El 30 de diciembre de 1935, el avión pilotado por Antoine de Saint-Exupéry y su amigo André Prévot, que había despegado de Nueva York rumbo a Saigón con exceso de combustible, se estrella en el desierto del Sáhara. Tras cinco días de coma y mientras convalece del terrible accidente, Saint-Exupéry escribe Tierra de los hombres con la perspectiva de quien contempla el mundo desde la soledad de una cabina de avión.
Escribe con la nostalgia de una infancia feliz y perdida, escribe para evocar el duro aprendizaje del oficio de aviador, homenajear a los compañeros Mermoz y Guillaumet, mostrar la Tierra a vista de pájaro, revivir el accidente sufrido junto a Prévot o revelar los secretos del desierto.
Pero lo que de verdad aspira a decirnos es que vivir es aventurarse a buscar el misterio oculto tras la superficie de las cosas; la posibilidad de encontrar la verdad dentro de uno mismo y la urgencia de aprender a amar, único modo de sobrevivir a este universo deshumanizado.
"La historia del príncipe que se aburre en su planeta y decide recorrer el Universo para sacudirse su aristocrático tedio se le ocurrió a Saint-Exupéry cuando su avión chocó con la cumbre de una meseta en el desierto de Libia. No era el primer percance de su ya atribulada vida de piloto, pero sí uno de los que más materia literaria iba a brindarle”, escribe Juan Bonilla sobre el libro.
Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) fue un escritor y piloto aviador francés, mundialmente conocido como autor de El Principito. Mientras trabajaba como piloto de correos, publicó sus primeras obras basadas en sus experiencias aéreas: Courrier sud en 1929 y sobre todo Vol de nuit en 1931, con las que cosecha enormes éxitos.
Tras estos sucesos, desde 1932, se dedica a la escritura y el periodismo. Ya movilizado y piloto de guerra, en 1943 publica su gran obra universalmente conocida, Le Petit Prince, aunque ya sus anteriores novelas eran éxitos asegurados. En 1944 su avión desapareció durante un vuelo de reconocimiento.
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