Esta época histórica es considerada el “tiempo dorado” de la historia japonesa, caracterizado por el florecimiento de las artes nobles en la corte de Heian-Kyo (la actual Kioto), las corrientes e influencias venidas del continente, sobre todo de China y la India y el apogeo del poder de la nobleza en el archipiélago, notorio sobre todo en el poderoso clan Fujiwara, cuya importancia superaba incluso a la del emperador.
Murasaki era nieta del gran poeta Fujiwara no Kasekune, que destacaba porque había escrito las poesías Waka, muy populares en Japón.
Tuvo una excelente educación, mostraba una gran inteligencia y una memoria prodigiosa. Tenía una vasta cultura, que abarcaba desde la literatura china y japonesa hasta la búdica.
Su madre murió al poco de nacer Murasaki, así como su hermana mayor que era la encargada de cuidarla
Murasaki acompañó a su padre a la provincia de Eehizen, de la que había sido nombrado gobernador en el año 996. En 998, cuando tenía veinte años, conoció a quien iba a ser su esposo, Fujiwara no Nobutakia con el cual se casó en el año 999. Fue un matrimonio deseado por ambos.
Fruto de este matrimonio fueron dos hijas, la primera fue Katato, que sería conocida en la literatura como Daini no Sammi; su segunda hija fue Benno Tsubone. En el año 1001, cuando apenas llevaban casados tres años, su marido muere como consecuencia de una epidemia de peste.
Después de la muerte de su marido, vivió una vida casta y pura, con dedicación total a la memoria de quien había sido para ella su compañero perfecto. Este hecho le llevó a tener una profunda conmoción y después de un largo periodo de reflexión personal se retiró a la vida privada, dedicándose totalmente y a la escritura.
Frase: Ningún arte ni aprendizaje se puede cultivar sin entusiasmo.
Murasaki trabajó para el gran ministro Michinga. A partir de 1008, fue dama de Fujiwara. Akiko que era hija de Michinaga se convirtió en la segunda esposa del emperador Ichijo. Este emperador tenía como primera esposa a Sadako.
Tanto Sadako como Akiko contaban con sus propias cortes y ambas destacaban por sus dotes espirituales. En la corte de Sadako, destacaba como mujer sobresaliente a Sei Shonagon, mientras que Akiko contaba con Murasaki Shibiku e Izumu Shibiku. Estas tres mujeres eran las figuras más deslumbrantes de la literatura japonesa, que en aquellos momentos se encontraban en un periodo de gran esplendor.
En ese ambiente palaciego fue donde Murasaki descubrió tanto el reconocimiento y el cariño de algunos, como la envidia, las malas lenguas, la crítica y el escarnio por parte de otros muchos. Murasaki tenía un carácter comedido, tímido, a veces huraño y ácido.
Decidió volcar todos sus sentimientos y pensamientos en sus poemas y cuentos. Fue ahí donde escribió sus dos obras más conocidas, La historia de Genji (Genji monogatari) y el Diario de Murasaki Shikibu (Murasaki Shikibu nikki), obras cumbre de la literatura japonesa, y cientos de poemas, de los cuales muchos se conservan entre los más importantes de Japón.
En la Edad de Heian, había no sólo paz, sino también ocio, por lo menos en lo que tiene que ver con la élite, que delegó las tareas administrativas a funcionarios subalternos, con el fin de dedicarse al disfrute estético. Esta particular sociedad produjo mujeres que escribían. Se dice, que en aquellos tiempos había más escritoras que escritores. Es un fenómeno único, en Japón y tal vez en el mundo.
La relevancia de las mujeres en el periodo Heian hay que entroncarlo con el sistema familiar matriarcal, que existía desde la época con una rudimentaria organización social en Japón.
Cuando la mayor parte de los hombres –intelectuales– se dedicaban a escribir textos eruditos en chino, inspirados en el budismo, las mujeres aprovecharon el japonés cotidiano para escribir sobre lo que sentían y sobre ellas mismas: diarios íntimos, poesía... y novelas.
Entre los siglos X y XII, existían algunas mujeres viviendo por su cuenta, en sus mansiones, verdaderas casas de señoras, que no convivían con su marido, ni estaban bajo la vigilancia de su suegra, como se puede comprobar en el Genji monogatari. En la corte, la situación de las mujeres dependía de sus padres, tíos o hijos y, desde luego, no ejercían el poder.
Como dice el estudioso Suichi Kato, las mujeres vivían en la corte, pero no tomaban parte en la administración ni en los mecanismos del poder político. Estaban cerca del poder, y aunque no lo podían detentar, tenían el privilegio de analizarlo y reflexionar sobre él.
Estas mujeres de la corte permanecían al margen, en una sociedad cerrada y altamente integrada que se deslizaba en los palacios. También permanecían distantes de las prácticas de los doctos e intelectuales, que escribían en chino obras de historia, moral, filología y religión.
