El terrorismo es un tema sobre el que no se deben hacer afirmaciones categóricas pero, tampoco, eludirlo con la indiferencia. “El silencio es una más de las herramientas para volverse indiferente. Cuando nos negamos a verbalizar sobre cosas concretas es que no queremos reconocer la dureza de un problema, si lo hablásemos, tendríamos que afrontarlo, lo cual ya es positivo”, expone la escritora vasca Edurne Portela en la entrevista que mantuvimos sobre su libro.
La autora de “El eco de los disparos” afronta, además de un análisis amplío del silencio, su propia memoria en el libro, “yo también me sitúo dentro de esa historia. Yo he sido silenciosa. El tema de ETA no se habla en la familia y yo he crecido oyendo a mi abuela decir: nunca hables de política en público; tú, ver, oír y callar”, cuenta con total naturalidad. En su libro recuerda las excursiones que de niña hacia su familia a ver un familiar perteneciente a ETA a Francia. De ahí que el tema del terrorismo fuese tabú en su familia, como en tantas otras.
En su opinión, pese a haber cambiado las condiciones, “hay un silencio aprendido, heredado del miedo. Puede ser una actitud cobarde pero, en cierta medida, lógica”. Desde que se abandonó la lucha armada por parte de ETA y el proceso de paz cree que "todos tendrían que hacer autocrítica”. “Yo intento situarme en el libro en un punto de vista que no esté cargado de ideologías, que se salga del planteamiento maniqueo del problema de los dos bandos. Me quiero situar como testigo”, reflexiona ésta doctora en Literatura Hispánica.
Edurne Portela sabe que la visión del testigo es limitada, basada en las experiencias vividas. “Esta postura te da un punto de vista diferente al de los políticos, al de las víctimas o al de participante en esos atentados”, señala. Adoptar esa postura de testigo, la ha hecho modificar el cómo enfrentarse al libro. “Cuando ya llevaba bastantes páginas del libro, me di cuenta que estaba escribiendo un ensayo demasiado académico y que la distancia del discurso quitaba dramatismo a lo que expresaba”, nos revela.
“Centrarme en mi recuerdos me dio pie a desvelar un montón de sentimientos y de apreciaciones dormidas”, comenta y añade “se ha escrito mucho desde el punto de vista político, incluso, periodístico, pero no desde un punto de vista personal o cultural. El libro es una reflexión cultural sobre lo que somos y sobre las partes oscuras del conflicto”.
En “El eco de los disparos” hace una reflexión sobre cómo la cultura ha reflejado el “conflicto armado”, para ello analiza diversas obras literarias, cinematográfica e, incluso, exposiciones fotográficas. “La cultura nos ayuda a representar el silencio y la falta de empatía que ha habido sobre el sufrimiento del otro”, especifica.
Para Edurne Portela hay escritores que sí han sabido reflejar la situación real del País Vasco. “Jokin Muñoz es un escritor que pone muy incómodo al lector, ya que no da respuestas pero sí nos hace preguntas. Lo mismo ocurre con Aitor Merino y su película Asier eta Biok que nos hace pensar en las relaciones afectivas de esos dos amigos. La película nos sirve como una especie de catarsis para enfrentarnos con algo que casi todos hemos vivido en el País Vasco”, relata.
“La sociedad vasca ha sido muy endogámica, todos nos conocemos de vista pero que, realmente, no conoces la personalidad de la persona que tienes delante. En una sociedad gastronómica o en la cuadrilla era mejor no significarse”, señala. Sin embargo, algo parece haber cambiado desde el fin de la violencia y ahora parece que la sociedad no está tan dormida. “Realmente en Euskadi siempre hemos vivido muy bien. Los borrokas estaban en una calle enfrentándose a la policía nacional o a la ertzaintza y dos calles más para allá estábamos tomándonos potes tan tranquilamente”, recuerda.
“La normalización de Euskadi deberá consistir en una fuerte reflexión, no exenta de autocrítica, sobre cómo hemos vivido y qué hemos hecho y un papel fundamental tendrá la cultura”, detalla, ya que “si damos herramientas a la gente para pensar de forma responsable en su papel en esta historia y de qué forma nos han afectado en nuestra relaciones individuales, llegaremos a una ética de convivencia necesaria para seguir avanzado”.
Edurne Portela quiere aportar sensatez al debate, de ahí que se mostrase indignada con el humor pasado de onda de la película “Ocho apellidos vascos”. “El humor que se practica en la película es un humor blanco que no aporta nada a la reflexión sino a la carcajada. Creo que la película El negociador de Borja Cobeaga sí aporta mucho más a esa normalización que no se puede imponer desde fuera”, reflexiona con acierto la escritora.
También ha apoyado los intentos del fotógrafo Clemente Bernad por mostrar con sus fotografías ambas partes del conflicto. “Hay que ampliar el debate y la interpretación de este tema. Clemente ha querido mostrar en sus exposiciones un abanico completo del problema ya que mostraba el dolor de los otros y esto a la otra parte le parecía inaceptable”, reflexiona.
Para terminar la escritora defiende todo canal cultural que esté dispuesto a “romper el silencio. La gente necesita hablar porque los traumas colectivos no siempre se superan y si se superan deberá ser hablando”, concluye. Como decíamos al principio, el silencio nunca ha sido rentable.
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