En estos diez largos años, Ildefonso Falcones ubicó sus novelas en otros tiempos y en otros lugares. La expulsión de los judíos en las Alpujarras y el Madrid teatral del siglo XVIII. “Me apetecía saltar a otros sitios y hacer un cambio de registro”, nos dice el autor en la entrevista que mantuvimos en la cafetería de un conocido hotel de Madrid, cerca de la Plaza de Castilla.
Una vez publicada “La Reina Descalza”, Ildefonso Falcones planteó a su editorial la posibilidad de escribir la continuación de La catedral del mar. “A mí me gustaba la idea, a la editorial, también, así que me puse a ello y he estado cerca de tres años documentándome y escribiendo la nueva novela”, afirma con una sonrisa en los labios. Su labor se refleja en “Los herederos de la tierra” que ya se encuentra entre los libros más vendidos del año.
A Ildefonso Falcones le hacía ilusión volver a esa Barcelona que él conoce tan bien. Pese a eso, reconoce que “hay que documentarse mucho y todo lo hago yo solo”. No como otros escritores del tipo de Ken Follet que tiene un equipo de documentalistas en nómina. De todas formas, “me encantan que me comparen con el escritor galés y ya me gustaría vender todo lo que él vende”, señala entre risas.
“Los herederos de la tierra es una novela de aventuras al estilo clásico, más que un thriller. El protagonista Hugo Llor es la vida misma. En la vida tenemos mil avatares, si cogiese un protagonista con una vida monótona y gris nadie estaría interesado en leer sobre él. Así que mis personajes tienen que tener una vida interesante”, describe el escritor barcelonés que ha cerrado su bufete de abogados para dedicarse sólo a escribir. “Sólo atenderé a unos pocos clientes de toda la vida”, apostilla.
Para Ildefonso Falcones sus novelas son “un puzzle inmenso donde tienen que encajar todas las piezas. Los herederos de la tierra está basado en hechos históricos y éstos no se pueden falsificar aunque sea en una trama de ficción”, opina razonadamente este abogado que ha encontrado la gloria escribiendo novelas históricas.
Al autor barcelonés le gustan las sagas familiares, “así se puede hablar de muchas cosas, te extiendes en la vida de una persona, algo que te da mucho juego”, reflexiona y añade “Hugo Llor es una creación mía. Todo lo que tiene y es Hugo se lo he dado yo, por eso, está todo muy ligado y muy medido”.
El objetivo del autor es “que el lector disfrute con la historia y se enganche a ella desde el principio. Por eso, procuro que mis tramas sean muy atractivas, donde pasen muchas cosas a mucha gente. Creo que leer supone un esfuerzo, de ahí que mMis novelas tienen como primer objetivo atraer al lector. Yo también lo soy y a mí si no me gusta un libro, lo cierro inmediatamente”, apunta sin ningún tipo de rubor.
“El vino es uno de los elementos más importantes que tenemos en nuestra cultura. He hecho al protagonista vinatero por ese motivo y, también, porque a mí gusta el vino y ya que había que darle una profesión a Hugo, escogí ésta”, concreta. Para ello, ha tenido que investigar sobre la viticultura. “He leído alguna novela que giraba alrededor del vino y no me ha gustado mucho”, expone sin querer citar nombres.
La novela trata algunos temas polémicos como la expulsión de los judíos y la esclavitud de los musulmanes. “España y toda Europa se han portado mal con los judíos, nosotros fuimos los últimos en expulsarlos, pero también fuimos los últimos en firmar la ley anti-esclavista. Estas injusticias sociales me atraen mucho, de ahí que escriba sobre ellas”, indica el escritor. “Hablar de la ciudad de las tres cultura -dice refiriéndose a Toledo- es falso, como slogan está bien, pero nunca ha sido así”, asevera con convencimiento.
“Yo busco el detalle que pueda sorprender al lector. La novela está en todos los personajes y en todos los detalles. Los personajes secundarios me gustan que crezcan mucho”, expone Ildefonso Falcones que es un maestro en escribir novelas corales. Al final, entre risas hablamos sobre la situación política española y catalana y hace un jocoso comentario que es a la vez un diagnóstico: “nadie se apea del burro”, concluye. Quizá, por eso vivimos en el país de Sancho Panza.
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