En consecuencia, hallamos un mescolanza de asuntos (algunos más generales y otros más particulares), todos ellos bien hilvanados, en los que Francesc Badia mantiene sus tesis o profundiza en ellas. En este sentido, el paso del tiempo le ha permitido a acceder a más información y, en consecuencia, aportar (nuevas y complementarias) razones a sus argumentos.
Precisión y rigor sobresalen en el apartado de la metodología. En efecto, Badia maneja con solvencia fuentes y bibliografía. Su lenguaje académico es fluido y dinámico, plagado de abundantes conceptos que disecciona e interrelaciona, guiado siempre por el realismo. A modo de ejemplo de esta premisa: “el mundo ya no se rige por una lógica multilateral liderada por Occidente, y la multiplicación de actores –corporaciones transnacionales, organizaciones internacionales, ONG globales y otros actores no estatales- cuestiona el viejo orden, surgido de la Segunda Guerra Mundial. Es un proceso que puede caracterizarse como de difusión del poder, hasta ese momento concentrado en los grandes estados-nación” (p.17).
En cuanto a la temática en sí, una de las cuestiones que en mayor medida permea la obra es la seguridad. Para ello, analiza los atentados del 11S y el 11M, señalando que los cambios provocados por la globalización permiten cometer este tipo de acciones homicidas más fácilmente que antaño. En íntima relación con esta idea, extrae una lección: las estructuras de seguridad propias del siglo XX, producto de la concepción hegemónica del Estado-Nación, desprenden profundas carencias en la actualidad, sin que se constaten indicios de resolución.
Con todo ello, puede observarse que la opinión del autor está presente a lo largo de las más de 200 páginas de que consta el libro. Francesc Badia muestra sus preferencias, sin caer en el error de hacer proselitismo de las mismas. Así, por ejemplo, se decanta por Barack Obama (de quien valora positivamente sus discursos de El Cairo y Yakarta) en lugar de por George W. Bush (de quien critica su apuesta por las campañas militares y el exceso de ideología que caracterizó a sus estrategias de seguridad). No obstante, sobre el actual Presidente de Estados Unidos matiza que no renunció a proyectar (globalmente) los valores con los que se fundó la nación americana (libertad, justicia, democracia), aunque sí se decantó por estrategias diferentes a las patrocinadas por los “neocons” (p. 71).
Con todo ello, el autor insiste en transmitir, algo que logra, la existencia de un déficit de gobernanza global y regional. El primero se manifiesta, principalmente, en la cada vez mayor irrelevancia de Naciones Unidas, cuya autoridad (e incluso legitimidad) se ve desplazada/menospreciada, por ejemplo, por la aparición de organizaciones más informales y cortoplacistas pero de eficacia cuestionable, como el G20. La gran carencia de estas últimas, aunque no la única, radica en que se centran exclusivamente en asuntos parciales, esto es, no resuelven, o lo hacen de manera arbitraria, los problemas que conciernen a la totalidad.
En cuanto a la gobernanza regional, su crisis aparece expuesta en dos escenarios diferentes. Por un lado, la Unión Europea, la cual debe resolver de manera urgente ciertos asuntos que determinarán su futuro, en particular, la demografía y el auge del binomio populismo/nacionalismo (p.23). No obstante, se muestra optimista y apela a los orígenes mismos del proyecto europeo: “el proceso de construcción europea, que constituye <>, es un modelo potencialmente válido tanto para contribuir a articular la gobernanza global como para promover otros bloques de integración regional” (p.155).
El otro escenario regional resulta más problemático e incluso, conflictivo, controvertido e inconcluso. Se trata de las denominadas “primaveras árabes”, las cuales han ofrecido un legado repleto de interrogantes. Por ello, cuando las aborda, prefiere centrarse en consecuencias tangibles, rehuyendo toda especulación: “el viejo orden internacional en la región parece haber caducado definitivamente. Se trataba de un modelo obsoleto, basado en el dominio de las grandes potencias occidentales (Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia) que ejercían su influencia a través de sus relaciones bilaterales y cuyas prioridades estaban más centradas en promover la seguridad energética, las rutas comerciales marítimas y los contratos de ventas de armamento que en asegurar un crecimiento económico sostenible, el respeto a los derechos humanos o el asentamiento de la democracia.” (p. 172).
En definitiva, una obra de obligada referencia para todo aquel que trabaje en disciplinas como las relaciones internacionales, la economía, la historia o la geopolítica. En los textos de Francesc Badia se aprecia la huella de un cronista y analista excepcional, que detecta carencias y efectúa propuestas para su óptima resolución.
Puedes comprar el libro en: