Naturalmente no podremos ofrecer demasiados detalles hasta ese momento. No obstante, por transparencia y consideración hacia nuestros concursantes y simpatizantes, sí he estimado oportuno compartir con ellos algunas de mis impresiones sobre el desarrollo de la presente edición.
Para empezar debo subrayar que, en la convocatoria que acabamos de cerrar, hemos alcanzado la más alta cifra de participación de la historia del certamen. Parecía imposible de conseguir, pero hemos superado la cifra de nuestra última convocatoria de Cuento. Me parece muy importante hacerlo notar no por pueril triunfalismo o superficial vanidad, sino por debido reconocimiento hacia nuestros concursantes: porque este es un logro de todos ellos, que son quienes, con sus obras y la confianza que depositan en nosotros, hacen dichos números posibles.
Como indicaba antes, ahora es nuestro jurado, un equipo internacional de prestigiosos profesionales del ámbito literario en sus diversas vertientes, tanto en la faceta de creación como en la investigación literaria, recae la responsabilidad de analizar en profundidad esos textos hasta obtener un veredicto ecuánime que nos ofrecerá veinte finalistas, de entre los cuales después distinguirán a un ganador. Al final del proceso tendremos, por tanto, como cada año, un ganador y diecinueve finalistas.
Aunque no puedo desvelar aún su composición, en la difícil búsqueda del jurado perfecto se ha procurado el equilibrio numérico entre escritores, investigadores y profesores. Me interesaba reforzar, especialmente, la presencia de profesionales de sólida formación académica y contrastado prestigio, que aportasen una robusta visión crítica, asentada sobre un conocimiento complejo del fenómeno literario en su extrema complejidad y amplitud, personas, en definitiva, habituadas a aproximarse a las obras desde la perspectiva del crítico y del estudioso; del lector, de un lector especialmente informado y formado, muy formado: dotado de la poderosa arma que ofrecen las muchas horas de lectura reflexiva acumuladas a las espaldas.
Por supuesto la óptica de los escritores, de buenos escritores, resulta esencial también. Entre otras cosas porque ellos, conociendo a la perfección su trabajo y los recursos e incluso artimañas de la profesión, a menudo revelan una especial sensibilidad a la hora de desentrañar las facetas más ocultas del texto y su autor, así como de ofrecer lecturas de lo más enriquecedoras. Por eso contamos también con jurados que aúnan las dos facetas, que son investigadores del fenómeno literario y, al tiempo, escriben narrativa.
En definitiva, para tranquilidad de nuestros concursantes, nos hemos rodeado de profesionales altamente especializados, entusiastas y objetivos, cuya generosidad a la hora de compartir con nosotros sus conocimientos y sensibilidad nunca podremos agradecer lo bastante. Sobre todo porque su colaboración redunda en beneficio de nuestros participantes, que pueden saberse leídos y analizados por profesionales solventes y reputados, que se caracterizan por desarrollar su labor con escrupuloso esmero.
Creo que, como escritora, estoy en condiciones de afirmar que nada puede satisfacer más a un autor que el saberse leído por personas que se toman en serio el trabajo de uno; que, más allá de que determinada obra concreta pueda gustar más o menos, lo respetan y se aproximan a él con voluntad de entender cuáles son los objetivos del autor y quién es esa persona realmente. Se alcance o no la empatía entre autor y lector, cuando esas condiciones se dan, los lazos que se establecen resultan mágicos y recompensan todos los esfuerzos y ocasionales sinsabores que conlleva esta profesión. Por eso, desde mi posición de “narrador omnisciente” en la historia de este certamen, gozo de la tranquilidad de saber que hemos podido, gracias a la profesionalidad y entrega de nuestros jurados, ofrecerles al menos esta satisfacción a nuestros participantes, tanto al ganador como a los finalistas y los demás concursantes. Y a todos por igual, porque todos han sido leídos con exquisita atención, con el empeño que cada autor merece.
Personalmente, como coordinadora del certamen, esa certeza me proporciona una satisfacción y tranquilidad incomparables. Sobre todo porque aunque nosotros, gracias a la simpatía de tantos escritores de todo el mundo que tienen a bien confiarnos sus preciados obras, manejamos grandes números, siempre he considerado a nuestros participantes no como un conjunto homogéneo y vago sino como individuos concretos, cada uno con sus propias idiosincrasias, que merecen ser escuchados atentamente: como las voces independientes, únicas e irrepetibles que son, cada uno aportando su propia visión del mundo y de las relaciones humanas; sus deseos, esperanzas, anhelos, preocupaciones, terrores y toda una gama de sentimientos profundamente humanos que nos enriquecen cada año.
He constatado este año que seguimos teniendo un buen número de “reincidentes”, asiduos seguidores cuya fidelidad nos enorgullece; pero me ha llamado la atención observar que el porcentaje de nuevos participantes se revela mayor que en otras ediciones. La lectura obvia de esta circunstancia es que muchas más personas que antes no habían oído hablar de nosotros, ahora nos conocen y nuestro certamen les ofrece confianza. Y en este sentido seguramente tiene mucho peso las numerosas revistas literarias, prensa escrita y digital y otros medios relacionados con la cultura que nos apoyan difundiendo las noticias referentes al certamen, y cuya solidaridad nunca podremos agradecer lo bastante.
Por otro lado observo que nuestros concursantes se han habituado ya a que el certamen haya pasado a convocarse en años alternos según modalidades: se puede decir que prácticamente todos tenían claro que la presente edición se centraba en el Cuento. En realidad han surgido pocas consultas si lo comparamos con otros años, lo que indica que nuestras bases les resultan lo suficientemente claras y que cada día más participantes las leen cuidadosamente hasta el final. Circunstancia muy importante, pues obviamente redunda en su propio beneficio.
Como tenemos costumbre, una vez hagamos público el fallo, ofreceremos un análisis más detallado sobre la procedencia de los participantes. Por el momento creo que merece la pena destacar que, al margen de recibir textos desde todos los países de habla hispana, hemos contado con concursantes muy curiosos: escritores que por circunstancias muy concretas, no siendo el español su lengua materna y no siendo hijos tampoco de matrimonios en los que un cónyuge fuese hispanohablante, han alcanzado una excelente competencia lingüística que les ha permitido concursar en igualdad de condiciones con los hablantes nativos.
Esto demuestra hasta qué punto el español sigue estando poderosamente vivo. Hasta qué punto suscita interés a lo ancho de todo el mundo. Esto demuestra que nuestros esfuerzos por protegerlo y por alentar la literatura desarrollada en esta lengua valen la pena y tienen sentido.