Pero la crisis económica, la corrupción institucionalizada y las dudas en el sistema hacen temer que la revolución en España sigue pendiente. Su análisis llega hasta la España de nuestros días diseccionando la situación actual con los partidos emergentes y los resultados de las últimas elecciones.
El autor nos incluye la visión que tiene de los nuevos protagonistas de la escena política española, con sus logros y sus carencias, intenciones, fallos y aciertos en las últimas campañas.
José María Carrascal diferencia la nación del Antiguo Régimen, basada en la etnia, el idioma, las costumbres y en espacio geográfico de un pueblo, de la nación moderna, dinámica, constituida por la voluntad de sus habitantes movidos por un ideal común. Estableciendo el binomio nación-revolución: las naciones tradicionales acceden a la modernidad cuando sus súbditos, convertidos en ciudadanos, asumen los poderes que antes detentaban: la corona, la nobleza y el clero. La revolución se convierte así “en la mayoría de edad” de las naciones. Hay, sin embargo, que tener en cuenta la distinción que hace Ortega entre revolución y revuelta: la revolución es contra los usos. Si se limita en ir contra los abusos, se queda en revuelta. España ha tenido muchas revueltas, revoluciones, en cambio, ninguna hasta la fecha.
La Transición (1976-2011)
La clase media española carecía de mentalidad burguesa, al menos la de la burguesía continental dedicada especialmente al comercio, la industria o a las profesiones liberales.
Franco presumía de haber dejado a España como herencia una auténtica clase media. Franco presumía de haber dejado a España como herencia una auténtica clase media.
El franquismo había muerto con Franco. La Transición fue un cambio rápido e inteligente. Un visto y no visto. Lo que era ayer, ya no lo es hoy ni posiblemente lo sea mañana, sirviéndose de las mismas normas del régimen que quería enterrarse. Y a esto, tampoco puede llamarse revolución. De Arias a Suárez pasando por el rey, se quiere redactar una nueva Constitución. Y esta vez quiere hacerse con el concurso de todas las facciones políticas, de ahí su sobrenombre, “La Pactada”, dando nuevos papeles al Ejército y a la Iglesia, entre otros.
UCD terminó su papel cuando la Constitución del nuevo Estado quedó redactada y aprobada. Pronto se vio, que era incapaz de gobernar y tendría que ser un auténtico partido, con una coherencia ideológica que UCD no tenía, quien se encargue de hacer la revolución que España venía intentado desde hacía dos siglos: El PSOE de Felipe González
Obtuvieron la victoria por mayoría absoluta en octubre de 1982. Y Esta vez no hubo quema de conventos ni asaltos a periódicos. La satisfacción se extendía llegando incluso a la Zarzuela. El rumor popular atribuía a don Juan Carlos la confesión: «Hasta que no tenga un Gobierno de izquierdas, no seré realmente rey de todos los españoles», pues sería la prueba definitiva de que no era el rey de Franco.
José María Carrascal (El Vellón, Madrid, 1930) fue marino mercante, profesor de español y traductor hasta dar con su verdadera vocación, el periodismo, al que ha entregado más de cincuenta años de exitosa carrera profesional. En 1958 comenzó a trabajar en Alemania como corresponsal de los diarios Pueblo y Diario de Barcelona. En 1966 se trasladó a Nueva York, donde fue corresponsal de Pueblo durante diez años. Continuó en Nueva York como corresponsal del diario ABC, y de la cadena de radio Antena 3. En 1989 regresó de Estados Unidos y se estableció de nuevo en España, donde presentó y dirigió desde 1990 hasta 1998 las Noticias de la noche. Ha escrito artículos para el diario La Razón y en la actualidad escribe para ABC. Entre la veintena de libros que tiene publicados destaca la novela Groovy, que obtuvo el premio Nadal en 1972 y el Ciudad de Barcelona en 1973. Sus últimos libros publicados son El mundo visto a los 80 años (Espasa, 2014) y La historia de España que no nos contaron (Espasa, 2015).
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