. Un médico ilustrado de A Coruña- muy lejos de las grandes capitales europeas-, enterado de los últimos avances médicos y en especial de la vacuna de la viruela, recién descubierta por Jenner en Inglaterra. La vacuna tenía muchos detractores, tanto en la medicina como en la Iglesia, pero Posse Roybanes creía tanto en ella que en 1801 la probó en su propio nieto de 5 meses de edad. Y por supuesto cuando Balmis llegó a A Coruña lo acompañó y ayudó en lo posible. Un hombre extraordinario.
¿Fueron los niños de la expedición unos héroes ignotos e inocentes?
Fueron unos pobres niños que les tocó vivir la mayor miseria de la sociedad, el abandono, como a tantos otros en la época. No decidieron ni eligieron, se los llevaron a América porque la única manera efectiva de transportar la vacuna era en su cuerpo, a través de una cadena de vacunaciones que se pasaba de un par de niños a otro par cada 10 días. Seguramente fueron conscientes de que participaban en algo extraordinario, y en algún momento tuvieron que sentirse héroes porque fueron recibidos como tales en algunos destinos – no en todos- pero también es seguro, que otras veces se sintieron desdichados, como al llegar a Mexico y ser ingresados en un nuevo hospicio. Hicieron un gran bien a la humanidad, y a cambio se les prometió padres y formación en América, no todos lo tuvieron.
¿Cuánto tiempo ha tardado en documentarse para escribir la novela?
Eso ha sido una labor de hormiguita, he estado trabajando en otras novelas y al tiempo reuniendo documentación para esta, hasta que ya considere que podía hacerla y me centré absolutamente en escribirla.
¿Para escribir la novela, ha echado mano de la ficción para terminar de cuadrarla?
La ficción es imprescindible en cualquier novela. He respetado muchísimo a todos los personajes históricos y he situado la mayor carga dramática en los inventados. ¿Cuáles son? Es fácil, los que no forman parte de la Expedición. Los históricos los he ido forjando a partir de datos conocidos. Sabemos que Balmis era arrogante, meticuloso, muy inteligente; o que Isabel Zendal, la rectora del hospicio, era “pobre de solemnidad” como dicen los documentos, que tenía un hijo de soltera que la marcaba, y que trabajaba de sol a sol en la inclusa, como luego lo hizo en el barco. No es difícil imaginarse a esta mujer que nunca había visto un palacio, turbada por la presencia de los médicos del Rey en su inclusa.
La viruela ha sido erradicada del planeta. ¿Qué importancia tuvo la expedición Balmis para contribuir a ello, especialmente en América?
Fue muy importante. Hay que matizar que la vacuna ya había llegado a América en hilas, que a veces llegaban en mal estado. Pero Balmis no solo llevó una vacuna buena, transportada “in vivo”, sino que estableció todo un plan para formar a los médicos locales y establecer Juntas de Vacunación, asentando la vacunación como el método de combate contra la enfermedad. Fue la primera gran campaña de salud pública.
Usted escribe en gallego. ¿Ha supervisado la traducción o ha dejado libertad absoluta a María Jesús Fernández? ¿Ha quedado satisfecha del resultado?
María Jesús ya me ha traducido en otras ocasiones y nos encontramos muy a gusto trabajando juntas. Creo que el trabajo de traducción hay que dejárselo a los traductores para no pecar en reescribirnos, pero también por gestión del tiempo. Ella lo ha traducido del original y yo lo he revisado muchas veces y juntas hemos ido hablando y afinando detalles. Es muy buena traductora y persona. Así el libro ha salido el mismo día en tres idiomas: gallego, castellano y catalán.
¿Es difícil compaginar el trabajo periodístico con el de creación literaria? ¿De dónde saca el tiempo para hacerlo?
Yo soy presentadora en la Televisión de Galicia, ese es mi trabajo con horarios, luego están mis hijos, a los que jamás les he quitado un minuto porque crecen muy rápido y si no estás, te lo pierdes. Así que escribir, que para mi es una necesidad y una actividad casi diaria, lo voy haciendo a ratitos cuando puedo. Escribo despacio, pero soy muy constante y lo que sale es casi definitivo. Envidio a los que pueden hacerlo de otra manera más tranquila, yo cargo con el ordenador a dónde voy, a ver si lo puedo sacar un ratito. Pero sí creo firmemente, que tanto el periodismo como la ficción literaria son dos caras de la misma moneda que es la comunicación. Yo me comunico con mis espectadores o con mis lectores, para contarles historias reales o de ficción. Y en los dos casos, si falla la comunicación, el resultado no es bueno.
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