El idioma chino era algo artificial para ellos, pero su refinamiento y su tradición lo hacían vehículo, de lo que fue considerado en aquel tiempo la gran producción literaria.
Se sabe, que Murasaki Shikibu, aun siendo mujer, había aprendido el chino en el seno de su cultísima familia, y por cierto permanece viva la anécdota de la emperatriz que solicitó a la escritora, que le explicara versos de un autor chino a escondidas.
En el gineceo de la corte japonesa, las mujeres escribían en su lengua natural, el japonés, en un estilo sencillo, fluido, sin reglas, a través del sistema de escritura kana que simplificaba los caracteres chinos.
El escritor Octavio Paz, conocedor profundo del mundo oriental, escribía que en esa época, la vida era un espectáculo, una ceremonia, un ballet animado y gracioso. Predominaban los valores estéticos, aun por encima de los morales.
Murasaki Shikibu no estaba sola cuando escribía su larga novela. Había una leyenda, por la cual Murasaki para concentrarse, se encerraba en un templo cercano a Kioto. Sin embargo, había a su alrededor unas cuantas mujeres que, al igual que ella, escribían, quizá sus amigas, quizá sus rivales. Mujeres de mediana nobleza, cultas, damas de compañía de la emperatriz, damas de la corte.
Murasaki Shikibu escribió “Genji monogatari” entre los años 1005 y 1013. Es una monumental narración con cincuenta y cuatro capítulos, cientos de personajes y miles de páginas. Jorge Luis Borges, gran admirador de la obra de Murasaki, pensaba que era ésta una auténtica novela psicológica, algo verdaderamente inconcebible en Europa antes del siglo XIX.
Pionera del género nikki, y poetisa de indudable talento, esta cortesana sobresalió y se hizo oír desde el silencioso y retraído mundo de la mujer japonesa y, con el paso del tiempo, se ganó un lugar entre los maestros de la literatura universal.
Lo que destaca sobre todo lo demás al escuchar la palabra Heian, es la belleza. Una belleza siempre presente en la vida de los cortesanos, hidalgos y príncipes de Heian-Kyo, preocupados por corresponderla y hacerle justicia con sus maneras y vestimentas. Una belleza sobria procedente de la sensibilidad hacia la naturaleza y los nuevos pensamientos budistas. Una belleza que impregna todos y cada uno de los versos de la literatura japonesa, que empieza a surgir tímidamente de la mente de los monjes y las cortesanas.
Evitó destacar entre el resto de las damas de honor. Sin embargo, su talento y la belleza de sus escritos fueron reconocidos por muchos integrantes de la corte Heian. El propio Michinaga, con el que tenía un amor platónico, la emperatriz Akiko, algunas de sus compañeras, y su propia hija.
Incluso el de su rival Sei Shônagon, cortesana de la primera emperatriz Sadako, a pesar del odio que se tenían ambas. Tanto Michinaga como los emperadores la reclamaban para leer con ella o que les aconsejase sobre libros, estética o técnicas de encuadernación, por lo que la envidia y las malas lenguas hacia Murasaki crecieron aún más.
Todo esto provocó en Murasaki un carácter aún más introvertido, reservado, huraño, melancólico y pesimista, muy presente y reflejado en sus obras literarias. Se retiró a una vida contemplativa. Observaba como mera espectadora y no participante en la vida activa a su alrededor, para posteriormente describirla en su diario característico del pensamiento budista.
Así se describía Murasaki
“Hermosa pero tímida, poco amiga de miradas ajenas, retraída, amante de las viejas historias, tan aficionada a la poesía que casi todo lo demás no cuenta para ella, y desdeñosa del mundo entero”, he aquí la opinión desagradable que la gente tiene de mí. Y, sin embargo, cuando me conocen me consideran dulce y muy distinta de lo que les han hecho creer. Sé que la gente me tiene por una especie de proscrita, pero me he acostumbrado a ello y me repito para mis adentros: “soy como soy”.
Su diario es parte intrínseca de un género literario típicamente japonés y femenino, el género nikki retrataba no las peripecias de su día a día, sino las sensaciones que les producían los distintos eventos palaciegos, sus relaciones con sus compañeras, la familia imperial o los funcionarios y soldados o simplemente algún paisaje o momento que fuese especial para ellas.
Salpicados con pequeñas poesías, los nikki están plagados de descripciones de la naturaleza, de las vestimentas de la gente, de fiestas, de personalidades o de sus propios sentimientos que rezuman sensualidad, belleza y melancolía.
Dado su carácter solitario y ácido, Murasaki reduce sus experiencias como dama de honor a una serie de narraciones, donde lo superficial está al orden del día, quitándole importancia a la prosperidad, que le rodeaba para dársela al evento que relataba, olvidando las atracciones y delicias de la vida en la corte.
