“No suelo hacer muchas cosas a propósito, mi proceso creativo es muy espontáneo, plagado de inspiración”, cuenta la escritora israelí en la entrevista que mantuvimos en la sede de Ediciones Siruela y añade “cuando preparo un libro, sólo hago una planificación general, normalmente los personajes que creo se me imponen a lo que tenía pensado en un principio y es lo que me ocurrió en esta novela”.
La protagonista de la novela es la anciana Hemda Horowitz que se halla al final de sus días en un hospital de Jerusalén, donde con amargura examina su trayectoria vital. Su juventud en un kibutz al llegar de Europa, su matrimonio sin amor con un superviviente del Holocausto, igual de severo que su padre, y la relación con sus dos hijos, al varón le amó demasiado mientras que a la hija fue incapaz de hacerlo de la misma manera.
“Es difícil vivir la vida que queremos y eso nos produce mucha insatisfacción. En ocasiones, tenemos expectativas demasiado exigentes, de ahí que la mayoría de las personas no seamos felices”, razona Zeruya Shalev. Esa miseria, esa infelicidad es algo que impulsa a los personajes de su novela a intentar encontrar el amor y a cambiar. “El cambio es un proceso muy importante en la vida y en la literatura”, sostiene con convencimiento. Esa dinámica de la busca del cambio, hace a los protagonistas más ambiciosos y llegar a obsesionarse.
Para Zeruya Shalev, “las crisis tienen un gran potencial de cambio: En todos mis libros abordo el tema de la crisis, tanto las que provienen del exterior como las del mundo interno. Hay momentos en la vida en que somos más vulnerables y casi todos esos momentos provienen de crisis internas”, analiza. Es el caso de Dina, la hija de Hemda Horowitz, que deja su trabajo para cuidar de su hija y que ésta reciba el amor que a ella nunca se le dio. “Nitzan, la hija de Dina, ve el problema con más distancia”, apunta y agrega “todas las familias abordan este tema de forma diferente”.
La escritora nació en un kibutz a finales de los años cincuenta, antes de la Guerra de los Seis Días, donde tuvo que sufrir ataques por parte de tropas árabes. Afortunadamente, estuve poco tiempo, pero mi madre y mis abuelos sí vivieron muchos años en un kibutz y muchas de las historias que me contaron están en el libro. La vida allí es muy dura, ya que la ideología con la que educan a los niños y jóvenes también lo es”, explica la escritora israelí. Por eso, en su opinión, la educación es demasiado estricta en los kibutz, de ahí que la primera generación que se educó en los kibutz estuviese un poco perdida y la segunda un poco obsesionada.
Zeruya Shalev se define como “una persona polémica" y cuenta que "en todos mis libros trató algún tema tabú. Mi primera novela fue erótica, en ésta trato el tema de la preferencia de la maternidad, la preferencia de un hijo sobre otro. Las mujeres sufren presión desde el día que dan a luz y no saben cómo tratarlo. En Israel, el tema de la familia es muy importante”.
En su opinión, la sociedad israelí está muy dividida. Por una parte están los netamente religiosos y, por otra, las personas más seculares. Otro tema importante es el de la seguridad. “No se pueden negar las amenazas que sufrimos diariamente. Si existe un exceso de burocracia en el país es por culpa del terrorismo”, analiza la escritora que mantiene que “el espíritu de los israelíes es muy abierto y moderno aunque pueda parecer lo contrario. Digamos que algo más de la mitad de la población es así”.
“Esta es la primera vez que he intentado mostrar la complejidad del país”, afirma esta escritora que comenzó a escribir a los seis años y fue la poesía el primer género que probó. “Por eso, mi proceso de creación es muy espontáneo. Hasta ahora había utilizada la primer persona para escribir. Ha sido en Lo que queda de nuestras vidas cuando he utilizado por primera vez la tercera persona”, expone.
Zeruya Shalev se sorprende a sí misma con lo que escribe. “Escribo pero, sobre todo, reescribo hasta que tengo la sensación de que ha quedado a mi gusto. Por eso el proceso es muy largo, en esta ocasión cinco años. Cada palabra que escribo me lo pienso como si me fuese la vida en ello”, concluye.
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