Durante muchos años ha trabajado como editor y asesor editorial para el grupo Planeta. Ahora en una lúcida madurez ha preferido encontrar una editorial literaria para publicar sus obras. “Creo que he superado el ego y me interesa más el libro y mis lectores que el consumo y la oferta de las grandes editoriales que es brutal”, analiza de forma sosegada el autor en la entrevista que mantuvimos en Disueño, la agencia de publicidad que lleva a la editorial catalana.
¿Qué es lo que le motiva a escribir? Es la pregunta más adecuada para empezar una conversación sobre su nuevo libro. “El hecho de escribir y contar una historia y que llegue a un buen número de lectores. Eso sí, busco lectores de calidad”, responde seguro el autor, que cree que lo realmente importante es la relación del lector con el libro y, menos con el autor. Recuerda la conocida frase de E. M. Foster que decía: “todos los libros deberían ser anónimos”. En su opinión, “el libro tiene que sobrevivir frente al escritor”.
Para Adolfo García Ortega se está cambiando la práctica y el acceso a la cultura, tal y como hoy la conocemos, “ahora hay una generación que lee muy poco y, encima, está dirigida, ya que está inmersa en la lectura de lo breve y es incapacaz de descubrir algo nuevo, pero siempre habrá un público para todo lo literario”, analiza con precisión. Nos estamos enfrentando a un cambio en el concepto de cultura y, también, en el de artista.
Ahora, los escritores y artistas son un reflejo de la sociedad, del consumidor. “Ya no necesitan tener algo que decir y, por lo tanto, están perdiendo su identidad. Se están perdiendo los criterios de autoridad. Los lectores leen lo que ya saben y conocen, leen la misma novela y la misma historia indefinidamente. Por ejemplo, la novela negra tiene siempre el mismo patrón. La pregunta que tendríamos que hacernos es: ¿por qué la sociedad acepta estos modelos?", se pregunta el autor de “El evangelista” y sentencia “la novela no avanza”.
“El escritor debe formar a los lectores. Debe contar algo pero de manera diferente. Hay que encontrar una variación, una perspectiva nueva y encontrar un camino”, expone en la conversación que mantuvimos. En ocasiones, el escritor tiene una sensación de hastío, de estar siempre leyendo la misma historia, de ahí que se atreviese a contar los episodios evangélicos de una manera radicalmente original y diferente. En su opinión, apenas tenemos relación con la historia sagrada. “Si en las aulas se enseñase la historia de las religiones, entenderíamos mejor nuestro pasado y presente. Lamentablemente, se enseña una religión totalmente doctrinal donde domina lo político. Sólo hay que ver lo que ocurre en Polonia o en otros países de nuestro entorno”, apunta con lucidez.
Lo que Adolfo García Ortega ha querido hacer en “El evangelista” es “reescribir la historia de los evangelios, después de documentarme profundamente sobre el mundo patriótico de los judíos”, señala. En aquel tiempo había varias sectas judías, muy patrióticas, que estaban en continua pugna con los romanos. Jesús pertenecía a una de ellas, los zelotes, que podríamos decir que eran ultra patrióticos. “Lo que ocurría en tiempos de Jesús, guarda un cierto paralelismo con lo que ocurre en la actualidad en Palestina”, puntualiza.
Las pocas referencias históricas de Jesús se hallan en los textos de Flavio Josefo, todo lo demás que nos ha llegado, los Evangelios, son escritos que se comenzaron a escribir, al menos, sesenta años después de la muerte de Jesús, por eso, García Ortega señala que “hay que separar la figura histórica, si es que existió, con el aspecto doctrinal cristiano, en concreto, de una secta cristiana basada en su obsesión por la resurrección. Podríamos decir que mi novela es una precuela de San Pablo”, añade con sentido del humor.
Los protagonistas de la novela son Yeshuah, llamado el Visionario e Iskariot Yehudá. Éste último empeñado en imponer un nuevo rey e insuflar a las masas para hacer ese nuevo reino preconizado. El tercer protagonista sería el propio evangelista, un narrador sin nombre que escribe en una tercera persona atemporal. “He buscado un narrador testigo de los hechos, una figura culta que pudiese contarlo y, para eso, tenía que ser un escriba con formación helenista que veía la realidad, escéptico y objetivo”, cuenta el autor. Además ha utilizado diversas cartas de otros personajes, pretendiendo dar otros testimonios que diesen diversidad al relato.
“Todo libro sagrado siempre se basa en alguien que cuenta una historia con intención”, expresa. Su evangelista cuenta lo que ve, sin más pretensión que dar fe de lo que ha visto, sin falsificar los hechos. “Para ello, he intentado ceñirme a lo que yo creo era más verosímil. Aquellos tiempos eran muy convulsos. Un mundo de intolerancia y sectarismo donde todo el mundo llevaba una espada al cinto”, recuerda el escritor vallisoletano. En los evangelios canónicos también se da fe de ello, solo hay que recordar el episodio de Pedro cortando la oreja a un legionario.
Lo que ha querido hacer Adolfo García Ortega en su novela ha sido “contar una historia que seduzca” y lo ha conseguido, además se ha dado cuenta, a posteriori, que no todo el mundo conoce la historia sagrada y los que la conocen pretende que se acerquen al libro de una manera menos doctrinaria. “La Iglesia Católica es un monstruo que fagocita todo y lo adopta a su doctrina”, concluye. “El evangelista” intenta contar una posible realidad, lo más verosímil posible. Su lectura ha de realizarse sin prejuicios, olvidándonos de unos textos que tienen más de fantásticos que de real. Ha humanizado a Jesús, de tal manera, que se nos muestra ante nuestros ojos más humano y cercano.
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