Pues bien, el libro que nos ocupa podría ser considerado una rareza (una interesantísima, inteligente y bella rareza) por cuanto su autor es un dibujante, Alfred Kubin (1877-1959) y que ha sido considerado por la crítica especializada como “uno de los más importantes dibujantes e ilustradores del siglo XX”.
En un largo estudio introductorio firmado por Sela Bozal, profesora de la universidad de Humboldt y responsable de edición de este libro, la vida de Kubin fue una búsqueda a través de sus textos y dibujos, un intento de reconciliar el caos y el yo. Llama la atención en efecto, al contemplar las numerosas reproducciones en blanco y negro que acompañan y enriquecen este texto, el trazo grueso, firme, de trasfondo duramente realista que, en su definición pictórica parece dejar desvaído el trazo final como si la tensión impresa en el ‘discurso’ del dibujo hubiera de continuar de un modo u otro. Semeja un dibujo desnudo, casi cruel –acaso reflejo de las circunstancias históricas que le ha tocado vivir, postguerra, de miseria y dolor- pero siempre de un trazo firme, lleno de convicción. También alimentado de una cierta alegoría o futuro incierto. Muy interesante y revelador, propio de una realidad más bien trágica, sin duda. “Una vez me he empapado del ambiente y me he metido de lleno en el tema –escribe el autor- se produce una especie de tensión interior, como si fuera eléctrica y estuviera cargada de fértiles semillas de las que surgen las figuras” (pp 104, 164) Una de las actividades del autor fue ilustrar la obra de autores como Kafka o Trakl.
El volumen contiene dos textos complementarios entre sí: ‘De mi vida’, que fue componiéndose en sucesivas adiciones hasta cerca de su fallecimiento, y ‘Desde la mesa del dibujante’, además de breves fragmentos autobiográficos que aparecieron en diversas publicaciones. Y es de resaltar, a propósito del primer texto citado, lo que expresa Kobin a modo de memoria personal: “Ahora toca a su fin desde una perspectiva (vital) completamente distinta. No sorprende, al contrario, parece algo palpable tras años de presagios, primero reprimidos y luego asumidos ya con mayor tranquilidad. Debo confesarlo: ¡la vejez ha llegado! ¿Qué necesidad hay ya de citar nombres o relatar acontecimientos? Esto prefiero dejarlo a un futuro en el que acaso alguna cabeza quiera dar a tales acontecimientos un sentido para luego poder descubrir algo” Y añade, a modo de resumen personal: “Nunca tuve ningún interés especial por el grandioso último acto o las pomposas apoteosis del destino. Sin más consideraciones cedí siempre en mis trabajos a un impulso que me arrastraba, y nunca me propuse nada que no fuese ceñirme a la práctica”.
El lector, desde luego, tendrá ocasión, aquí, de conocer una vida de artista que, apoyándose mutuamente texto e imagen, relato y dibujo, conforman una vida llena de pasión por el paisaje cotidiano, por los avatares y las circunstancias de un período lleno de incertidumbres de todo tipo.
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