Prefería opinar sobre los trajes y comportamientos de la gente antes que describir con objetividad la vida cortesana. Combinando este tipo de pasajes con pequeñas confesiones sobre sí misma, llenos de melancolía y preocupación, y alguna que otra carta para algún amigo, es lo que aparecer en el diario de Murasaki Shikibu.
Murasaki no describía la realidad, relataba su realidad, lo que ella consideraba importante, siempre bajo su punto de vista introvertido e irónico pero no exento de belleza y lírica.
La historia de Genji está considerada obra maestra de la literatura japonesa escrita. Influenciada por la prematura muerte de su marido, Murasaki empezó a escribir el Genji en los años posteriores al 1000, con el carácter ya forjado en la melancolía, la acidez y el intimismo.
De corte realista, cuenta desde sus casi dos mil páginas, la historia de la vida de Genji, el Príncipe Resplandeciente, hijo del emperador y su esposa favorita, la dama Kiritsubo, noble concubina favorita del emperador. Habla de su educación sentimental, de su familia, del declive de su vida y, posteriormente, de sus hijos Niou y Kaoru, que se disputan el amor de la hermosa Ukifune.
El Genji es un vivo retrato y una dura crítica a la sociedad Heian, debido al estado de hastío de la corte del que Murasaki hacía alarde por aquella época.
La corte del emperador Ichijo disfrutaba enormemente de los excesos y de los placeres terrenales, como el alcohol, la música y el sexo, y cualquier ocasión era buena para celebrar una fiesta desenfrenada.
Detrás de aquella vida epicúrea se escondía un imperio asolado por plagas, incendios y hambrunas casi constantes, por lo que la tan conocida belleza del período Heian se reserva tan solo a las artes nobles, las vestimentas, los comportamientos refinados, las ceremonias oficiales y la educación de la nobleza.
La civilización Heian era patrimonio exclusivo de una pequeña minoría de Japón. El resto de la población carecía de educación. La cultura de la nobleza se manifestaba de un modo de vida artificioso, basado en la estética y al servicio de un lujo impresionante. En la corte Heian, la belleza en la formas, en el vestir y en las diversiones despertaba el entusiasmo de la sensibilidad y todos querían ser de esta forma, porque no serlo significa hacer el ridículo.
Dentro del Genji se dan escenas de dudosa moral protagonizadas, por varios de los personajes de la obra: adulterios, borracheras, palizas, confabulaciones, escarnios y artimañas se mezclan con la poesía, las descripciones etéreas, la estética, la sensualidad y la belleza y siempre bajo el punto de vista irónico, mordaz y melancólico de Murasaki.
La importancia del Genji monogatori reside en las nuevas formas que da al género narrativo. Hasta entonces, los escritores se habían limitado a reproducir cuentos, por lo regular muy breves, que se inspiraba en asuntos maravillosos y fantásticos. El Genji monogatori es la primera novela realista, una auténtica innovación literaria.
La religión que practicaba la corte Heian (el amidismo, corriente del budismo), con claras bases sintoístas, influenció el Japón de tal forma que el mundo no se veía como la contraposición de sujeto y objeto; el concepto filosófico del “yo” carecía de importancia para los amidistas.
Murasaki y sus compañeras poetisas eran capaces de verse a sí mismas como partícipes del mundo en el que vivían pero, no obstante, también como observadoras del mismo, lo que les permitió alejarse de ese mundo y describir sus sensaciones subjetivas como si fuese algo universal.
Tras la muerte del emperador Ichijo en 1011, Murasaki continuó sirviendo un tiempo a la emperatriz viuda Akiko. En 1014, con la muerte de su hermano, se traslada a la provincia de Eihizen en la que su padre era gobernador, pero inmediatamente vuelve a Kyoto, pues su padre acababa de presentar su dimisión
Se supone que Murasaki falleció en algún momento del año 1014. Sus restos se encuentran enterrados en un templo budista de Kyoto
Mujer impresionante Murasaki Shibiku. Les recomiendo que la lean, pero al hacerlo deben de tener en cuenta que estamos hablando del siglo XI y de una cultura profundamente oriental. Es una pena que, Murasaki sea lamentablemente una desconocida en Occidente.
FRASE: ¿Por cuánto tiempo deberemos extrañar a aquellos que ya se han ido? El dolor de hoy es nuestro propio mañana.
BIBLIOGRAFIA
Shikibu, Murasaki, La historia de Genji. Traducción Jordi Fibla. Vilaür. Ediciones Atalanta.
La historia de Genji, 2005.
Los relatos de Uji, 2006.
Shikibu, Murasaki, “La novela de Genji”. Traducción Xavier Roca-Ferrer. Barcelona: Ediciones Destino.
Esplendor, 2005.
Catástrofe, 2006.
Bowring, Richard. “Murasaki Shikibu. Her diary and Poetic Memoirs”. 1982. Princeton Library of Asian Translations.
Earl Miner (compiler). “Japanese poetic diaries”. Univ. of California. Pres. 1976.
Puedes comprar sus libros en: