Jaume Cortés es abogado y socio del Col·lectiu Ronda. Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona y Máster en Medio Ambiente por el colegio de Abogados de Barcelona, ha desarrollado una tarea pionera en el ámbito de la recerca desde la vertiente jurídica, aplicada al campo de las enfermedades profesionales, de la cual destaca su lucha por el reconocimiento de la Sensibilidad Química Múltiple y los derechos de las personas afectadas por esta grave patología y otras enfermedades de origen ambiental.
Col·lectiu Ronda es una cooperativa formada por más de cien profesionales dedicados al asesoramiento jurídico, laboral, económico y social. Con una experiencia de más de cuarenta años, la cooperativa se dedica a la defensa de los derechos individuales y colectivos de la ciudadanía y fomenta el desarrollo de modelos más justos y solidarios que los que derivan del actual orden socioeconómico. En definitiva, Col·lectiu Ronda trabaja para cambiar las relaciones entre las personas sobre la base del respecto, la dignidad y la cooperación en la defensa del derecho a una vida autónoma, digna y libre. Los servicios que da son amplios y especializados en el derecho laboral, derecho bancario, conflictos con la administración, Seguridad Social y asesoramiento en temas de economía social.
Desde el área de Salud y Trabajo del Col·lectiu Ronda hace tiempo se defienden los derechos de las personas afectadas por enfermedades poco reconocidas o invisibles, como la fatiga crónica, la fibromialgia, la Sensibilidad Química Múltiple (SQM) o la electrohipersensiblidad. La defensa de los derechos laborables y del reconocimiento social de estas afectaciones es una de las líneas de trabajo de Col·lectiu Ronda.
¿Pero qué es exactamente la electrohipersensibilidad?
La energía electromagnética siempre ha estado presente en nuestro planeta, pero durante los últimos cincuenta años esta misma energía ha aumentado de forma espectacular por causas artificiales, provocada por la acción del hombre.
Una onda electromagnética es una transmisión oscilatoria de energía por el aire que, además, interactúa con cualquier materia que tenga una carga eléctrica, como por ejemplo los seres humanos, que somos seres bioeléctricos y químico-eléctricos. Estas ondas electromagnéticas transportan una energía ionizante, muy mala para la salud, porque es lo suficientemente fuerte como para provocar una reacción en cadena en nuestro organismo.
En el proyecto BioIniciative (2012), veintinueve científicos y expertos independientes en salud de todo el mundo estudiaron los posibles riesgos de tecnologías inalámbricas y de los campos electromagnéticos. Encontraron una respuesta: eran parte de los riesgos a sufrir un tumor cerebral, los daños en el ADN y en los genes, los efectos de la memoria y el aprendizaje, el comportamiento, la alteración del sueño, enfermedades como cáncer y Alzheimer, efectos sobre el esperma y sobre los abortos involuntarios.
Llegaron a la conclusión de que todos estamos afectados por la electrosensibilidad, pero a determinadas personas, que han tenido problemas de estrés físico o mental importantes, les cambian las hormonas del cerebro y hacen que este sea más sensible y que estén afectadas por ello.
Las personas que sufren de electrosensibilidad notan los síntomas cada vez que están al borde de una perturbación de estas: ataques de ansiedad, mareos, náuseas, dolor de cabeza y de estómago, pérdida de visión, enrojecimiento de la piel cuando se ponen bajo una bombilla y lipoatrofia semicircular en las piernas. Los médicos no encuentran ninguna causa física, lo atribuyen a un trastorno depresivo, de histeria. Sin saberlo, han acumulado la carga electromagnética tóxica.
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