Dámaso de Lario es Doctor en Historia, e ingresó en 1977 en la Carrera Diplomática. Ha estado destinado en las representaciones diplomáticas españolas en Jordania, Australia y Reino Unido. Ha sido, entre otras responsabilidades, Secretario Permanente y Vicepresidente de la Sección Española del Comité Permanente Hispano-Norteamericano de Cooperación para la Defensa. En 1998 fue nombrado Subdirector General de Relaciones Económicas Bilaterales con países no europeos y, posteriormente, Embajador de España en la República de Indonesia y Embajador en la República Bolivariana de Venezuela.
La conferencia tuvo lugar el día 24 de noviembre en la sede del CEUM (Marqués de la Ensenada, 12)
Europa Necesaria. Es toda una reivindicación. ¿Cree que el proyecto europeo está amenazado?
El proyecto europeo está en crisis, pero eso no es nuevo. Ha habido otras crisis en sus 65 años de historia y ha salido airoso. Lo que está pasando ahora es que ha coincidido con una coyuntura mundial de pesimismo generalizado. Pero si los europeos queremos, podemos seguir adelante. Sin lugar a dudas. Lo que pasa es que hay que corregir el tiro, por así decirlo, para volver a ilusionar a la mayoría de nuestros 300 millones de ciudadanos.
¿Qué está pesando más en el desgaste europeo, las amenazas internas o las externas? O dicho de otro modo: ¿Qué desgasta más, el no acuerdo sobre inmigración y fronteras o la negativa de muchos países a seguir cediendo competencias?
Ambas cosas están ligadas. No es posible el acuerdo si no hay voluntad política y esta voluntad no va a producirse, si no hay una concertación generalizada sobre la inmigración y el control de fronteras. Y aquí es fundamental el principio de solidaridad y de ayuda a los países fronterizos con más inmigración, tanto por tierra como por mar.
¿Hay también un desgaste en la identificación del ciudadano con Europa? ¿Habría que democratizar más el Parlamento Europeo, por ejemplo?
Sólo tenemos que repasar la historia de los últimos dos siglos para comprobar el efecto de los populismos en las políticas de los países. Es muy fácil tocar la fibra sensible del ciudadano en momentos de crisis. El problema es que luego hay consecuencias. Por eso es importante la pedagogía ciudadana, en la que creo que tiene mucho trabajo por delante el Parlamento Europeo. O más concretamente sus parlamentarios que, para el europeo de a pie, parecen llevar una existencia extremadamente confidencial fuera de la Cámara. Pero también sería deseable que los gobiernos nacionales nos hablaran más de Europa – de la Unión Europea – que, desde luego, ha servido y sirve para mucho.
¿Hasta qué punto la sensación de que algunos países pueden actuar más impunemente que otros en diversas materias (Francia, Alemania,…) mientras que otros son siempre castigados (Grecia, por ejemplo) influye en esa sensación de una Europa desigual?
Yo no hablaría de impunidades. Lo que sucede es que hay países con mayor dimensión económica que otros, lo que a su vez les permite hacer mejor los “deberes”, aunque tengan algunos “suspensos”, y, de paso, aprovechar esa posición de predominio para decirles a los países más débiles lo que tienen que hacer. Pero ese camino, a la larga, no tiene futuro en un proyecto europeo de largo aliento. Por eso es urgente restaurar cuatro principios que guiaron desde sus comienzos la construcción de Europa: la prudencia, la confianza, la responsabilidad y la solidaridad.
¿Sería, en cualquier caso, conveniente caminar como proponen algunos políticos y teóricos hacia una Europa de doble velocidad: por un lado quienes estén dispuestos a seguir cediendo competencias y por otro quienes sólo deseen una asociación económica?
La Europa de los países fundadores, y la senda por la que se caminó durante varias décadas, no era la de una mera asociación económica. Por eso el Reino Unido tuvo tantas reticencias para unirse al proyecto. Lo de la Europa a dos velocidades no es algo nuevo. Se habló ya de ello a fines del siglo XX. Sería muy complejo de implementar, pero no imposible. De hecho, ya hay socios que no están en el euro, por ejemplo. En todo caso, creo que lo deseable, y seguramente lo más conveniente, es que los países cuyos ciudadanos piensen que es mejor estar unidos que separados en el complejo siglo XXI que tenemos por delante, sigan avanzando en la primera velocidad.
En el caso de Gran Bretaña, ¿supondrá la salida de Europa la salida del Mercado Común? ¿Se estaría abriendo la puerta a nuevas salidas en caso contrario?
Supondrá la salida del mercado único si no respetan las reglas de juego. Se ha dicho por activa y por pasiva desde todas las instancias comunitarias: sin libre circulación y establecimiento de ciudadanos no hay mercado único. Y la regla es igual para todos. El gobierno británico es muy libre de decidir lo que más le conviene. Y no es una cuestión de que se produzca o no un “efecto demostración”.
Una última pregunta, ya alejada de Europa, usted que conoce bien Venezuela: ¿Cómo ve el futuro cercano del país? ¿Se rebajará la sensación de tensión o habrá una nueva época de violencia y tensiones?
Como dicen allá, yo veo el futuro cercano “color de hormiga”. El país está en una encrucijada muy complicada, pero pese a las tensiones en presencia se ha logrado, hasta ahora, mantener abiertos canales de diálogo gracias a algunas mediaciones internacionales. Y mientras haya diálogo hay esperanza.