El escritor madrileño abandona, momentáneamente, la ficción para escribir su autobiografía sentimental. La cartografía de sus pesadumbres, de sus tristezas y alegrías, de sus amarguras y de sus afectividades. Luisgé Martín se desnuda ante el lector sin ningún tipo de pudor, sin dejarse nada o ,al menos, eso supongo, de sus interioridades y pesadumbres.
“El amor del revés” es un libro de memorias compuesto por sus recuerdos en la distancia pero, también, de los escritos que fue guardando en sus diarios, de las cartas que envío y de las que guarda copia y de las que no envió por pudor o por timidez -una de las grandes constantes de su vida-. Más por esto último porque Luis es tímido y siempre ha luchado contra esa timidez, unas veces con éxito y otras no.
En alguno de sus libros, ya contó algo de su vida pero disfrazándolo con otros nombres. En “Los amores confiados” ya relató con mucha imaginería sentimental su relación con Antonio, quizá su primer gran amor. Aquí, lo cuenta tal y como fue, ahora que se ha vuelto más sabio y reflexivo, como él mismo dice.
En sus libros, siempre se ha mostrado muy hermético cuando hablaba, en las pocas ocasiones que lo hizo, de sus sentimientos. En “El amor al revés” lo ha contado todo tal cual él lo vivió, que no quiere decir que haya sido así por Luisgé Martín es muestra, en muchas ocasiones, cruel con él mismo y con sus recuerdos. No deja de fustigarse en toda la narración y los calificativos que emplea no son precisamente vacuos.
El libro aborda el tema del conflicto de la identidad desde el comienzo. “El amor del revés” inicia la narración con los recuerdos infantiles de su familia, las primeras lecturas compartidas con su padre. Desde el primer momento, aborda la gran cuestión del libro -¿quién soy realmente?-. Algo que sabe en su fuero interno pero que no quiere reconocer. Un compromiso de silencio, una máscara de la realidad planea en su vida y en el libro. En la adolescencia comenzó su desubicación sexual y el autor se enfrentó a ella compadeciéndose a sí mismo. No quería ser lo que era y para ello acometió algún acto demasiado estrambótico.
La literatura le ayudó a conocerse a sí mismo. En el libro, descubrimos sus lecturas, sus gustos y sus pasiones por algún autor; como descubrimos sus gustos y sus pasiones por algunos de los hombres que ha amado o con los que tan solo ha tenido relaciones íntimas circunstanciales. Luis no se corta un pelo en contar lo más escabroso de su personalidad, siempre con un tono de fustigamiento hacia sí mismo. Por el libro, pasan sus grandes amores, sus aventuras juveniles y maduras hasta llegar hasta su matrimonio con Axier, precisamente del que menos habla en todo el libro.
Luisgé Martín ha escrito un libro sincero, valiente y esclarecedor. Su estilo es parecido al de sus novelas, con un lenguaje nítido, apasionado, de una brillantez estilística como hay pocas en España, que hace que te rindas ante sus muchos recursos formales. Por supuesto, que el libro engancha y sí algo rasca, es lo que cuenta y no como lo cuenta. Demasiado natural e ingenuo para lo pudoroso que se muestra en este su striptease emocional y sentimental.
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