Poeta de culto, con una dilatada trayectoria, que se inicia en 1998 con Ley de vida (DVD Ediciones), David González hace gala de un estilo muy peculiar, que evita las mayúsculas y los signos de puntuación, y hace un uso significativo de la cursiva y de las conjunciones y/ o, donde adopta el lenguaje coloquial, cotidiano, para trenzar un discurso aparentemente sencillo con los mimbres de una realidad sucia y compleja.
El poemario no dispone de una estructura externa que organice su contenido, más bien se trata de una colección de poemas con un riguroso orden interno. El primer poema es paradigmático y determina el tono de denuncia que domina todo el conjunto:
ORIGEN
“no es
una manzana
la que corrompe
y pudre
a las otras:
es
el cesto:”
El final de cada poema viene acompañado de una cita que lo inspira y que completa su significado, así algunas resultan sorprendentes, como las de Rammstein, banda alemana de metal industrial, y las de William S. Burroughs Jr., hijo del beatnik, maldito y tempranamente desaparecido. Pero hay una que explica la vocación del poeta: “escribir ayuda a recordar” (Charles Simic) y que le sirve al autor para definir su oficio: “nos devuelve/ la memoria”.
David González apunta sus dardos al centro de la autoridad y de la hipocresía, para ello hilvana un discurso “a prueba de cuentistas/ estafadores o ladrones”, y no duda en apelar a la conciencia del lector con imágenes crudas y de rabiosa actualidad. El cine (Full Metal Jacket) y la historia (Pickelhaube, Amalia Vourenka) son otros temas que le incitan a empuñar la pluma con actitud crítica.
El poemario culmina con un extenso poema epílogo en prosa, “Mala cabeza”, donde David González evoca la figura de Margaretta, “una joven alta”, “escurrida de carnes”, “natural de las llanuras húngaras”, y relata su experiencia amorosa con ella desde el frío en los Jardines del Muelle de Oriente a la pasión lírica de un anhelado verano que “en Gigia, no existe”. Y es precisamente ese frío, que no deja en paz a la protagonista, el que devuelve la memoria de la madre de Margaretta, que fue deportada a la Rusia de Stalin, el dictador cuya mala cabeza “envíó al poeta Varlam Shalamov al gulag, a Siberia”.
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