Hasta ayer, los medios informativos, los periódicos, eran quienes impartían opinión influyendo en la sociedad que se creía, que entendía, que los informadores eran profesionales que buscaban la verdad. De hecho, los medios tradicionales tenían mucho cuidado en no meter la pata porque se podían ver frente a unos tribunales de justicia acusados de calumnia y de injuria.
Recuerdo que cuando dirIgía un diario de información general en una provincia andaluza, en Almería, un tribunal nos condenó a pagar un millón de las antiguas pesetas por llamar sinvergüenza a un diputado, antiguo gobernador civil, antiguo presidente de la diputación, antiguo Delegado del Gobierno en Sevilla, cuando se le fotografió votando, con toda la cara, en el escaño del vecino, ausente del pleno.
Ahora vemos como se insulta, se injuria, se miente, se montan campañas contra todos, en las llamadas redes sociales sin que la justicia siente en el banquillo a los que delinquen. Entre otras cosas, porque un medio informativo es responsable de lo que publica. Las redes sociales, que ganan miles de millones, no se responsabilizan de lo que digan sus usuarios.
Si Facebook, YouTube o Twiter fueran responsables de lo que se publique en sus redes, no habríamos llegado a este punto y Donal Trump no sería hoy presidente del país más poderoso del mundo. En una barbaridad, pero no me parece de recibo que se injurie, se calumnie gratis mientras las multinacionales propietarias de las redes se conviertan en las empresas más rentables del mundo.