Tres son las historias que interpreta José Ovejero en la obra y las tres son muy diferentes. El escritor es un consolidado novelista y escritor de libros de viajes; sus relatos, aunque no son tan conocidos, muestran una calidad sorprendente como lo demuestra el doble libro “Qué raros son los hombres” y “Mujeres que viajan solas”. Del primero ha extraído tres narraciones para conformar una obra sorprendente y lúcida.
Para montar la obra ha contado con la ayuda de Eusebio Lázaro en la dirección teatral y de Edurne Portela como regidora. Eusebio Lázaro ha sabido sacar la parte artística del escritor, dándole un barniz dramático a su interpretación. Siempre que un actor se enfrenta solo a un escenario se corre el riesgo de comportarse de forma histriónica y exagerada. Lázaro ha conseguido una contención interpretativa que realza la narrativa del autor madrileño.
Los tres relatos que componen la obra son “Las penas del infierno” donde un hombre se enfrenta a una relación poco satisfactoria con su mujer y problemática con su hija. Al padre le cuesta comprender en que se ha convertido su hija y los sentimientos encontrados que siente por ella. Ovejero asume el papel de padre con una gran fuerza dramática, enfrentándose de manera tortuosa a los sentimientos contradictorios que tiene hacia su hija. Desgarrador en muchos pasajes nos hace sentirnos incómodos al ver expuestos las emociones del protagonista sobre el escenario. También, hace que nos planteemos muchas reflexiones sobre las relaciones familiares. Es quizá el relato más sombrío de los tres que conforman la obra.
Continúa la representación con “Julia, Pablo y el cubo de Rubik”, de las tres partes de la obra es la más humorística. La relación de esa pareja nos retrotrae a la época de la Transición. Ambas personas se enfrentan a la vida de manera radicalmente diferente, una más concienciada y militante, el otro más pasota y disipado. Ovejero se mete en la piel de Julia y la interpreta con acierto y valentía. Es el relato más divertido de la obra, con una comicidad ácida y algo sombría, que nos muestra cómo era la vida en una época de apertura a nuevos descubrimientos.
La última parte de la obra, “Los compañeros de viaje” es un auténtico relato del género negro, sorpresivo y con un final que nos golpea en nuestra conciencia, donde nos daremos cuenta que es muy difícil conocer realmente a las personas. Este relato se desarrolla en México, a mitad de camino entre un relato de viajes y de malhechores.
José Ovejero interpreta tres personajes muy diferentes y en todos ellos muestra distintos registros, demostrando una adaptabilidad de auténtico actor profesional. Esta es la primera ocasión que se sube a un escenario en España, ya anteriormente había interpretado algún relato suyo al otro lado del Atlántico. Tuve ocasión de asistir a la última de las tres representaciones que hizo en Madrid, el espectáculo ya estaba muy rodado y no hubo ningún fallo por pequeño que fuese. Ovejero se mostró como un consumado actor abierto a alcanzar mayores cotas interpretativas. La obra se merece un largo recorrido por los escenarios y estoy seguro que no cejará en su empeño. Material no le falta, inmejorables textos y buenísima interpretación que se merecen escenarios más amplios y de mayor difusión.
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